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domingo, 13 de mayo de 2018

UN MÉDICO EXCEPCIONAL

Miguel Pérez Camacho
                              Escribir algo relacionado a La Palma, siempre nos ha producido una enorme satisfacción y, al mismo tiempo, una excitante mezcla de alegría e ilusión. Más, aún, nos motiva hacerlo sobre su historia médica y los artífices de la misma. Nuestros antepasados nos dejaron una herencia valiosísima, que ellos construyeron en los legados anteriores.
                              Realizar una recopilación de la vida, obra y humanidad de esos hombres que por razones obvias de su tiempo y sus circunstancias marcharon fuera para hacer realidad sus sueños. Más tarde, unos regresaron y forjaron con su ejemplo toda una estirpe de profesionales y otros, por causa de su especialidad, tuvieron que permanecer alejados, pero, eso sí, prestigiándola con su quehacer. Todos lograron hacer de la medicina algo que hoy forma parte de nuestra vida diaria y educación.
La Alameda 
                              Deseo insistir en un modesto arte y de sus efemérides, una avanzada de proyecto para estudiosos más jóvenes. Un modo distinto de observar desde una ventana abierta a la realidad de un mundo a nuestro alcance y que, por lo tanto, no queremos olvidar, sino elogiar sus méritos y logros. Ofrezco un merecido homenaje a los que de alguna manera lucharon y se sacrificaron por la salud y el bienestar del isleño, figuren o no en nuestra memoria. Poseen nuestra mejor consideración y respeto en la convicción de que sólo así se pueden comprender y valorar nuestras propias circunstancias, que al fin y al cabo, reflejan lo que sucedía entonces fuera del entorno ciudadano.
                              Miguel Pérez Camacho (1882-1957), nació en Santa Cruz de La Palma y desde muy joven emigró a la isla caribeña de Cuba, en donde estudió Medicina y Cirugía, dándose a conocer como un profesional de prestigio. En un principio dio sus primeros pasos a la Ginecología y, posteriormente, coincidiendo con un notable auge de la disciplina, referida en segunda mención, en varios países de América Latina se perfeccionó como cirujano digestivo, al lado de relevantes personajes cubanos, compañeros de profesión, llegando a dominar nuevas técnicas.
Busto de don Miguel 
                              En Cabaiguán, situada en la antigua provincia de Santa Clara, ejerció como especialista en el campo quirúrgico, fundando la “Clínica del Dr. Camacho” en la que en 1914 practicó una gastroenterostomía en un paciente portador de una úlcera pilórica. Desempeñó la dirección del Hospital de Maternidad e Infancia de La Habana, Hospital Pocurull de Sagua la Grande y honoríficamente del Sanatorio de la última localidad reseñada.
                              Una vez pasado algún tiempo regresó a la tierra natal, 28 de julio de 1932, actuando en el Hospital de Dolores y en su “Clínica Camacho”, después Centro de la Seguridad Social Virgen de Las Nieves y, hoy, transformado en ambulatorio. Continuó con éxito su actividad, cargado de experiencia y pletórico de conocimientos abiertos a la novedad y vanguardia científica de otros países pioneros en el umbral de una era revolucionaria moderna. Fue el primero que hizo en el archipiélago la colecistectomía y la gastrectomía, sesenta intervenciones de la primera y quince de la otra fueron contabilizadas en un año, cuando todavía en el ámbito nacional apenas se practicaba esta última.
Rodeado de cariño y amistad
                             Desarrolló una ingente labor, que le valió acrecentar su bien ganada fama, siendo miembro de la Sociedad Nacional de Cirugía y de la homóloga de Estudios Clínicos, ambas en la capital cubana. En España fue distinguido con la Encomienda y Placa de la Orden de Sanidad y con la Medalla de Oro de su ciudad de origen, que ostenta su nombre en su callejero, al igual que en Santa Cruz de Tenerife, y se perpetúa su popularidad con un busto de bronce en la plaza de La Alameda, junto a los símbolos carismáticos de la Bajada de Nuestra Señora de Las Nieves. Tuvo descendencia y murió residiendo en la capital provincial una vez mermadas sus condiciones físicas.
                              En su residencia familiar, vieja casona solariega con balconada en todo el frente del saliente, y en su patio exterior se halla una copia de la obra original del torso del homenajeado, autoría de Domingo José Cabrera Benítez (1971), (Domingo Cabrera), restaurador-imaginero. La reseña testimonial indica su breve estancia en el barrio de San Sebastián o de La Canela. Sus restos mortales fueron traídos a esta capital isleña, venerados en el cementerio católico.
Antigua Clínica Camacho
                              El epílogo no podría ser otro. En una población pequeña y con pocos lugares de esparcimiento, pese al lustro intelectual. Los médicos sentían la necesidad de reunirse en algunos momentos para sostener cambios de impresiones, contarse casos y cosas de la profesión y solicitarse pareceres y consejos útiles en su práctica cotidiana.
                              Con esa finalidad, un grupo de galenos, decidieron alquilar una casa terrera con patio central, austeramente dotada, donde periódicamente se reunían para dar riendas suelta a su buen humor, echar una cana al aire y cargar las pilas para proseguir su atendimiento entre la humanidad doliente.
Vista lateral de la Clínica Camacho
                              En aquellas reuniones en las que se hablaba de todo lo humano y divino, cada uno contaba su caso más curioso y reciente. Así, en una ocasión, el doctor Camacho relataba su anécdota: cómo le habían llamado para asistir a un parto en domicilio. Al llegar a la casa, se encontró con un panorama desolador, carencia de todo, menos de mujeres alrededor de la parturienta, que la atendían entre risitas y medias palabras. Al preguntar que dónde estaba el marido o padre de la criatura, que ya berreaba junto a su madre, las presentes disimulando la risa le contestaron: “¡Vaya usted a saber…! Y le aclararon, que no se molestara en pasar factura de honorarios, pues allí no había un céntimo. Don Miguel, irritado por la frescura de las señoras, montó en cólera, las increpó y les dijo que para aquel caso normal, bien podrían haber acudido a una comadrona y no al médico más caro de la isla. Cómo de cualquier forma no íbamos a pagar a nadie -le contestaron riéndose- elegimos el mejor.

               BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
     - HISTORIA DE LA MEDICINA PALMERA Y SUS PROTAGONISTAS. Francisco Manuel Toledo Trujillo y Miguel Hernández de Lorenzo Muñoz. Páginas 303 y 304. 
     - FASTOS BIOGRÁFICOS DE LA PALMA. Jaime Pérez García. Páginas 129 y 130.
     - RECUERDOS, ANÉCDOTAS Y LEYENDAS DEL TIEMPO QUE SE FUE. Miguel Hernández de Lorenzo Muñoz. Páginas 90 y 91.

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