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domingo, 22 de octubre de 2017

EL BARRIO DE LA CANELA

Viejo caserón en la calle principal. Calle del medio
                              Comentar lo que sea de un barrio tan pintoresco y de solera de Santa Cruz de La Palma, como es el de San Sebastián, conocido popularmente por el de La Canela, es adentrarse en una página muy diferente a las demás en la historia palmera. Afirmo lo anterior, porque tiene  un fundamento, bien cimentado, en los anales insulares con numerosos testimonios fiables y acreditativos de un pasado floreciente, que atestiguan los muchos vestigios hallados y aún conservados en sus entrañas.
                                La ubicación se debe a la situación estratégica de la comunicación de las dos comarcas importantes de la Isla, contribuyendo a la economía y crecimiento poblacional, necesitadas de un nexo de transporte idóneo. El resurgimiento de dicho auge se convirtió en pieza fundamental del desarrollo y de más culto, porvenir de familias asentadas en gremios y abolengo, procedentes de los albores de la conquista o cercanía de zonas influenciadas.
Ermita y plaza del santo mártir
                              Se alza risueño con empedradas callejuelas y viejos caserones, que constituyen su patrimonio social y cultural. Sea como fuere, aunque aún sigan muchos detalles en la incertidumbre del acervo, la fortuna se ha multiplicado, enriquecido y matizado con un bagaje fiel a la tradición, arquitectura, escultura, devoción y costumbres ancestrales tan llenas de emoción y de arrobamiento poético, que difícilmente tiene cabida en el marco siempre estrecho de las palabras.
                              Esta singularidad con diferencias se observa en muchos detalles artísticos y religiosos conjuntados en un ámbito local y reconocido con la debida documentación y señalización.
                              Posee el privilegio de contar con un pretérito rico en acontecimientos y con un aspecto animado, laborioso, cristiano y señorial que ofrece la suprema manifestación de fe y arte con la belleza de sus rincones en una admirable armonía de colores, fragancias, religiosidad y de amor al celebrar su gran fiesta patronal.
Conjunto monumental. El Dornajo
                              La lenta transformación se ha percibido en el cambio de la anatomía urbana. Se destaca con rasgos distanciados de un antes y un después no lejano de lo burgués, quedando al descubierto la suntuosidad en muy pocas viviendas, ya que en su mayoría son de estilo canario y de una sola planta. Hago notar las diferencias habidas de un pasado añorado y un presente renovado en la fisonomía arquitectónica impulsada a la restauración. Su epidermis consistía en fincas rústicas o de servidumbre, que se transformó en un entramado vecinal.
                              No dudamos en destacar la ermita, que ya existía en 1535 con la advocación al mártir romano, denominado patrono de la salud pública, dándole nombre al entorno capitalino. Antiguamente hubo una gran devoción y se hacía grandes fiestas en su honor, luchando por la decencia y el decoro del solar como escenario para espectáculos teatrales, músicas… hacia 1625, que fueron prohibidas por orden eclesiástica, y embelleciendo el interior del recinto sagrado, capilla mayor, con las pinturas de Ubaldo Bordanova Moreno (1866-1909). Junto a ella hay una pequeña y remozada plaza, que hace alarde a la existencia del entrañable templo, un rincón recóndito y sombrío para domar las más insospechadas ansias de paz y desasosiego del transeúnte.
Imagen del santo titular del entorno
                              Merece un punto y aparte en el tiempo saber la constancia de la creación de una cofradía de negros en 1571, al igual, según noticias referentes a dicho asunto, hubieron en otras iglesias y parroquias.
                              El conjunto monumental e histórico lo conforman en su ascensión Las Tosquitas, El Dornajo y Cajita Blanca con su tipismo y peculiar manifestación de sabor añejo a un fundamento esencial de distribución municipal. No es caprichoso el trazado de sus vías, obligadas a vencer la pendiente, sino la obligación de seguir una arteria principal, calle del Medio, y en torno a ella las demás con sus quebradas y sinuosas convergencias.
                              Para terminar la descripción tradicional de ofrecer en memoria a la imagen del santo titular, cuando sale en procesión, 20 de enero, por los aledaños de siempre, reproducimos el estribillo de la letra del himno, que dice: “Ciñamos con dulce afán/del martirio en la victoria/eternas palmas de gloria/a la sien de Sebastián”.

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