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domingo, 21 de enero de 2018

EL TRADICIONAL "JURAR LAS PIPAS"

                              El “jurar las pipas” de vino nuevo es una tradición única y generalizada en las Canarias con arraigo y ánimo de fiesta, que coincide con la apertura de las bodegas. Todos los años atrae la atención de miles de foráneos y de propios a la celebración de un evento, que conlleva la virtud de renovación en las cosechas como producción anual del agricultor.
                              La festividad de San Martín fue impuesta por los colonizadores portugueses venidos a las islas en el siglo XVI. Se acompaña de una buena parranda y degustando castañas, carne de cochino, pescado salado y demás productos típicos de la tierra en la noche de la víspera, 10 de noviembre. La copla cantada está en boca de todos, desde los más ancianos hasta los jóvenes.
                               Lo importante es sentir la alegría y satisfacción del objetivo conseguido, propuesto en tal elaboración artesanal. La estación otoñal se perfuma del embriagador olor de los dioses y prosperidad a la sombra de los lagares, cercanos a las bodegas, exhibiendo las barricas preñadas del rico líquido pisado por los pies de muchos al son de cantos y pegadizas melodías bucólicas de estilo familiar en toda la geografía palmera.
                              Saborear los caldos celosamente guardados en el más grande de los secretos ha sido narrado por el lanzaroteño Isaac Viera y Viera (1858-1941), en su libro “Costumbres Canarias”, referente a 1916: “Los palmeros pobres y ricos se dan citas al ocultarse el sol tras los empinados montes, para celebrar la fiesta de Baco […] que recuerdan los regocijos de las bacantes helénicas […] toman parte activa en esa fiesta, sintiendo que su espíritu se remoza, apurando buenos tragos del rico moscatel, sin desdeñar los vasos rebosantes del listan o del dorado malvasía”.
                              Los distintos municipios comparten casi las mismas costumbres de hacerlo, con matices pocos diferenciados. Se ha querido resaltar su presencia convocando concursos de participación u otros actos, congregando un relevante número de personas en torno a una invitación envuelta en ambiente de cordialidad, amistad y buen humor.
                              Existen semejantes repeticiones ancestrales, que se han popularizado, destacando los cacharros y la chayota. Los muchachos recorrían las calles y rincones de la ciudad con latas abiertas por una base y sujetas a un alambre con candela en su interior, balanceándola de delante hacia atrás y, al mismo tiempo, entonaban: “San Martín  tirín, tín, tín,/fuego a las castañas/y manos al barril.
                              Nos trasladamos a San Andrés y Sauces en dónde exhiben el mencionado fruto hortícola, previamente vacío con unos cortes para indicarnos los ojos y boca. Se introduce una vela encendida agarrada con palillos u otro soporte metálico.
                              Lo he hecho de la manera más sencilla de narrar lo anterior, para que sirva de memoria de un testimonio enriquecido documentalmente acreditado.

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