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domingo, 4 de marzo de 2012

CUARESMA 2012

                             La Cuaresma no es sinónimo de tristeza, sino de alegría y de esperanza. Es el compás de espera a la conversión. Precisamente por eso constituye un tiempo favorable para una atenta revisión de vida en el recogimiento, la oración y la penitencia. La humanidad se libera de la esclavitud de la mentira y del pecado, gracias a la obediencia de la fe, que la abre a la verdad, encuentra el sentido pleno de su existencia y alcanza la paz en todos los ámbitos, el amor en su mayor dimensión y el encuentro con el hermano desvalido y necesitado de la misericordia de Dios.
                             La reflexión nos conduce a conjugar el verbo adecuado para llegar a la Semana Santa con ese carisma de cristiano y de verdadero creyente de unos misterios evangélicos irrepetibles, que fueron protagonistas y perduraron en el corazón de los que confiaron en el Maestro. Jesucristo nos lo indicó en el episodio siguiente: “Luego se dirigió a Tomás: Trae aquí tu dedo, mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.
                             Reaccionó Tomás diciendo: ¡Señor mío y Dios mío! Le dijo Jesús: ¿Has tenido que verme en persona para acabar de creer? Dichosos los que, sin haber visto, llegan a creer” (Jn 20, 27-29).
                             Oficialmente, comienza el miércoles de Ceniza y termina justo antes de la Misa de la Cena del Jueves Santo. La duración de cuarenta días proviene de varias referencias bíblicas y simboliza la prueba del Mesías al vivir en el desierto antes de su misión pública. También, lo que duró el diluvio, la marcha del pueblo judío y los cuatrocientos años de la estancia en Egipto.  
                             La Pascua tiene mucha relación con el calendario agrícola y el periodo de renovación de la tierra. Para calcular su celebración se toman en cuenta el sol de primavera y la luna llena. En ese sentido, se debe buscar el primer domingo posterior a la primera fase lunar completa primaveral. Una vez encontrada la fecha pascual, se cuenta la cuarentena hacia atrás para fijar el primer día de la misma. Los domingos no se computan.
                             La práctica cuaresmal data del siglo IV, cuando se da la tendencia para constituirla en paréntesis de austeridad y de reconciliación consigo mismo, con la recomendación del ayuno y de la abstinencia.
                             Por ello, es necesario el perdón y la hermandad fraterna. Hemos de arrojar de nuestro interior el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro acercamiento al Padre y a los demás. Aprendemos a apreciar la Cruz del Nazareno y con esto a tomar la nuestra con gozo para alcanzar la gloria de la resurrección.
                             “Queridos hermanos y hermanas. La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitaria. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.
                             Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: “Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras” (10, 20). Esta frase forma parte de una perícopa [sic] en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor “con corazón sincero y llenos de fe” (v. 22), de mantenernos firmes “en la esperanza que profesamos” (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos “la caridad y las buenas obras” (v. 24).
                                     Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal. […]”. Benedicto XVI. El Vaticano, 3 de noviembre de 2011.

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