Popularmente se conoce con el apelativo de La Explanada,
situada cerca del Barco y del Castillo de la Virgen, símbolos lustrales, de las
fiestas de la Bajada de Nuestra Señora de Las Nieves desde su Real Santuario
del Monte. Con libre albedrío, como diría el poeta, podemos observar
tranquilamente y sentir la brisa embriagadora del mar. Un sitio donde coger
aire fresco y, sobre todo, poder disfrutar de la tranquilidad palmera. En el
jardín de la misma, se enclava la parte norte, está situada una escultura de
piedra.
Estaba construida de piedra negra o de cantería con tres
escudos en la parte superior del portal, dintel, que servía de entrada o
salida, según lo necesitara el viandante. Esos escudos eran el del Reino de
Castilla, San Miguel de La Palma y Gobernador Fonseca, que se conservan en la
Real Sociedad La Cosmológica.
Sobre la portada, un puesto de guardia y en su lateral
derecho una cruz que bendecía a todo aquel que llegaba o partía por los
angostos Caminos Reales y, además, hacía alusión al nombre de la Villa del
Apurón, como posteriormente fue denominada la Muy Leal y Noble Ciudad de Santa
Cruz de La Palma. La puerta, al igual que la homónima del extremo sur, se abría
o cerraba a toque de campana de 9 a 21 horas, generalmente, aunque la franja
horaria era flexible según fuera la estación del año.
Es un lugar privilegiado para hacer camino en el tiempo. Lo
decía Antonio Machado (1875-1939), en “la vida se hace camino al andar”, y para
transitar con sentido en esta vida, todos caminamos al paso de prioridades
esenciales.
La muralla norte de sillería de la antigua Villa del Apurón
rematada junto al fuerte, se extendía desde el castillo a las Dehesas y hacia
su mitad se abría la puerta de comunicación, antes descrita, formada por un
gran arco adintelado sostenido por pilares de piedra.
La capital desarrolló una gran actividad comercial,
canalizada por su propio puerto, que significó un importante crecimiento
económico. Esto trajo como consecuencia la acumulación de un notable
patrimonio, tanto arquitectónico como artístico, que la hace destacar como una
de las ciudades del archipiélago con más riqueza en ese sentido.
El casco histórico se encuentra encajonado entre el risco de
La Concepción y el barranco de Las Nieves, entre el borde marítimo y la
accidentada orografía a su espalda, y se sitúa prácticamente a nivel del mar,
discurriendo de cumbre a costa, y que da lugar a los diferentes barrios.
Construido en prevención de un desembarco por el costado
norte, donde había una playa con abrigo y un camino que conducía al núcleo
urbano, con la pretensión de completar una línea defensiva. Mandado a edificar
por el Gobernador de Tenerife y La Palma, Juan Álvarez Fonseca, al igual que
las otras obras anejas antes mencionadas, en una fecha, que según el profesor
Rumeu se puede situar en la segunda etapa de su mando en Canarias, que se
extiende entre 1579 y 1582, las obras fueron costeadas por los vecinos mediante
repartimientos y se llevaron a feliz término con rapidez.
Estaba constituido por un pequeño torreón de planta
pentagonal, todo terraplenado y cuyo acceso se hacía por intermedio de la
muralla. Era de sillería y su plataforma estaba enlosada y con su pretil
correspondiente.
Para dar el broche final tenemos que abrir la memoria de un
pasado no muy lejano, profundizar en su raíz y catapultar nuestras ansias de
descubrir lo que sucedió en un momento determinado:
La batería de Jacques de Bier o de San Roque fue levantada
por el capitán Jacques de Bier, de ahí el nombre de “Fuerte de Jacques”. Cerca
del sitio de referencia había unas puertas para el paso al camino de Puntallana
o de Maldonado. Sin duda, algún desembarco enemigo hecho en la playa bordeada por
ese camino, demostró la necesidad de construir una nueva fortificación para la
defensa de dicho paraje.
Parece probable que fue sustituida por otra de mejor trazado,
mejor vista y menos batida y con mejor campo de tiro. El 19 de octubre de 1906
y por orden del Excmo. Sr. Capitán General de Canarias fue entregada en
usufructo a Antonio López Anca.
Por circular de 29 de julio de 1892 y Real Orden de 24 de
mayo de 1893 se propuso su enajenación, y por Real Orden de 2 de enero de 1924
se declaró inadecuada para los servicios del Ejército, pasando a depender en
1936 del Ministerio de Hacienda.
Damos por acabado el presente rincón con nombre, documentado
con rigor, valiéndonos de una pequeña recopilación, que dice:
Se pretende acercarse a uno de los aspectos más fundamentales en el devenir histórico de la Isla, en clara conexión tanto con su ubicación geográfica como a su evolución económica y comercial, que la ha vinculado estrechamente a Europa y América. Esta misma situación la hizo víctima en numerosas ocasiones de la codicia de los corsarios y piratas que infectaban las rutas atlánticas. Por ello la preocupación por la defensa estuvo siempre presente en la mente de los palmeros y quedó reflejada en las fortalezas de sus costas y muy especialmente en las playas de Santa Cruz de La Palma, objeto principal de lo tratado y de mi intención”.
BIBLIOGRAFÍA: Historia de las Fortificaciones de la isla de La Palma. José Manuel Castellano Gil (1960), Francisco Javier Macías Martín (1960) y José Juan Suárez Acosta (1963). Premio de Investigación Histórica Juan Bautista Lorenzo Rodríguez (1841-1908). 1990. Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma. Centro de la Cultura Popular Canaria (CCPC). Abril, 1991.
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