Después de 10 días sin actividad, por fin, el final de una erupción, tras 85 días y 8 horas de duración. La más larga, desde aquel domingo, 19 de septiembre, a las 15,11 horas. En concreto finalizó el pasado lunes, 13 de diciembre, a las 22,21 horas, una vez cumplido el plazo dado, viernes, 24 de diciembre. Lo que ha hecho que haya sido el volcán que ha durado activo más tiempo, desde que se tienen datos históricos de las erupciones en La Palma. Además, de ser la que más hectáreas ha afectado con 1219. La segunda, más larga fue la de Tajuya en 1585, que duró 84 días y la lava ocupó 480 hectáreas. Fue la de Martín en 1646, la segunda, que más superficie afectó con 760 hectáreas, que duró 82 días. En el año 1677 el de San Antonio duró 66 días y su lava ocupó 650 hectáreas. La quinta, más larga, fue la de El Charco, en 1712, con 56 días y 490 hectáreas afectadas. En 1949 la de San Juan, que duró 47 días y afectó a 450 hectáreas, mientras que la anterior a la actual, la del Teneguía, ha sido la más corta con 24 días de duración y con 213 hectáreas afectadas.
Consistió en un fenómeno natural lleno de muchas sorpresas,
variaciones constantes durante su proceso eruptivo. Unos decían que eran por
sus peculiaridades evolutivas, que si estromboliano, hawaiano o vulcaniano y
otros por su constitución magmática, sobrealimentada, quizás de distintos
medios o tipos de piroclastos… Tras casi cien días en los que miles de personas
han sufrido escenas desgarradoras de destrucción y pérdida. Tras la desolación,
las viviendas, iglesias y colegios sepultados por la lava implacable y la
ceniza, zona industrial calcinada y las plataneras derruidas… Ahora, es cuando
comienza la lucha en medio de la pura realidad, no sin riesgos subyacentes,
como la presencia de gases nocivos.
Tan rápidos fueron los cambios de comportamiento del mismo,
que vivimos tiempos convulsos, que a nadie se nos escapa. La evidencia es de
tal magnitud, que es uno de los pocos consensos universales a los que hemos
llegado. Tiempos convulsos que lo son a nivel general, por lo sucedido o con lo
que estamos presenciando en La Palma.
No podía dejar pasar por alto la ocasión de referirme a este
acontecimiento. Toda atención que se le preste es poca, poquísima. Y mi granito
de arena quería aportarlo a través de estas palabras. Imposible de olvidarme
del inesperado acontecimiento vulcanológico y de mis paisanos, entre ellos
familiares y amigos, del otro lado de Cumbre Vieja.
Que la reclamación no deje de hacerse. Que lo reclamado
llegue. Depende de otros, aunque, también, de una gran parte de nosotros.
Ayudar a La Palma y a quienes sufren el fenómeno es una de las premisas, que
más se ha repetido y se repite en muchos rincones del mundo. La solidaridad
está siendo tan fuerte como las coladas, las explosiones o el humo vertido a la
atmósfera.
La isla desvela su nueva cara como si se tratara de un lienzo
pintado por el magma del volcán, aún, sin nombre oficial. La orografía del
suroeste es distinta con un terreno escarpado e intransitable, creando tubos que
conducían el material lávico hacia el mar, formando fajanas.
La economía ha sido golpeada, primero, por la COVID-19,
luego, por un incendio forestal y, finalmente, por un volcán. Una de cal y otra
de arena. La vuelta a las viviendas de la zona de exclusión llevará un tiempo
por esa presencia de gases nocivos para la salud.
El drama se acentúa para los agricultores, ya que quinientas
familias, aproximadamente, dependen de sus pequeñas producciones de plátanos,
sepultadas por toneladas de coladas, y, también, los más de cinco mil
productores de esta fruta deberán afrontar a una lucha continua contra la
ceniza que invade sus cultivos con graves pérdidas.
Las actuaciones previstas en viviendas, indemnizaciones y
coberturas asistenciales por ambos gobiernos, central y regional, han de
hacerse efectivas con carácter urgente. Esta es una reconstrucción contra
reloj, pues al daño material se añade, con el silencio definitivo del volcán,
el efecto retardado de los sentimientos. Miles de personas fueron evacuadas
ante el riesgo de ser alcanzadas y una parte considerable de ellas no tienen a
donde volver, ni tienen fácil recomponer sus vidas, lejos del lugar natal.
El final de la erupción es el principio de un amanecer
insospechado de la reconstrucción. Toda la inmediatez con que se actúe a partir
de ahora, al hacer efectivas las ayudas e inversiones, es poca.
Resumiendo lo comentado, decimos: “El final de la erupción de
Cumbre Vieja es el principio de la reconstrucción de la isla. Toda la
inmediatez con que se actúe a partir de ahora, al hacer efectivas las ayudas e
inversiones es poca. Es un compromiso del Estado y de la Comunidad Autónoma. La
Palma, ahora es un símbolo y un termómetro. Es el símbolo de un periodo de
devastación en toda Europa y en todo el mundo, a causa de la pandemia es una
asignatura que el Gobierno ha de aprobar y Canarias no puede suspender”.
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