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domingo, 9 de enero de 2022

SE APAGÓ EL VOLCÁN EN LA PALMA

                   Después de 10 días sin actividad, por fin, el final de una erupción, tras 85 días y 8 horas de duración. La más larga, desde aquel domingo, 19 de septiembre, a las 15,11 horas. En concreto finalizó el pasado lunes, 13 de diciembre, a las 22,21 horas, una vez cumplido el plazo dado, viernes, 24 de diciembre. Lo que ha hecho que haya sido el volcán que ha durado activo más tiempo, desde que se tienen datos históricos de las erupciones en La Palma. Además, de ser la que más hectáreas ha afectado con 1219. La segunda, más larga fue la de Tajuya en 1585, que duró 84 días y la lava ocupó 480 hectáreas. Fue la de Martín en 1646, la segunda, que más superficie afectó con 760 hectáreas, que duró 82 días. En el año 1677 el de San Antonio duró 66 días y su lava ocupó 650 hectáreas. La quinta, más larga, fue la de El Charco, en 1712, con 56 días y 490 hectáreas afectadas. En 1949 la de San Juan, que duró 47 días y afectó a 450 hectáreas, mientras que la anterior a la actual, la del Teneguía, ha sido la más corta con 24 días de duración y con 213 hectáreas afectadas.

                              Consistió en un fenómeno natural lleno de muchas sorpresas, variaciones constantes durante su proceso eruptivo. Unos decían que eran por sus peculiaridades evolutivas, que si estromboliano, hawaiano o vulcaniano y otros por su constitución magmática, sobrealimentada, quizás de distintos medios o tipos de piroclastos… Tras casi cien días en los que miles de personas han sufrido escenas desgarradoras de destrucción y pérdida. Tras la desolación, las viviendas, iglesias y colegios sepultados por la lava implacable y la ceniza, zona industrial calcinada y las plataneras derruidas… Ahora, es cuando comienza la lucha en medio de la pura realidad, no sin riesgos subyacentes, como la presencia de gases nocivos.

                La erupción empezó antes de lo que calculaban los científicos, antes de lo previsto, a tenor de la evolución del enjambre sísmico detectado, apenas una semana antes, bajo el subsuelo isleño y recordamos que su finalización fue muy abrupta.

                 Tan rápidos fueron los cambios de comportamiento del mismo, que vivimos tiempos convulsos, que a nadie se nos escapa. La evidencia es de tal magnitud, que es uno de los pocos consensos universales a los que hemos llegado. Tiempos convulsos que lo son a nivel general, por lo sucedido o con lo que estamos presenciando en La Palma.

                              No podía dejar pasar por alto la ocasión de referirme a este acontecimiento. Toda atención que se le preste es poca, poquísima. Y mi granito de arena quería aportarlo a través de estas palabras. Imposible de olvidarme del inesperado acontecimiento vulcanológico y de mis paisanos, entre ellos familiares y amigos, del otro lado de Cumbre Vieja.

                              Que la reclamación no deje de hacerse. Que lo reclamado llegue. Depende de otros, aunque, también, de una gran parte de nosotros. Ayudar a La Palma y a quienes sufren el fenómeno es una de las premisas, que más se ha repetido y se repite en muchos rincones del mundo. La solidaridad está siendo tan fuerte como las coladas, las explosiones o el humo vertido a la atmósfera.

                 Solidaridad en sentido estricto. Esa que es espontánea y a cambio de nada, o de todo, si en ese todo se engloba la satisfacción de ver aliviado, al menos en parte, el sufrimiento del prójimo. Además, es anónima o, al menos, no se pregona a bombo y platillos, no se hace campaña. Conozco muchísimas instituciones, organizaciones, familias y grupos de jóvenes, que se han trasladado a los municipios afectados con la intención de llevar consuelo y distribuir lo que han recolectado. Simplemente para colaborar en las labores de limpieza, acogida de los desplazados, para cuidar de los animales en desamparo, para el reparto de ropa u otros enseres a los damnificados, sin más intención, que contribuir de forma humanitaria en lo bueno y en lo malo. Será un reto intervenir en la salud mental de todos los recursos de emergencia y de voluntariado.

                              La isla desvela su nueva cara como si se tratara de un lienzo pintado por el magma del volcán, aún, sin nombre oficial. La orografía del suroeste es distinta con un terreno escarpado e intransitable, creando tubos que conducían el material lávico hacia el mar, formando fajanas.

