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domingo, 4 de noviembre de 2018

HISTORIA DE UN EMBLEMÁTICO TEATRO

                              Fue creado en 1866 por la Sociedad civil de ilustres e interesados intelectuales “Terpsícore y Melpómene”, como lugar de celebración de espectáculos y festejos, satisfaciendo así las necesidades culturales de una población ansiosa de reunir unos parámetros, escasos por aquel entonces, en el arte. Por su capacidad idónea a la exigencia de los habitantes fue llamado popularmente “Teatro Chico”. En unión del homólogo “Circo de Marte”, semejantes a los italianos, completa una actualidad con deseo de aumentar una demanda y ocupar el espacio vacío, causa suscitada por una circunstancia ajena a sus diversas actividades reales.
                              Ocupa el lugar del antiguo oratorio del Hospital de Dolores, fundado en 1514, trasladado en donde hoy se ubica, exconvento de Santa Clara (1603-1837), Orden franciscana femenina (las claras), obligado por la desamortización de Mendizábal, 28 de diciembre de 1837, de los bienes eclesiásticos y las alegaciones del beneficiado de la parroquia Matriz de El Salvador, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), elevadas a las autoridades locales, que por las adversidades ambientales del sitio, flujo constante de las brisas por estar en un montículo y a orillas del barranco del mismo nombre, aconsejaba su inmediato traslado por no reunir las condiciones mínimas de salubridad para los enfermos de dicha residencia hospitalaria y el abandono de las referidas instalaciones conventuales. Mediante solicitud a la reina Isabel II, fue concedida por Real Orden de 14 de junio de 1842.
                              Entonces funcionaban dos pequeños locales, “Oriente” era uno en la actual calle Pérez de Brito y el otro instalado en lo alto del renombrado centro, para apagar la sed de las crecientes necesidades sociales, que se producían  como consecuencia del resurgimiento general experimentado por la isla desde comienzos del siglo XIX.
                              Según un acuerdo de la corporación municipal, 28 de abril de 1866, cede el uso del mismo a Juan Antonio Pérez y ocho vecinos más para el disfrute de eventos lúdicos y festejos públicos. La idea partía de ocultar la fábrica religiosa a la vista de todo visitante.
                              No se consideraba compatible la presentación de piezas escénicas en el contorno de un inmueble de dicha índole por considerarse profano en contraposición del origen del otro. La misión principal fue adaptarlo en el espacio interior, que alberga las escasas dependencias y servicios.
                              La estructura es ligera introducida y soportada por una más fuerte, compuesta por los muros del primitivo recinto sagrado. Posee un cuerpo de entrada por Díaz Pimienta, anteriormente La Cuna, ocupando el sitio del presbiterio, que en esta parte existe una serie de elementos propios de la decoración menuda y de tipo temporal realizado en el pasado. Dos puertas y ventanas componen su frente en el mejor estilo canario en el tratamiento de la madera, dando acceso a la planta baja e iluminando la de arriba. Los huecos de introducción de los espectadores, tanto en parte baja como a nivel del entresuelo, se hallan formados por carpintería de muy escaso valor y torpe de ejecución.
                              El techo de la referida dependencia está constituido por el forjado que soporta al piso superior, que albergó una cafetería. Fue modificada en los años 1957/58 por la instalación de la emisora “La Voz de la Isla de La Palma”. Resumiendo, se utilizó para diferentes cometidos de índole juvenil, Frente de Juventudes, festivales escolares, ideológicos, dependencias municipales…
                              En el mismo, aún, se puede ver parte del arco toral o de embocadura presbiteral de la primitiva capilla. Una estrecha escalera conecta ambos desniveles, quedando oculta la reseñada formación de fonolita clara, tosca y sencilla de localizar. Siguiendo la descripción nos encontramos con un desnivel escalonado en distribución de brazos abiertos simétricamente, conformando un dosel y configura una prolongación hacia fuera. Sus ornamentos son similares a los del resto del inmueble, sin adscripción concreta a una determinada opción estilística, pero en la misma línea de insinuación historicista.
                              La nave del templo constituye el patio de butacas de herradura y en cuyas paredes se han descubierto los restos en donde estuvieron los primeros focos de iluminación. El escenario, enfrentado a lo que fue el Altar Mayor, y los palcos de proscenio están formados por chapas o cartón conectados a una confección pintada, alegórica a la música y al mundo de la farándula. En medio de ángeles, se muestra el escudo de Santa Cruz de La Palma sobre una composición de fondo de nubes y guirnaldas vegetales, que en él se distingue un fragmento de la zarzuela “Cádiz” de Chueca y Valverde Durán, siendo autor el pintor madrileño, afincado en el barrio de San Sebastián, Ubaldo Bordanova Moreno (1866-1909). El foso de la orquesta es de dimensiones reducidas, cuyo suelo puede ser adaptado como salón de baile o de sala para otros menesteres mediante un sistema de elevación mecánica.
                              Detrás y hacia el sur del sitio de las representaciones está el pórtico de piedra roja de estilo neo mudéjar, disimulado por una sucesión añadida hacia la Avenida El Puente (Rambla de Cuba) y que hoy es un hall. Menciono la división en tres cuerpos perfectamente reconocibles y, sobre todo, por la diferencia de alturas.
                              En 1997 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de Monumento. Se sometió a múltiples medidas de seguridad para salvaguardarlo de cualquier percance adverso, por lo que se abrió una salida de emergencia hacia Pérez Volcán.
                              En el presente es el Cine Teatro Chico Municipal, devolviendo a la capital un área de ocio, entretenimiento y a la vez un complemento de proyección a los propósitos generales: medios audiovisuales y nuevas películas de estreno.

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