La identidad del almendro en flor es una ventana abierta,
sinónimo, de floración, estabilidad, permanencia, continuidad de un ciclo y
tradición de un cultivo. El tiempo da forma a un momento especial con unas características
determinadas en medio de la estación invernal y por la cercanía primaveral.
Suscita la poesía, pintura… Abre el corazón de par en par y
expande el alma ante tanta belleza a través de la interacción con el paisaje,
real sintonía sinfónica con la misma naturaleza, que se esparrama por las
laderas volcánicas, como blasones de dormidos dragones, forjadas durante siglos
en titánicas luchas por una coordinación con los intensos azules del cielo y
mar.
La seducción es un don cuando hay materia fragante ávida de
cultura, inspirada por el fruto arbóreo y de sus gratificaciones nutricionales,
medicinales…
“La patria es una peña, /la patria es una roca, /la patria es
una fuente, /la patria es una senda y una choza. /Mi patria no es el mundo; /mi
patria no es Europa; /mi patria es de un almendro /la dulce, fresca,
inolvidable sombra”. (Nicolás Estévanez Murphy [1838-1914]) (*).
En febrero los pueblos con sabor dulce al fruto mencionado se
visten de gala y así nos hacemos portadores de la esencia fundamental: “La
ocasión homenajea las sólidas y poderosas columnas del almendrero rematadas por
nudosos capiteles, la recia arquería de sus ramas y la geométrica celosía de su
enlazada cúpula floral, elementos que componen una singular arquitectura de
vivas catedrales que nos ofrecen su festejado fruto. […] Son numerosos los
pueblos y campos de España que celebran las tempranas galas que ofrecen los
almendros en flor, pero en algunos lugares el almendro forma parte de una
confluencia en la cual los espacios y tiempos sagrados se enraman […]. Los
estudiosos europeos del siglo XIX pusieron ya de manifiesto la importancia del
árbol en el desarrollo humano y el culto al árbol en los pueblos primitivos
(que parece remontarse hasta el Paleolítico), y después en la historia integral
del pensamiento y de los sentimientos humanos. Los árboles son, casi siempre,
los más antiguos templos, puesto que, en lo que se sabe, los primeros
santuarios fueron los propios árboles o bosques a cielo abierto […]. Entre los
persas y los germanos sus dioses moraban en los bosques, sin imágenes ni
paredes. Los almendros eran heraldos de fertilidad, en Grecia y Roma se
repartía almendras en las bodas para asegurar una feliz descendencia al
matrimonio, y en China su floración representaba la belleza femenina… (Jacobo
Grimm).
El medio natural de Puntagorda durante la floración del
almendrero, puede enmarcarse bajo la definición que el filósofo Nietzsche hace
del concepto de lo festivo, en relación con un estado de embelesamiento y de
efervescencia ante la naturaleza que él denominaba “estado dionisiaco”. La
floración del almendrero es signo de renacimiento de la naturaleza y de una
vigilancia atenta a las primeras estelas de la primavera. […] Según las
sagradas escrituras, Dios reveló al profeta Jeremías: Yo soy un almendro. A ti
te ha correspondido ser mi profeta durante el invierno de la historia de mi
pueblo, recuerda que junto a ti está el Señor que como un almendro vela por tu
vida y la de su pueblo, hasta que llegue la primavera” (*).
Ha sido siempre un símbolo manifiesto de inspiración, un
obelisco de vida que se despliega con exuberancia en el marco estrecho de las
palabras.
El pintor neerlandés, Vincent van Gogh (1853-1890),
inspirándose en la xilografía japonesa hizo un cuadro, que fue regalo para su
hermano Theo y esposa, con alusión al tema expuesto en este trabajo, tras serle
informado del nacimiento de su sobrino y bautizado con su mismo nombre, motivo
por el que se enfadó mucho.
Es uno de los primeros indicativos que decora los campos
isleños con sugerente subjetividad, al igual que en el resto del mundo. Muestra
una estampa única digna de observar por nativos y forasteros.
(*) Programa de la Fiesta del Almendro en Flor. Puntagorda-La
Palma 2019.
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