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domingo, 15 de octubre de 2017

ANDARIEGO, PERIODISTA Y POETA

Domingo Acosta Pérez
                              Volver a vivir la realidad como yo lo hice en época pasada es, hoy, una fantasía imposible de asimilar y soñar, porque no es lo mismo, sino unas ideas del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Uno de los rasgos más característicos, del Príncipe de los Ingenios fue el valor, hecho no insólito en un siglo de gigantes, “que abrió Colón y que cerró Cervantes”, en afortunados versos de un poeta del siglo XVI.
                              No estamos hablando de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), sino de Domingo Acosta Pérez (1919-1995), que fue el otro andariego, nacido en Santa Cruz de La Palma, con lápiz y papel en mano, como el lienzo preparado para poder plasmar inmediatamente lo noticiable y novedoso del momento. En ristre sostenía con firmeza, al igual que su mente, la vivaz mirada y así capturaba con presteza, cuál ave rapaz, su magnífica presa, que era literalmente el alimento de su inquietud y siempre vocación de servicio.
                              En su constante búsqueda de la armonía, relaciones del ser humano, convertida en verso, o en plural y con mayúscula, valiéndose de su intuición y del calendario. Ese deseo a través del cual tamiza la realidad y, conjuntamente, se protege mediante la construcción de un refugio literario, que manifiesta entre sus emociones.
                              Es fantástico estar en la supervivencia de sus atrevidas tradiciones, en el descubrimiento preservado del silencio, en la magia del cielo y de la tierra, en las conversaciones… Todo eso fue el convivir diario de nuestro personaje con su Isla.
                              “Buscaba noticias allá donde sólo había indicios o piedras, rumores de espuma. […] Mandaba crónicas de la nada, pero siempre encontraba alguna. Convirtió la isla, también en la radio y en otros medios de transmisión, en una presencia cotidiana, como el grito de ese gallo que no se deja amilanar en la soledad de la distancia” (El Día. Sábado, 24 de junio).
                              No necesitaba acontecimientos, sino él los creaba, o los recreaba. La certeza de no tergiversar lo observado y contado por boca de otros, formaba un rico bagaje dicho con naturalidad de cómo iban las cosas. Se dedicó profesionalmente al periodismo con sinceridad y mirada meridiana. Su cometido consistió en descubrir e investigar temas de interés público y de suma actualidad, contrastarlos, sintetizarlos, jerarquizarlos y publicarlos. Para ello recurrió a fuentes fiables y verificables con las que así elaboró sus artículos.
                              El epílogo no es otro, sino reconocer que nuestro amigo renovó una clase de Periodismo, a partir de su manera de entender la columna, como género total de hacer de la crónica de sociedad el testimonio de un tiempo y de unas islas. Obviamente, hacía creación de todo lo que escribía. Cualquier persona o conversación tenían que poseer un algo. Mi inolvidable tocayo fuiste un ser muy sensible y especial. Los genios se proyectan y no se agotan jamás, permanece inagotable su legado.

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