fecha

 

domingo, 20 de octubre de 2019

EL INOLVIDABLE VIEJO LIBRO

                              Llevaba algún tiempo sin acordarme de un viejo libro, por excelencia un antiguo y querido poemario, que guardo celosamente por su interés sentimental y de honda belleza hecha en su edición, pero hace muy poco me acordé de él, viniéndome a mi memoria gratos recuerdos de aquel otoño de 2003, a expensa de los viajes entre Tenerife y La Palma. De pronto, una estimable amiga, Maribel Trujillo, me lo regaló con todo el afecto del mundo. Pertenecía a sus padres desde su infancia y con toda certeza lo consideró valioso en mis manos y así fue. Sencillo y honesto, aunque grande en su contenido, me sedujo hasta tal punto de transportarme a un mundo de pompas de jabón, que se llevan el viento. La originalidad y agudeza de sus poemas se hicieron célebres en mi corazón.
                              Recuerdo llevarlo a mi casa con bastante ilusión, como si me hubiera encontrado un tesoro o una valiosa perla, que con ansia lo devoré apasionadamente. Sus hojas las pasaba sigilosamente con la suavidad requerida, dándole mimo y sitio en mi librería abarrotada de otros ejemplares. La vida, desde ese entonces hasta hoy, es una burbuja de aire ligero como si flotara ausente.
                              En medio de la incertidumbre encontré aquel soneto con fecha 15 de noviembre de 2003, antes mencionado, con la dedicación siguiente: “A Maribel Trujillo y familia, con afecto y por el obsequio del libro de poemas”.
                              VIEJO POEMARIO.- Portada de cartón azul y viejo/es tu presencia y no falaz memoria/de un pasado lejano en la historia,/repleto de años con olor añejo.//Haz arrullado con audaz manejo/el bello poema como en gentil noria,/en la hoja carcomida y notoria,/de un pequeño libro ameno y complejo.//Versos de la esperanza y del estío/en tus entrañas riman libremente/(cual) melodioso fragmento de rocío.//Gracias, porque a mis manos gratamente/llegan con fragancia y sin desvarío/y enriquecen mi mensurada mente.
                               Para finalizar, quiero ofrecer un sencillo ensayo de un sueño fantasioso, que por primera vez, realizo con la certera mención de algo imaginado a consecuencia de la alucinación sufrida por el recuerdo emotivo y sincero de haber tenido un encuentro fascinante.
                              No sé si se trata de un cuento hecho leyenda o viceversa, como diría Adolfo Gustavo Bécquer. Un día cualquiera del calendario gregoriano estaba en la quietud de mis pensamientos y, entonces, oí voces autorizadas en el buen quehacer literario, que salían de los diferentes estantes de mi biblioteca. Yo sugeriría de arriba y de abajo, de la derecha y de la izquierda, de todos los lados sin distinción de lugar, como la de Antonio Machado, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Pedro Calderón de la Barca, Gustavo Bécquer, Lope de Vega, Rafael Alberti, Pablo Neruda, Tomás de Iriarte, Gilberto Alemán, Luis Cola, Camilo Cela, Antonio Alarcón. Jovellanos, Espronceda, José Pérez Vidal, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez… y cientos de ellos más, que poco a poco se iban identificando  de manera conmensurada.
                              Quedé atónito al escuchar como la conversación suscitada entre ellos giraba sobre la ubicación de la nueva obra. Todos la deseaban tener junto a él… Unos y otros daban una extraordinaria idea de atraerlo hacia sí. La que me pareció muy curiosa fue la de Juan Ramón, que quiso llevarlo a su lado encima de la grupa de Platero, suave y abundante en pelaje, limpio y bien peinado. Sin más, me daba de bruces cuando sentí unos pequeños toques en mi hombro. Era mi esposa despertándome de una profunda pesadilla, que había tenido a eso de la media noche. Lo soñado me sugirió, por supuesto, una repentina inquietud de dar lo relatado con exactitud y vehemencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario