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domingo, 27 de octubre de 2019

EL ÚLTIMO VIAJE DEL VALBANERA

Una vez más llegando a puerto
                              Una vez más comento lo sucedido en el mundo de la navegación a vapor, no como un naufragio cualquiera, sino especial por estar relacionado con la isla de La Palma, ya que desde nuestro puerto zarpó hacia Cuba el inolvidable buque Valbanera. No lo hago como un acontecimiento del pasado, ocurrido con un tinte trágico en circunstancia inusual y no acompañada con feliz solución para el trasatlántico español en lo que fue su última singladura por las aguas profundas del azul océano Atlántico y mar Caribe.
                              La travesía era conocida por la tripulación de a bordo y oficiales, considerados como viejos lobos de mar, por su experiencia en el manejo de los medios náuticos del momento.
Navegando en alta mar
                              Lo trazado en la hoja de ruta (carta), mediante la regla, cartabón y sextante, instrumentos habituales usados en ese entonces e imprescindibles en el puente de mando (castillo) de todos los barcos, tendría señalado correctamente la dirección o destino a Santiago de Cuba, primer puerto de la isla caribeña, haciendo escala en Puerto Rico, y prosiguiendo a La Habana, con más de un millar de pasajeros, peninsulares y canarios, entre ellos palmeros, en busca de unas mejores condiciones humanas en la economía personal y familiar, mujer e hijos, dejados atrás por esa precariedad social existente en la España, envuelta por unas condiciones extremas de pobreza.
                              ¿Qué sucedió antes del fatal desenlace? ¿Antes o después de hacerse a la mar hacia La Habana no se le comunicó un parte meteorológico? ¿Si fuese positivo la anterior sugerencia, cómo no se formularon precauciones de retención de salida? Formular un juicio sensato, sería insensato, según mi opinión, y creo que lo mejor sería dejarlo en el entorno de lo casuístico e inevitable.
Muestra gráfica de la ruta
                              Hagamos un paréntesis para indicar, sin más preámbulo, que la Perla de las Antillas se convirtió en el otro gran destino americano de la migración canaria. La atracción de mano de obra isleña, influenciada por contratos usurarios, fue una de las vías para completar un déficit ocasionado por un novedoso sistema parcelario.
                              Los hacendados deseaban beneficiarse de la grave crisis existente en el archipiélago canario y, entonces, una vez advertida de tal acción, las asociaciones isleñas denunciaron los abusos cometidos por los mismos sujetos, antes reseñados, y trataron de promover la emigración en condiciones favorables.
                               La reducción del coste del transporte (flete o billete), con el desarrollo de las compañías marítimas o consignatarias de vapores, a distintos puntos del Nuevo Continente, favoreció de forma temporal. Los grandes gigantes de acero sustituyeron a los veleros locales, rebajando sensiblemente el precio del viaje.
Restos del naufragio
                              De manera sorprendente se brindó campesinos experimentados en compaginar todo tipo de labores agrícolas desde el tabaco o la caña de azúcar a la recogida de frutas, que se podían alternar a lo largo del año.
                              Contar los malos augurios, que se transmitían de unos a otros, es abrir un nuevo capítulo de nuestra historia y empezamos por el cambio de una consonante en el nombre de la advocación de la Virgen riojana (Valvanera) y otro sería el de aquella niña que, con amargos llantos, le decía insistentemente a su mamá, que no quería embarcar en ese barco, porque se iba a hundir. Por último, pudiera ser el considerarse como el Titanic español, ya que a la nave original británica, la mayor del mundo de la primera mitad del siglo XX, soberbiamente se creyó insumergible.
                              La fuerza desmesurada de un huracán arremetió contra la endeble estructura de la embarcación fantasma, como se llamó en medio de la consternación y desdicha, no cambia en nada las numerosas supersticiones y opiniones emitidas a destajo. Se vertieron los términos previstos para desembocar en lo impensable. No recordemos un siniestro fatal en toda su magnitud, lanzado en una prensa sensacionalista, sino ofrezcamos por las almas de las 488 víctimas un padrenuestro, avemaría y gloria.

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