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domingo, 20 de febrero de 2022

SANTA CRUZ DE LA PALMA: RINCONES CON NOMBRE (XXVI)

             LA PORTADA SUR: Dentro de los vestigios arquitectónicos de los castillos y fortificaciones que abrigaban la defensa de Santa Cruz de La Palma, uno de los mejor conservado es la denominada Portada Sur, Paso Barreto o de Bajamar. Mi opinión es, que lo primero fue lo que dio nombre a las proximidades como el topónimo de La Portada, frente a la bahía, encima de una atalaya pétrea de origen basáltico, que domina un amplio horizonte del azul Atlántico. Constituye una franja de costa franqueada por la carretera del Galión y/o de Timibúcar y el barrio de San Telmo.

                              En este enclave nos recreamos en la memoria de un pueblo, que presume de historia y, sobre todo, del transcurrir del tiempo en un marco incomparable, desembarcos de corsarios y piratas, episodios bélicos y desenlaces cotidianos en el transigir marinero del puerto.

      La ciudad nació de la bahía y esta realidad fundacional ha marcado su historia con un sello indeleble en el transcurso de los siglos. Desde siempre vivió para el mar y gracias al mar y a través suyo la isla toda se propagó por los mares y las tierras conocidas. Adentrarnos en el mundo de la navegación desde la existencia del hombre es constatar con nuestra historia marinera a partir de varias centurias, que han dejado huellas para la gloria y conocimiento de la construcción naval en La Palma.

                              En los astilleros a nivel de playa surgió una industria floreciente de competición y vanguardia, que en la carrera de Indias cosechó grandes éxitos. Sus barcos, construidos por fabricantes locales, carpinteros de ribera y por armadores, surcaban los mares y unían puertos tan distantes como los de La Habana y Amberes.

     Esta cultura marinera se traduce en el establecimiento de verdaderas dinastías de maestres, fabricantes y pilotos, como las que ejemplifican las sagas de los Cano, Díaz Pimienta, Arozena Lemos y Henríquez, Casas Lorenzo, Rodríguez González, Fernández y otros tantos más, que constituyeron auténticas familias de constructores y navieros. Se trata de una transmisión marinera que con altibajos llega a los albores del novecientos, con gran arraigo en la memoria colectiva de los palmeros, cuando la construcción de barcos de vela decayó a favor por la competencia de los grandes vapores, que monopolizaron el comercio y el tráfico nacional e internacional.

                              A través del cauce del barranco de Las Nieves, desde la Nao de María, sonaba la voz de José Feliciano Reyes (1932-2020) una y otras tantas veces lo hizo en muchas Bajadas de la Virgen, Nuestra Señora de Las Nieves, Patrona insular, hasta que se ha apagado para siempre. Sumergiéndose en lo infinito del firmamento sideral y en la profunda esperanza de ver más allá de lo humano, se puso en el forzoso camino con el equipaje, llevando no sé cuántas ilusiones, proyectos, amarguras… inconclusas. Antiguo comodoro del Real Club Náutico de La Palma, fue toda una institución, agrandando su cometido como director del Museo Naval, a lo largo y ancho de bastantes años de buen quehacer y enriquecimiento, refrendado por los numerosos incondicionales, y el hallazgo de los restos del navío General Álava, hundido en 1863 frente a la bahía.

         Frente a la mar cercana, idílica, poética, etc. Pandora de muchos sueños, llena de anécdotas, vivencias guardadas en el inmenso bagaje de recuerdos. Las tardes, translúcidas, con o sin luz melosa, bañando las aguas mágicas de la bahía, desde el balcón de su casa se asomaba a contemplar el espejo de su puro interior, sintiéndose transportado al océano de su vida, mar adentro, en la cubierta de su catamarán, agarrando fuertemente el timón que siempre estará bajo sus pies, tomando el rumbo en la dirección prevista.

                              Siguiendo la descripción más acorde al lugar en cuestión de los medios de acceso, se erigió una puerta en el sur de la ciudad, que era cerrada con llave a la hora de la queda con objeto de impedir la entrada y salida de personas durante la noche. En sesión del Cabildo, celebrada el martes, 18 de agosto de 1559, se acordó que para hacer sonar la campana de queda se observaran las leyes de estos Reinos, tocándose en verano a las 10 y a las 23 horas, horario de apertura, y en invierno a las 9 y a las 22 horas, guardando iguales condiciones en el tránsito peatonal.

