Un gran regalo
para abrir fronteras y reconocer los valores sin discriminación de sexo. La
igualdad de la mujer con el hombre, el ímpetu por su participación en la
sociedad y en su desarrollo íntegro como persona es un reto a nivel mundial sin
discusión alguna. Su celebración el 8 de marzo constituye un punto de partida
para alcanzar el total consentimiento a la no violencia y marginación.
La primera
convocatoria tuvo lugar en 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza
extendiéndose su conmemoración a numerosos países. En 1977 la Asamblea General
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamó tal fecha, antes
indicada, como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz.

La efeméride no
hunda sus raíces en los hechos acaecidos con trágico final, sino que las
miradas se dirijan a acceder a la educación, capacitación, ciencia y
tecnología, que es el camino hacia el trabajo decente.
“Los derechos
humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable, integrante e
indivisible de los derechos humanos universales. La plena participación, en
condiciones de igualdad, de la mujer en la vida política, civil, económica,
social y cultural en los planos nacional, regional e internacional y la erradicación
de todas las formas de discriminación basadas en el sexo son objetivos
prioritarios de la comunidad internacional”. (Declaración y Programa de Acción
de Viena, parte I, párrafo 18).

Su vida ha estado
dedicada a la atención a los demás. Su vocación religiosa, Hija de la Caridad
de San Vicente Paúl, le llevó a ejercer labores educativas y de asistencia al
cuidado de mayores y enfermos.
Esta vez no nos
podemos olvidar de la lucha por conseguir mejor meta y propagar los más grandes
logros por un bienestar igualitario, basado en el respeto y la convivencia.
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