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domingo, 5 de marzo de 2023

ORÍGENES Y NOTICIAS HISTÓRICAS DE JUAN ADALID

La montaña de La Centinela
       Corremos las cortinas o pasamos las hojas de la historia de La Palma y nos introducimos en la tradición oral, que muestra los orígenes y noticias de Juan Adalid a lo largo y ancho del tiempo transcurrido, desde la conquista de la isla por el adelantado Alonso Fernández de Lugo (1456-1525), nacido en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y fallecido el 20 de mayo en la ciudad de Aguere (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife). Es un pago del municipio norteño de villa de Garafía, con una extraordinaria influencia en varios acontecimientos acaecidos en la isla, tanto de corsarios, piratas e invasores, que profanaban nuestras costas, usurpando la paz e incendiando el patrimonio protocolario notarial, artístico, social y cultural civil y religioso por ser arribada preferente en la ruta a las Indias, deslumbrando por su floreciente comercio en la producción de vinos y azúcar de gran calidad en el frágil acometido entre varios países europeos, entre ellos España, Portugal, Inglaterra y Francia, y, también, por ser cuna de ilustres personajes, que de una forma u otra dejaron huellas.

                              La historia de La Palma está forjada en el marco infinito del océano Atlántico, que la vio nacer, siendo esta muy próspera como hemos dicho anteriormente. La tradición oral transmitida de sucesivas generaciones es una de las fuentes en las que se tiene en cuenta para reconstruir el pasado, como en el caso que vamos a tratar.

Paisaje del pago Juan Adalid
      La vida en este trozo de suelo palmero, en el año de 1553, emplazado entre los barrancos de Domingo Díaz y de Magdalena, era serena y demasiada humilde, diría tranquila. Los principales medios de subsistencia eran la agricultura de secano, cultivándose el trigo, cebada, habas, arvejas, etc. y la ganadería, criándose las cabras, ovejas y algún cerdo para el sustento del hogar o, por supuesto, hacer trueques entre vecinos u otros habitantes de distintos municipios y, además, con frecuencia se traficaba la venta de animales con los marchantes, personas dedicadas a tales menesteres de compra-venta de los mismos para ser sacrificados. Con los cereales u hortalizas se hacía lo mismo.

                              El paisaje colmado por pequeñas huertas sobre tierras pedregosas, junto con el contorno de alguna era de trillar el grano en el tiempo de ciega, era hecho con pobres herramientas de confección artesanal, casera. Palos y cuernos de cabras se utilizaban para cavar. Las humildes moradas eran cuevas, excepto algunas casas de los más pudientes. Desde la montaña de La Centinela, un sitio esculpido por la naturaleza a modo de atalaya o fortín de vigilancia para avisar el peligro de naves enemigas, galeones y carabelas, acercándose a tierra con fines ilícitos o surcando la mar para dar forma e impulso al Nuevo Mundo. Poco se imaginaban sus residentes que los sucesos ocurridos en aquel verano, tras el ataque del corsario normando François Le Clerc (1577-1638), a la entonces Santa Cruz de La Palma, iban a unir su nombre para siempre a la historia de esta ciudad capital.

Juan Adalid. Agricultura de secano
          La primera referencia al topónimo Juan Adalid, 4 de diciembre de 1507, está en los repartimientos hechos por el adelantado: “A Pedro Fernández de Lugo, mi hijo, 50 cahices de secano de buena medida e dos fuentes de agua que en las dichas tierras están para proveimiento de ellas que son en la isla de La Palma, en Barlovento della, linderos el barranco de linpisa, el barranco de Juan Adalid y por abajo la mar y para arriba la sierra”.

                             Sobre el origen Gaspar Frutuoso (1522-1591), nos dice: “Garafía, que está debajo de S(an). Antonio más de media legua, poblado de habitantes ricos portugueses, donde hay también una fuente del Pinar, que se llama Juan Dalid, por un hombre de este nombre”. En este sentido se ha identificado a Juan Adalidcon o Juan de La Palma, awara cristianizado, reclutado por Fernández de Lugo para la conquista de la isla, quien obtuvo repartimientos en esta zona, pariente de Tanausú, jefe guanche, fue uno de los reyes o jefes aborígenes benahoaritas durante la conquista castellana de las islas Canarias a fines del siglo XV, fallecido en mayo de 1493, en plena travesía atlántica por inanición, casado con Acerina, rey o jefe de Aceró.

