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domingo, 18 de abril de 2021

MI PLATERO DE AHORA

El Carnaval de Platero
 
                            Otra vez tengo la intención de contarles como es mi Platero de ahora, en una nueva andadura. Lo hago inclinado a la motivación de todos, sin querer influir con sentimientos personales. Mis comentarios, según parece se fundan en la idea de una aventura de un burrito suave, peludo y dócil, manso como una oveja pastando por verdes prados, al igual que los miles de ellos, que hay en todo el planeta y por la vida. Lo mismo que el escritor, esclavo del apego al cariño y cuidado, según una bondad sin límites. Me considero así más humano, acompañando a tantos de ellos, deambulando por caminos sin saber a dónde se va.                                                                          ¿Cuántos Plateros marginados necesitan de nuestra comprensión? No sé si alguna vez nos hemos hecho esa pregunta y para que parte hemos girado la cabeza, dejando la respuesta ahogada en el interior de nuestros egoísmos, incongruencias, partidismos y enfrentamientos sin contundencia.                                                   
Una mirada compartida
                                    Recuerdo haberlo visto ofrecer resistencia, convirtiéndose en protagonista en la escuela, familia y en una sociedad inmersa en el consumismo, deshumanizado. Al principio, me pareció tímido en medio de la selva o jungla, pero supo abrirse camino e imponer su propio ego.                                                              Llegó el momento, porque debía hacerlo. De pronto, obligado por mí, rompió su manera de actuar, honesta y simplemente positiva a la relación con los otros, compartiendo el dictado emitido por su corazón. Se sentaba solo en un banco del patio y con los ojos fijos en el infinito  no participaba en el juego.
Retales de palabras
                           Empezó a hablar con sus compañeros, transformando aquella pasión que lo apartaba. Explotó en mil palabras, que al despegar los labios se integró en el entorno escolar. Desde ese instante quiso hacer de la vida un hecho positivo, a pesar de todo lo malo, que le había sucedido.                                                                                      Había tenido una experiencia marcada por un destino incierto, dominado por el espectro de la marginación. Su reputación circulaba de boca en boca por el colegio y con más fuerza entre aquellos que él consideraba “amigos de verdad”. La madurez no es vivir mucho tiempo rodeado de un ambiente hostil, o no. Tampoco es comprender mucho. Hay quien cree que entender lo que dicen, le da derecho a ser protagonista en la acción recíproca. Sobrevivir no se puede comparar a un universo cada vez más heterogéneo, en donde es muy difícil y, al mismo tiempo, complicado imponer nuestras pautas.                                                                                                               Sin embargo, silencioso y con miradas resentidas, consiguió una familia de acogida. Es terco en defender el presente, puesto que su pasado le produce nerviosismo. De ninguna manera no es responsable de las expectativas que se hayan formado a su alrededor. Es la sociedad con sus maquinaciones la causante del mal y del bien, que nos conduce a conflictos y a dramas indeseables. Nadie debe sentir la obligación de sostener sobre sus hombros el hecho de que otros esperen algo que no les puedes dar.
Recibe emociones y ternura
                       En mi mente surge un epílogo de especial interés para este trabajo “Mi Platero de ahora”, la misma lírica escrita por Juan Ramón Jiménez (1881-1958), que recrea poéticamente la vida del asno. Es muy célebre el primer párrafo: “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.                                                                                     Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: ¿Platero? Y viene a mí con un trotecillo alegre, que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…”.                                                                                             El poeta en el Madrid de 1914 hace la siguiente advertencia a los hombres que lean este libro para niños, que dice: “¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te halle yo en mi vida, mar de duelo; y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del amanecer! En donde la alegría y la pena son gemelas, como en tantos otros repartidos por nuestra geografía mundial, semejante al Platero de nuestra narrativa real y al de Juan Ramón acaecida en el sitio, colegio e isla X.

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