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sábado, 24 de noviembre de 2012

ESPLENDOR DE LOS MOLINOS DE VIENTO

Molinos de viento

                              “En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en el campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
              - La aventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
              - ¿Qué gigantes? -dijo Sancho Panza.
              - Aquellos que allí ves -respondió su amo- de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
              - Mire vuestra merced -respondió Sancho Panza- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino…” (1).
Detalle de un antiguo moloino
                             De esta forma tan singular se nombran en el relato célebre de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) los factores esenciales para tal rudimentaria máquina de importancia en la historia del hombre. Poco después de la incorporación de las islas a la Corona de Castilla y extendido el cultivo de los cereales comenzaron a levantarse los primeros. Sus distintas ubicaciones como, también, su resurgir es interesante y entrañable en el transigir del tiempo.
                             Se construían alrededor de una zona cerealista o por circunstancias favorables a su funcionamiento estructural. El cereal tostado era acercado por los mismos lugareños a los molineros, quienes en los días permisibles, trabajaban en ellos aprovechando la energía eólica ofrecida por la naturaleza y, así, obtenían el preciado gofio, base de la alimentación hasta mediado de la pasada centuria. En Canarias tuvieron una relevante importancia en la cultura y el devenir de la gente por la elaboración del mencionado producto, ancestral de nuestros antepasados, que aún pervive en nuestra gastronomía.
Santo Domingo. Garafía
                             “Movidos por los vientos alisios, estos enormes y elegantes artilugios desempeñaron una función significativa a lo largo y ancho del municipio. Estaban tan presentes y eran tan importantes en la vida cotidiana que, en muchos lugares donde no se divisaban sus aspas, el lugareño aprendió a descifrar  las señales del cielo para saber cuándo podía acercarse a ellos para llevar el cereal tostado o recoger su gofio. También los oriundos se avisaban unos a otros utilizando el boca a boca.
              El del molinero fue un oficio indispensable […]. Era un observador constante del cielo, a la espera de prever el tiempo para orientar y poner las velas con el fin de iniciar la faena a la arribada de los alisios favorables o seguir aguardando su llegada. Algunas veces, cuando las condiciones lo permitían, su jornada laboral se prolongaba muchas horas. […] dado que tenía que limpiar las piedras o muelas tanto antes como después de utilizarlas. Él mismo reparaba y sustituía las maderas rotas y acudía al herrero del pueblo cuando precisaba renovar o reparar alguna pieza de hierro.
Llano Negro. Garafía
              Eran bastantes las personas que llegaban, desde puntos alejados, portando los ingredientes y un jacho de tea, amarrado con alambre, para alumbrarse al regreso, sustituido más adelante por la luz de un farol. […] A ello contribuían las tertulias, canciones o chismorreos sociales. Algunos jóvenes tocaban la guitarra y el laúd, cantaban y bailaban, recitaban relaciones en cuartetas o en décimas, los chicos y las chicas del lugar entablaban conversaciones picaronas; también allí surgieron historias de amor que finalizaron en boda o infidelidades. Al igual que otras reuniones sociales, en ocasiones se formaban dos grupos: uno de hombres (hablaban de la guerra, de la miseria en la que estaban sumergidos, narraban cuentos de Cuba, del campo y recordaban aventuras de juventud) y otro de mujeres (conversaban acerca de temas relacionados con sus hijos, sus labores, sus animales o sus novios)” (2).
                             Estos gigantes de aspas, que llevan muchos años nutriéndose de los vientos han contribuido a la economía y al acervo etnográfico campesino isleño. A partir de los años sesenta serían sustituidos por los de motor o molinas, quedando, entonces, en nuestro paisaje como simples testigos silenciosos del pasado. Los miramos con nostalgia y hasta recordamos sus propietarios, que se hallan en nuestra memoria junto al aroma de la molienda, que salía de la tolva o cubo y que se olfateaba como una de las mejores partículas volátiles de nuestra vida. Convivieron unos y otros hasta que dejaron de ser útiles y pasaron a ser industriales y de mayor rendimiento, motivado por el progreso de una sociedad nueva y expectante al rumbo mundial generado por los deseos de transformar el presente para presentar a las generaciones futuras una heredad de confort material.
Las Tricias. Garafía
                             “Los molinos de viento hace mucho tiempo que desaparecieron del paisaje insular después de haber cumplido su misión, siendo ya sólo recuerdos en la memoria de unos pocos. Sólo las viejas y deterioradas imágenes en blanco y negro o color sepia nos traen entrañables estampas del pasado, cuando las prisas no existían y las singulares aspas como velas movidas por el viento giraban lentamente.
              Después de tostar el grano: millo, trigo, cebada, garbanzos etcétera, se llevaba a moler al molino para que las piedras movidas por las infatigables aspas, molturaran el grano hasta conseguir el apetitoso gofio, alimento básico de los isleños.
              Mientras el molino ejercía su paciente labor y esparcía el aroma a gofio caliente, en sus alrededores o a su sombra, hombres y mujeres esperaban en animadas tertulias” (3).
Puntagorda
                             Habrá que añadir en relación a la materia prima utilizada que, bastantes veces, se mezclaban, dando una textura deliciosa al paladar, los componentes siguientes: centeno, avena, altramuces (chochos), habas, arvejas, chícharos y lentejas.
                             “No obstante, a la gente les gustaba acudir siempre que podían a los primeros por el sabor y el olor que desprendía el gofio obtenido en los molinos eólicos.