Costa de Juan Adalid. Vista general
          Entre los primeros pobladores de Juan Adalid, tras la ocupación territorial, estuvieron el afortunado hacendado portugués Bartolomé Afonso, una de las hijas Isabel Afonso vivió casada con Pedro Afonso. El regidor Marcos de Almao Roberto, hidalgo catalán, compró a dicho Bartolomé Afonso ciertas tierras, casas y atahona en este lugar, tahona procede de tahuna, arabismo que puede traducirse como molino. En 1549 este regidor arrendó sus propiedades a Ximón Rodríguez y a Andrés González de Garafía, a razón de 112 fanegas de trigo: “Limpio, enjuto puesto y medido en el muelle de esta ciudad de Santa Cruz de La Palma”.

                              Un matrimonio con gran descendencia en la zona fueron el formado por Juan Díaz de Juan Adalid y Catalina González, quienes eran residentes antes de 1553. El 26 de septiembre de 1556 la viuda de Marcos de Almao, Jerónima Benavente Cabeza de Vaca, arrendó por periodo de 9 años a los hermanos Cristóbal, casado con Ginebra Díaz, y a Pedro Hernández, casado con Eva Díaz: “unas tierras limpias y montes, casas, atahonas y pomar que tienen en dicho término de Juanadalid”.

                              Después de esta descripción de ciertos retales notariales, tomados con sumo interés de dar a conocer para difundir una parte de la vida de los pobladores, se completa por su contenido parte de los retazos del pueblo garafiano.

Fortín de vigilancia permanente 
     En el pago, según suposiciones o testimonios verídicos, se ubica por unanimidad el nacimiento de Baltasar Martín (1520-1553), uno de los mayores problemas historiográficos del XVI, ya que la documentación de ese entonces no avala, ni respalda la existencia del mismo, por lo que la posibilidad de ser leyenda no se descarta del todo.

                             Es durante la centuria decimonónica (s. XIX), cuando dos insignes historiadores insulares, Juan Bautista Lorenzo Rodríguez (1841-1908) y Pedro José de Las Casas Pestana (1856-1927), recuperan la memoria de este héroe olvidado. Sobre la existencia del mismo, autores posteriores la niegan, argumentando el origen de la leyenda en una mala interpretación realizada por parte del marino escocés George Glas (1725-1765). Lorenzo Rodríguez y de Las Casas Pestana, según los postulados existentes, inmersos en un posromanticismo tardío, intentan buscar una figura legendaria para el 1 de agosto, final apoteósico del ataque pirático de Le Clerc.

                              Uno de los mejores historiadores canarios contemporáneo (s. XX), Antonio Rumeu de Armas (1912- 2006), en su conocida obra “Canarias y el Atlántico. Piratería y ataques navales”, rechaza totalmente la existencia de la dicha presentación del mito palmero.

                              La causa del presente desaguisado no es otro que, al leer el primer libro sacramental de bautismos de la iglesia parroquial de Nuestra Señora de La Luz, desde 1560 al 1625, se confabuló alguna esperanza a su nacimiento.

Senderos para recorrer Juan Adalid
   Sobre este Baltasar Martín de Garafía, podemos señalar que era hijo de un tal Bastián Martín, que ya en 1551 estaba casado con Isabel Estévez, hija de Esteban Pérez de los Galguitos y de María Hernández. El 10 de septiembre de 1570, bautizó en la villa a su hijo Luis y el 29 de marzo de 1580, casó a su hija María Betancor con Melchor Ramos, vecino de Candelaria de Tixarafe.

                              El historiador Gaspar Frutuoso, más cercano en el tiempo, analizó el ataque del corsario otomano, ca. 1568, quien argumentó que fue, principalmente, la población oriunda, awaras, los que reaccionaron ante la situación.

                              Está liderada por Pedro (Pero) Hernández de Justa, nieto del último jefe awara Maxerco. Fue junto con el capitán flamenco Hans Vantrilla quienes comenzaron las escaramuzas: “[…] los isleños que traían por capitán un hombre valeroso, Pero Fernández de Justa, de gran cuerpo y animoso como un Alejandro […]. Más allá está el lugar de Tigualate, donde hay otras casas y corrales de ganado y residen los isleños más ricos…, como son el capitán, Pero Fernández de Justa, y sus hermanos”. Esto está corroborado, también, por fray Juan de Abreu y Galindo, quien habla de la gran valentía de los naturales, y además nos da información sobre la muerte de tres hijos de Maxerco, tíos de Pedro Hernández de Justa, citados por Frutuoso.

Busto de Baltasar Martín
        Llegados a esta disyuntiva, sobre la existencia o no de Baltasar Martín, hallamos una relación entre Juan Adalid y Pedro Hernández de Justa, ya que sus dos hijos, los hermanos, anteriormente mencionados, Cristóbal y Pedro Hernández, eran vecinos de este lugar donde vivieron casados con dos hijas del matrimonio formado por Juan Díaz de Juan Adalid y Catalina González. “En 22 de marc(z)o de 1564, bauticé a Francisco, hijo de Pedro Hernández de Juanadalid y Eva Díaz, su legítima mug(j)er. Fueron padrinos: Juan Díaz, el moc(z)o, e(y) Lorenc(z)o Gonc(zá)les(z), madrina: Guiomar Roiz, e por verdad lo firmé Michaelez Caprit Ferrenz”.