               En este trabajo hemos hecho uso de varios verbos, con un solo objetivo de estar al lado de los que sufren desolación y desesperación, alguna vez frustrada por circunstancias adversas. Pasar página no será tan fácil, se necesitará paciencia, tiempo e inversión para recuperar todo aquello que quedó sepultado bajo las coladas. Los afectados se enfrentarán a un territorio totalmente borrado del mapa, con un suelo incandescente, cubierto de ceniza y malpaís. En verdad os digo, que estamos en un dilema con la vecindad diezmada por las migraciones, que se han producido con pueblos enteros debajo de metros y metros de material magmático y por miles de ciudadanos abatidos bajo el trauma de perder su hogar.

                             La economía ha sido golpeada, primero, por la COVID-19, luego, por un incendio forestal y, finalmente, por un volcán. Una de cal y otra de arena. La vuelta a las viviendas de la zona de exclusión llevará un tiempo por esa presencia de gases nocivos para la salud.

                              El drama se acentúa para los agricultores, ya que quinientas familias, aproximadamente, dependen de sus pequeñas producciones de plátanos, sepultadas por toneladas de coladas, y, también, los más de cinco mil productores de esta fruta deberán afrontar a una lucha continua contra la ceniza que invade sus cultivos con graves pérdidas.

         La Palma, respira con tranquilidad, emoción y esperanza. Surge, inmediatamente, la reconstrucción con paciencia, orden y prioridades. Es el momento de no echar la vista atrás, sino hacia delante con paso firme y decisiones formalmente tomadas. Centenares de vecinos tardarán todavía un poco en poder retornar a los inmuebles o bienes supervivientes de la catástrofe, pero lo aludido es inaplazable. Los que perdieron el techo merecen un trato prioritario. Los que han sufrido daños irreparables deben de ser auxiliados con diligencia.

                              Las actuaciones previstas en viviendas, indemnizaciones y coberturas asistenciales por ambos gobiernos, central y regional, han de hacerse efectivas con carácter urgente. Esta es una reconstrucción contra reloj, pues al daño material se añade, con el silencio definitivo del volcán, el efecto retardado de los sentimientos. Miles de personas fueron evacuadas ante el riesgo de ser alcanzadas y una parte considerable de ellas no tienen a donde volver, ni tienen fácil recomponer sus vidas, lejos del lugar natal.

                              El final de la erupción es el principio de un amanecer insospechado de la reconstrucción. Toda la inmediatez con que se actúe a partir de ahora, al hacer efectivas las ayudas e inversiones, es poca.

                 La Palma, es un símbolo y un punto convergente de todas las miradas. Es el símbolo de un terruño, que había vivido alejado de los círculos de poder. Por una vez, esa inercia se vio favorablemente alterada. Símbolo de un periodo de devastación en Europa y en el resto del mundo, a causa de la pandemia de coronavirus. La Palma ha estado presente en los telediarios, redes sociales y medios de comunicación nacional y de noticias internacionales, durante un trimestre de fuego y dolor. Ha estado en boca de todos, desde el papa Francisco a dirigentes políticos y grandes celebridades. La fama mundial de la isla, no ha sido desapercibida y, tras la desgracia, justo es que recoja los frutos de esa notoriedad inédita en la historia de Canarias. Entre los objetivos de reconstrucción, ha de figurar el propósito de salvar la agricultura y el turismo, víctimas directas de esta erupción.

           Medir la eficacia de la reconstrucción, depende del acierto de las medidas que se pongan en marcha. Estamos en el cierre de un ejercicio. El balance es terrible para la sociedad y la economía de la isla. El futuro que aguarda, tras este otoño volcánico, ha de ser de esperanza. La reconstrucción es ahora una asignatura, que ni la isla, ni Canarias, en su conjunto pueden permitirse suspender.

                              Resumiendo lo comentado, decimos: “El final de la erupción de Cumbre Vieja es el principio de la reconstrucción de la isla. Toda la inmediatez con que se actúe a partir de ahora, al hacer efectivas las ayudas e inversiones es poca. Es un compromiso del Estado y de la Comunidad Autónoma. La Palma, ahora es un símbolo y un termómetro. Es el símbolo de un periodo de devastación en toda Europa y en todo el mundo, a causa de la pandemia es una asignatura que el Gobierno ha de aprobar y Canarias no puede suspender”.

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