              Normalmente se llevaba el cereal tostado y se abonaba el precio estipulado por su molienda. Sin embargo, los más pobres habían de ingeniárselas para conseguir el preciado sustento; así, en ocasiones, se utilizaba el trueque (consistía en dejar al molinero productos alimenticios o elementos de uso cotidiano elaborados por ellos mismos a cambio de la trituración).
Monte Pueblo. Mazo
              Otros pagaban el gofio con labores realizadas en los terrenos del molinero, previo acuerdo. Los que no tenían fuerzas para trabajar o no podían  llevar a cabo estos trabajos por otros motivos dejaban al molinero una parte de la molienda. En los años treinta del siglo pasado, moler un almud de gofio costaba 0,05 pesetas, pero, en tiempos de carestía y miseria, muchas veces era muy complicado disponer de ese dinero para conseguir un alimento fundamental” (2).
                             En cuanto a las medidas empleadas para el pesaje se usaban unas cajas abiertas de madera de tea de distintos tamaños:
-         Almud, que equivalía a unos cuatro kilos.
-         Medio almud.
-         Cuartillo, que era la mitad del medio almud, igualaba a un kilo.
-         Cuartilla, que valdría a tres almudes.
-         Fanega, correspondía a cuatro cuartillas.
                             Después de la guerra civil, la Delegación Provincial de Abastecimientos y Transportes dispuso que se utilizara el kilogramo en la compra y venta de lo relatado por medio de básculas.
Mogán. Gran Canaria
                             En La Palma llegaron de la mano del constructor-artesano autodidacta de dichos menesteres Isidoro Ortega Sánchez (1843-1923), que nace en Santa Cruz de La Palma y fallece en La Gomera. Cuatro están enclavados en Garafía entre Llano Negro, El Calvario, Las Tricias y Santo Domingo y uno en Puntagorda y Villa de Mazo, siendo este último taller de artesanía.
                             La abundancia de tea, en general, y por otra parte la carestía y dificultades para el suministro de cal, sobre todo en tierra palmera, propiciaron que se construyeran con dicho recurso natural.
                             “Cortaban con hachas los viejos pinos, extrayendo las ramas y la capa exterior, que utilizaban para hacer carbón. Desde las montañas y ayudados por una yunta de bueyes, transportaban esos troncos hasta un aserradero próximo al lugar en que se iba a construir el molino. Éste debía presentar un desnivel de dos metros. En el plano superior se formaba una tarima de tablas atravesadas, sostenida con dos puntales o palos en la parte baja; la empleaban para desplazarse por ellas y colocar el tronco. Las piezas se marcaban con una cuerda mojada en agua y añil que se tensaba y luego se dejaba caer, con lo que quedaba una línea perfectamente recta. Después, un hombre situado arriba, que era el director de la maniobra, y dos abajo, formaban un equipo eficiente en el manejo de un gran serrucho durante numerosas horas” (2).
Fuerteventura
                             Una visión general nos da idea de la orientación geográfica, porque de ella dependía el buen funcionamiento y su idónea ubicación. En más de una ocasión tuvieron que trasladarlos de sitio por no ser el primero el perfecto en su función a desempeñar.
                             La tecnología es variada y simple en torno a un ámbito especial. La fuerza del aire se utilizaba en el giro rotatorio de un eje vertical y mover las aspas, que se hallaban conectadas con las piedras molineras o muelas destinadas a la trituración del grano o con elementos intermedios habidos en un nivel inferior. Los componentes constituyentes son conocidos en ocasiones con nombres dispares, aunque todos son muy similares y presentan partes muy diferenciadas: la exterior, formada por la torre o esqueleto y la arboladura o noria y la interior, que posee dos alturas y es donde se albergan la maquinaria y el almacén.   
                             Algunos fueron desapareciendo para reutilizar su estructura en la construcción de viviendas. Práctica habitual en una época de escasez e incertidumbre monetaria y precarias comunicaciones por carretera, aunque la marítima se hacía con regularidad por medio de pequeñas embarcaciones (falúas), dificultosa por la inclemencia del mar en el desembarco de la carga transportada.
Guatiza. Lanzarote
                             “La tipología de los molinos de la isla de Tenerife era plana circular, de forma troncocònica, rematados por una cubierta de madera cónica con una de sus partes abierta para dar salida al eje de las aspas. La maquinaria de estos molinos era de gran sencillez y realizada en su totalidad en madera, aunque existieran piezas de hierro como clavos o tornillos. Para el buen funcionamiento del molino el factor importante era la dirección del viento, para lo cual las aspas eran orientadas moviendo el timón del molino que está anclado al suelo” (3).
                             En las demás islas, exceptuando La Palma, son del tipo y modelo de los de Castilla. En Fuerteventura y Lanzarote están bien conservados, causando la admiración de los foráneos.
                             “El funcionamiento de un molino de viento -en términos generales- era muy simple: las aspas, al ser movidas por el viento, arrastran al eje al cual está unida una rueda dentada; ésta acciona al husillo por medio de unos dientes y cuyo extremo inferior o cangrejo se introduce en la piedra superior en el llamado diente de perro que es una pieza metálica unida a la rueda y que hace que ésta gire, molturando el grano depositado en la tolva.
              Las dos ruedas se encuentran dentro de un gran tambor llamado los cambales. Todo el conjunto disponía de un freno de mano situado en la parte superior de la rueda dentada accionado por una palanca de madera” (3).
              FUENTES CITADAS: 
         (1) DEL BUEN SUCESO QUE EL VALEROSO DON QUIJOTE TUVO EN LA ESPANTABLE Y JAMÁS IMAGINADA AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO,… Capítulo VIII. El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. Primera Parte. Miguel de Cervantes Saavedra.
         (2) EL GOFIO Y EL PAN EN GARAFÍA. Etnografía de la alimentación tradicional. Pilar Cabrera Pombrol.
         (3) DESDE LA TRONERA. Diario de Avisos. Domingo, 4 de noviembre de 2012. Francisco M. Hernández Martín. 

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