                              Una vez expuestos los extractos históricos de ese pedazo de suelo patrio, que de una forma u otra nos ha servido para obtener una idea de cómo se desarrollaba la vida, cuáles eran los medios al alcance de unos y otros, ricos y pobres, hacendados y menesterosos, etc.

Recreación histórica. Año 1553
         Aparece Baltasar Martín, en una época en que aumenta considerablemente el interés de los intelectuales extranjeros por la cultura insular y la naturaleza canaria. Es, también, un periodo de auge del género periodístico, de signo combativo en la más pura tendencia romántica, aunque los relatos de transmisión oral ofrecen una problemática de descontextualización y resignificación, tratan de plasmar la visión que tienen los propios pueblos sobre los discursos, que son parte de una tradición, cuya función es la de propagar hechos inusuales, historiados, culturales y valores ancestrales. En el caso del héroe en cuestión la misión propagadora ha servido para recuperar la honradez y dignidad mostrada por aquellos villeros que acudieron en ayuda de Santa Cruz de La Palma.

                              Para finalizar la tarea gratificadora de un sitio tan legendario como lo es el pago de Juan Adalid de la villa de Garafía, isla del señor San Miguel de La Palma, hacemos referencia con todo merecimiento a otro ilustre hijo nacido en él, Anselmo Pérez de Brito (1728-1772), hijo de Silvestre Francisco Pérez y Magdalena Brito. Se le ha considerado uno de los personajes importantes de la historia isleña. Huérfano de madre antes de cumplir sus dos meses de vida, pasó a residir en la ciudad capital, acogido por la familia de Tomás Rexe Méndez y en ella se crío como si de un hijo se tratara. Sus primeros estudios los hizo con los frailes franciscanos y logró una preparación profunda de lo que era normal en un joven de su posición en aquellos años del segundo cuarto del XVIII.

C.E.I.P. Un paladín de libertades
     Fue licenciado en Leyes por la universidad de Sevilla y abogado del bando encabezado por Dionisio O´Daly (ca. 1737-1796) en el pleito seguido contra los regidores perpetuos del Consejo palmero. Durante la causa, Pérez de Brito fue encarcelado, acusado de sedición, pero, poco más tarde, lograría la revocación de su sentencia condenatoria. Su fallecimiento le impidió ver cumplido su sueño de renovación del gobierno local, circunstancia que daría lugar a la celebración de las primeras elecciones municipales bienales de España, en enero de 1773.

                              Con las elecciones llevadas a cabo en virtud del real auto, acordado por el rey Carlos III, promulgado el 5 de mayo de 1766, por el que se daba entrada a la vecindad en los ayuntamientos para desempeñar temporalmente los cargos de diputado del común y síndico personero, sin derecho a voto, empezó su vida azarosa al resultar elegido como diputado. Dentro ya del consejo capitular pronto surgió su voz crítica contra los regidores perpetuos y los que consideraban sus abusos.

El descubrimiento de una placa
   Al ser elegido el irlandés O´Daly como síndico personero en 1767 y querer valerse los citados ediles de su calidad de extranjero para dejar sin efecto la elección, cosa que lograron al revocar el nombramiento la Real Audiencia de Canarias, recurrió el interesado ante el Consejo de Castilla y con ello dio lugar posteriormente, el 3 de febrero de 1768, a que se iniciara el célebre pleito del Común. […] Fue Pérez de Brito el letrado que llevó adelante la famosa causa […] en prisión, el 9 de marzo de 1770, por orden del alcalde mayor […].

                              Se le ha considerado un adelantado de su época, un paladín de libertades que se atrevió a enfrentarse a aquella situación de privilegio del estamento noble en el Cabildo y conseguir que el pueblo llano tomara conciencia de su derecho para regir su destino. Al haber logrado que el Consejo de Castilla, por resolución de 3 de diciembre de 1771, aboliera el gobierno de los regidores perpetuos, […], murió el 14 de mayo del año siguiente […]. Con ello La Palma fue la adelantada de la democracia, pues tuvo al primer Ayuntamiento de la España moderna, elegido por voto popular. Casó con María Teresa Aubert, hija de Santiago Albertos Álvarez, escribano público, y de María Josefa Lorenzo de Covos. Dejó descendencia. El Consistorio de Santa Cruz de La Palma ha perpetuado su nombre, dándoselo a un colegio de Enseñanza Infantil y Primaria (CEIP) y a una de sus dos principales calles. (JAIME PÉREZ GARCÍA (1930-2009). Excronista oficial de Santa Cruz de La Palma).

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