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domingo, 19 de diciembre de 2021

SANTA CRUZ DE LA PALMA: RINCONES CON NOMBRE (XXI)

                              MIRADOR DE CALCINAS: ¿Cómo llegar al mirador? Es muy fácil ascender desde el puerto de Santa Cruz de La Palma por la LP-202, conocida por la carretera de Timibúcar, en su primer tramo, o de La Concepción. A poco de iniciar el ascenso nos hallamos una bella escultura titulada “Natura”, cuya autora es Pilar Gutiérrez Salamanca, “PeGé”, con una perspectiva de libertad y con vista al mar, desafiando a la lejanía.

                              Se sigue subiendo por una vía sinuosa que nos lleva al mirador, invitándonos a ver la parte alta del municipio, se contempla la ciudad y Puntallana. Desde aquí divisamos la casona señorial de la Quinta Verde a los pies y los Molinos de Bellido un poco más hacia el oeste. El barranco de los Dolores, que hoy se encuentra soterrado bajo la avenida de El Puente. La propia carretera de acceso ofrece vistas puntuales sobre el lado sur, que incluye el muelle capitalino y el Risco de la Concepción de Breña Alta.

              La presencia de esta hacienda, Quinta Verde, construida en el último tercio del siglo XVII, contrasta con las grandes edificaciones y centros comerciales, al igual que sus hermosos palmerales y jardines, que envuelven sus alrededores, se yerguen y oxigenan el cemento dominante.

                              Llena de leyendas recreadas por músicos y poetas, con un amplio y bello paseo por su fachada principal dando acceso a un patio interior, pervive como una foto fija de una enorme potencia estética con vivencias reales o imaginadas, fruto de los más furtivos pensamientos humanos creados por el más leve misticismo de diversas creencias y movimientos sociales, culturales y libres pensadores, pero huérfana de una finalidad de uso, de una vida coherente con el valor patrimonial que posee, siendo la finca un inmueble tan entrañable y sentimental declarado Bien de Interés Cultural (BIC).

                              Tiene en su haber un rico bagaje histórico y literario con reminiscencias masónicas, en donde el silencio te susurra al oído y la mirada se paraliza sumida en lo más hondo de tu ser. En ella se respira los ruidos y cantos primaverales, embalsamadores de vida y de plena libertad, manifestado con la brisa de montañas que apresuradamente circulan hacia el cercano mar, que en un antaño fuera interrumpida en tiempos invernales por el brusco saltar entre las piedras de las aguas torrenciales venidas desde las cumbres.

       La única moradora seguirá siendo la sugerencia en noche de luna llena observar el alma de la excepcional poetisa Leocricia Pestana Fierro (1853-1926), una de sus ilustres residentes, la dama del traje blanco o negro, según la ocasión, merodeando y escribiendo sobre los pétalos de las cándidas rosas del alicatado rocío. La capacidad intelectual de esta mujer letrada le permitió sortear los avatares de la época y mantenerse fiel a su filosofía y a sus ideales hasta su muerte dentro de la soledad constructiva que vivió en esta referida mansión.

                              Los Molinos de Bellido, lo segundo, que se ve desde este rincón con nombre, son edificaciones del XVI, impulsados por la caída de la canalización del agua, que servía para la molienda del cereal, popularmente conocido por grano, y a la obtención del gofio, exquisito alimento canario.

          Construidos en 1882. Llevan el nombre de Juan Vandewalle Vellido quien en 1609 cedió parte de los terrenos para el paso del primer canal de abastecimiento público. La importancia de abastecer la capital con agua de abasto hizo que se realizaran muchas obras acuíferas en la isla. Los Molinos de Bellido se construyeron junto al canal para así aprovechar la caída del preciado líquido y mover la ingeniosa máquina de producir harina o gofio. De todos ellos que componen el lugar, sólo uno está habitado, el resto se hallan abandonados.

                              La propiedad de los molinos recaía antiguamente en nobles y burgueses, pues era bienes suntuarios de difícil adquisición, cuyas reparaciones resultaban costosas, siendo arrendadas a molineros por periodos de tiempo estipulados contractualmente.

                              La evolución de la tecnología a lo largo del XX, llevó al desuso de los mismos, tal como habían sido concebidos en sus comienzos, ya que se conseguía una mayor rentabilidad y una menor dependencia de los elementos naturales. Sus vestigios, como testigos del pasado, son ejemplos de sostenibilidad y de un uso ecológico de la energía para actividades industriales.

                              A lo lejos, se divisa, entre otras construcciones, La Palmita, colegio de Santo Domingo de Guzmán. Desde la fecha de 1908, ha desarrollado su labor docente en el seno de la sociedad de Santa Cruz de La Palma, habiendo pasado por sus aulas generaciones de niñas, niños y jóvenes

          Su fundador Domingo Cáceres Kábana (1855-1907), prestigioso abogado, natural de Los Llanos de Aridane, había resuelto emplear una parte de sus bienes en la fundación de una Comunidad religiosa dedicada a la enseñanza, que admita alumnado gratuito. Poseedor de una bien saneada fortuna, demostró su altruismo y altos valores humanos al tratar de fundar en la casa de su hacienda, una institución benéfica para educar a huérfanas desamparadas.

                              Otorgó testamento ante el notario Aurelio Gobea Rodríguez a 14 de marzo de 1907, y en su cláusula sexta dice textualmente: “Quiero y dispongo que con las fincas que expresaré en este mi testamento, se constituya un Instituto benéfico para la educación de huérfanas, señalando como local la casa enclavada en la finca titulada La Palmita, bajo las órdenes y dirección del Excmo. e Iltmo. Señor Obispo de Canaria Doctor Fray José Cueto Díez de la Maza, o para cualquier otra institución que dicho Señor Obispo tuviese por conveniente, de carácter benéfico-religiosa”.

                              Sin embargo, aunque muy tarde, su última voluntad sí pudo ser cumplida por la Congregación. El 5 de junio de 1953, se trasladaron solemnemente sus restos a la Capilla del Colegio.

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