                              El reducto de paso Barreto o de Bajamar, situado a unos dos mil metros de la población, a la derecha del Muelle y castillo de San Miguel, sobre un risco y defendiendo la playa desde la desembocadura del barranco hasta el castillo de San Carlos del que distaba unas 3.600 varas.

           En 1848 esta obra representaba un círculo imperfecto de 15 varas de diámetro, con una explanada empedrada con piedras sin labrar para dos piezas de artillería. Por su centro la atravesaba una calzada, tallada en el escarpado del risco, que servía de camino y cortaba el barranco y seguía por la playa hacia el castillo de San Carlos, pueblos de Breña Alta, Breña Baja y otros. Tenía un muro de mampostería de una vara de espesor que por la derecha estribaba sobre un risco elevado, en el cual había una puerta de dos hojas de madera de tea de vara.

                              Junto al risco, en el lugar denominado La Caldereta, se hallaba el Cuerpo de Guardia, con una superficie de 19,25 metros cuadrados y que fue cedido al ayuntamiento más tarde para caseta de consumos. Era una construcción de un agua de 5 varas de largo y 3 ½ de ancho, piso empedrado y techo ripiado de tejas, resguardado por dos lados con un muro de una vara de alto. Su puerta, de madera de tea, la formaban dos hojas con quicialeras (Quicial, marco en el que se sujeta una puerta) de bronce, cerradura y llave, y para subir a ella tenía delante una rampa empedrada. A la izquierda había una aspillera que daba a la puerta y la luz por la parte de afuera era de medio pie. Entre esta pieza y la puerta de salida, existía un poyo corrido, de mampostería coronado de losas, de tres tercias de alto por dos de ancho, y otro poyo en el lado opuesto junto a una barranquera. La puerta estaba rematada en su punto superior por tres pequeñas almenas, que le daba aspecto militar.

     En este lugar de La Caldereta fue donde proyectó Leonardo Torriani (1560-1628) a fines del siglo XVI una potente fortaleza que se asomara al mar, sin otra edificación que un pretil o parapeto, valiéndose del desnivel que ofrecía lugar tan eminente. Su plaza de armas, terraplenada para allanar su superficie, sería protegida, hacia la parte de tierra, con recias murallas con tres baluartes adosados a la misma, los cuales tendrían una plataforma más elevada para defensa de la fortaleza, salvándose el desnivel por rampas y escalones.

                              Por Real Orden, en 1924, se declaró inadecuado para las necesidades del Ejército este reducto de Paso Barreto o Bajamar, y se dispuso su enajenación como había sido propuesto. Fue vendida en 1949 esta propiedad a Antonio Isidro Durán.

                              En la propiedad privada del primigenio dueño se halla una cruz, encima de una base pedestal de mampostería, popularmente conocida por la Cruz de La Portada, colocada en medio de una de las terrazas exteriores, detrás del primitivo inmueble. En tiempo atrás se enramaba por la Onomástica del 3 de mayo, acudiendo muchísimas personas en dicha festividad. Se cuenta como leyenda, que el santo madero fue colocado en ese sitio por el mismo Antonio Isidro al encontrarse enterrado un cofre de caudales como punto de referencia. Agrego otra posibilidad de haber sido ubicada ahí, al estar sobre la portada, encima de la almena central como símbolo de la ciudad, y que por el deterioro sufrido ese lugar se tomó tal decisión a disponerse su enajenación como había sido lógico en cualquier forma protocolaria y momento histórico. 

           BIBLIOGRAFÍA:

             HISTORIA DE LAS FORTIFICACIONES DE LA ISLA DE LA PALMA. José Manuel Castellano Gil (1960), Francisco Javier Macías Martín (1960) y José Juan Suárez Acosta (1963). Premio de Investigación Histórica Juan Bautista Lorenzo Rodríguez (1841-1908). 1990. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma. Centro de la Cultura Popular Canaria (CCPC). Abril, 1991.

 

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