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domingo, 2 de agosto de 2020

UNA CARTA PARA LA PAZ

                              La frente parece contener pensamientos que abarcan todo el acontecer humano, desde lo más sencillo hasta lo inalcanzable, desde los momentos prometedores de feliz augurio hasta aquellos en que las atrocidades se manifiestan. Es necesario hablar de los mensajes de concordia en un mundo desorientado y envuelto por la masacre y crímenes contra la humanidad. Tales circunstancias llegan en una etapa de incertidumbre, para hacer que la comunidad internacional y cualquiera de nosotros nos movilicemos con el fin de dar una solución definitiva al problema, tras serias negociaciones.
                              El vocablo horrendo no valora, ni siquiera de manera peyorativa, tan tremendas situaciones y sucesos ocurridos en las hostilidades de diferentes países. Desear la paz, no es mantener una propuesta de respetar un alto el fuego, ni tampoco establecer reuniones unilaterales, dedicadas a tratar asuntos de seguridad y lucha antiterrorista, sin una predisposición de consolidar la libertad incondicional a deshacer la tiranía u opresión de los Derechos Humanos.
                               Siento en la sombra del silencio el prejuicio que las contiendas bélicas acarrean a los pueblos, que serán arrasados sin piedad y discriminatoriamente. Por la importancia de su contenido, transcribo las palabras que Jacinta Marto, vidente de las apariciones de Fátima, le dijo a su prima Lucía: “¿No ves tantas carreteras, tantos caminos y campos llenos de gente llorando, con hambre, y sin tener nada para comer?”.
                              Sobre los conflictos mundiales reproduzco de la referida vidente, que llama la atención por su carácter profético, lo siguiente: “Nuestra Señora dice que en el mundo hay muchas guerras y discordias. Las guerras no son sino castigos por los pecados del mundo…”.
                              Es ardua la labor de tantos hombres y mujeres que se empeñan en llevar amistad y sosiego en donde escasea o no existe. Mientras sigamos leyendo en La Prensa titulares de atrocidades cometidas en diferentes lugares, quedaremos perplejos ante muchísimas adversidades en un planeta, que es un rompecabezas difícil de solucionar o un laberinto que a todos nos trae por la calle de la amargura.
                              La necesidad del diálogo es primordial para conseguir una mayor cordura en las relaciones sociales, una mejor hermandad en donde hay indiferencia u odio y, sin caer en el sarcasmo incontrolado, ayuda a los más débiles que padecen hambre, opresión en cárceles y campamentos de refugiados, vejaciones vergonzosas, xenofobia, homofobia, racismo, sexismo, maltrato de género, cinismo, intolerancia religiosa, antisemitismo…
                               Podéis pensar más de uno que no es posible conseguir la armonía en un universo rodeado por el egoísmo y por la escasez de medios humanos, económicos, sociales y morales.
                              Hago presente las reflexiones siguientes: “La paz es amar a los demás. Hacer uso de ella es saber perdonar, es querer ayudar a quien lo necesita. Es felicidad cuando reina la calma entre todos, ya que es una jornada menos de violencia”.
                               Me uno al sufrimiento de los niños, que pasan hambre en países enemistados con otros, haciendo llegar una carta escrita desde Canarias:
                              “Queridos amigos: Un saludo para todos con alegría y solidaridad de poder resolver el mal momento que estáis pasando en vuestro país.
                              Me encuentro algo lejano de esos tiros y cañonazos, hambre y dolor de perder vuestros padres, hermanas y hermanos, amistades… compatriotas y amigos. Siento pena por tantas calamidades y pido a Dios que pronto vivamos en paz y en libertad, que el astro sol nos alumbre con una sonrisa perenne en el rostro, al igual que la luna nos guiñe sus ojos en el cómplice momento de iluminar nuestro caminar por la noche. Un abrazo fraternal”.
                              Con el propósito de hacer partícipe a los lectores de este mensaje, como meditación y soporte de vuestras vidas, termino el mismo con la satisfacción de cumplir una misión personal y de ayuda humanitaria, que sirva de testimonio una vieja profecía: “Para cada dolor habrá un olvido y para cada amor una esperanza”.

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