La frente parece contener pensamientos que abarcan todo el
acontecer humano, desde lo más sencillo hasta lo inalcanzable, desde los
momentos prometedores de feliz augurio hasta aquellos en que las atrocidades se
manifiestan. Es necesario hablar de los mensajes de concordia en un mundo
desorientado y envuelto por la masacre y crímenes contra la humanidad. Tales
circunstancias llegan en una etapa de incertidumbre, para hacer que la
comunidad internacional y cualquiera de nosotros nos movilicemos con el fin de
dar una solución definitiva al problema, tras serias negociaciones.
El vocablo horrendo no valora, ni siquiera de manera
peyorativa, tan tremendas situaciones y sucesos ocurridos en las hostilidades de
diferentes países. Desear la paz, no es mantener una propuesta de respetar un
alto el fuego, ni tampoco establecer reuniones unilaterales, dedicadas a tratar
asuntos de seguridad y lucha antiterrorista, sin una predisposición de
consolidar la libertad incondicional a deshacer la tiranía u opresión de los
Derechos Humanos.
Siento en la sombra del silencio el prejuicio que las
contiendas bélicas acarrean a los pueblos, que serán arrasados sin piedad y discriminatoriamente.
Por la importancia de su contenido, transcribo las palabras que Jacinta Marto,
vidente de las apariciones de Fátima, le dijo a su prima Lucía: “¿No ves tantas carreteras, tantos caminos
y campos llenos de gente llorando, con hambre, y sin tener nada para comer?”.
Sobre los conflictos mundiales reproduzco de la referida
vidente, que llama la atención por su carácter profético, lo siguiente: “Nuestra Señora dice que en el mundo hay
muchas guerras y discordias. Las guerras no son sino castigos por los pecados
del mundo…”.
Es ardua la labor de tantos hombres y mujeres que se empeñan
en llevar amistad y sosiego en donde escasea o no existe. Mientras sigamos
leyendo en La Prensa titulares de atrocidades cometidas en diferentes
lugares, quedaremos perplejos ante muchísimas adversidades en un planeta, que es
un rompecabezas difícil de solucionar o un laberinto que a todos nos trae por
la calle de la amargura.
La necesidad del diálogo es primordial para conseguir una
mayor cordura en las relaciones sociales, una mejor hermandad en donde hay
indiferencia u odio y, sin caer en el sarcasmo incontrolado, ayuda a los más
débiles que padecen hambre, opresión en cárceles y campamentos de refugiados,
vejaciones vergonzosas, xenofobia, homofobia, racismo, sexismo, maltrato de
género, cinismo, intolerancia religiosa, antisemitismo…
Podéis pensar más de uno que no es posible conseguir la
armonía en un universo rodeado por el egoísmo y por la escasez de medios
humanos, económicos, sociales y morales.
Hago presente las reflexiones siguientes: “La paz es amar a los demás. Hacer uso de ella
es saber perdonar, es querer ayudar a quien lo necesita. Es felicidad cuando
reina la calma entre todos, ya que es una jornada menos de violencia”.
Me uno al sufrimiento de los niños, que pasan hambre en
países enemistados con otros, haciendo llegar una carta escrita desde Canarias:
“Queridos amigos: Un
saludo para todos con alegría y solidaridad de poder resolver el mal momento
que estáis pasando en vuestro país.
Me encuentro algo
lejano de esos tiros y cañonazos, hambre y dolor de perder vuestros padres,
hermanas y hermanos, amistades… compatriotas y amigos. Siento pena por tantas
calamidades y pido a Dios que pronto vivamos en paz y en libertad, que el astro
sol nos alumbre con una sonrisa perenne en el rostro, al igual que la luna nos
guiñe sus ojos en el cómplice momento de iluminar nuestro caminar por la noche.
Un abrazo fraternal”.
Con el propósito de hacer partícipe a los lectores de este
mensaje, como meditación y soporte de vuestras vidas, termino el mismo con la
satisfacción de cumplir una misión personal y de ayuda humanitaria, que sirva
de testimonio una vieja profecía: “Para
cada dolor habrá un olvido y para cada amor una esperanza”.
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