No escondamos el
gasto despilfarrado del dinero público como algo necesario, sin intención de
ponerle freno, por un método nada formal. Hoy, el paliar la crisis consiste en practicar
los recortes presupuestarios de las administraciones del estado. Me parece
perfecto anular los gastos innecesarios e incrementar aquellos con más
capacidad o rentabilidad de mejorar los diferentes sectores como el agrícola,
salarial, empresarial, comercial, turístico, etcétera engendrando un alza en la
economía del país.


Hay que decirlo
alto y claro sin fijarnos en el color de quienes gobiernan. El signo político
de los administradores ha sido y será siempre indiferente. Por eso, desde la
conciencia de unos y otros se exige la transitoriedad de estas normas, que se
emprendan las reformas necesarias para que los diferentes entes autonómicos y
locales dejen de derrochar y apliquen reglas reales de previsiones de gasto
corriente, que se reduzca la ingente burocracia, se eviten duplicidades en la
prestación de los servicios, se eliminen cargos innecesarios…, entre muchas
otras cosas.
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