Es cierto que las
personas mueren y se van al encuentro de la eternidad irrenunciable. Un mundo
concebible en lo natural y razonable en la mente de una síntesis o deidad
sobrenatural. El hombre abandona su cuerpo deteniendo el tiempo, siendo una
verdad convertida en realidad palpable y no discutida.
Sabemos que Juan
Manuel Pérez Santos (1923-2013), conocido por Juanera, falleció y con él se
fueron muchos momentos y acontecimientos compartidos, pero su voz sigue sonando
en el corazón de los que conocieron sus preludios, parangones irresistibles a
olvidarse por la amistad ilimitada de su bregar en distintos escenarios.
Continuaremos recordando a un amigo, aunque no físicamente y sí en el espejo del
aprecio incondicional de nuestro devenir. Queda la pasión de seguir escuchando
a quien tantas veces nos deleitó con sus actuaciones líricas musicales.
Nos dio, además, el placer de oír en directo y desde el balcón del maestro López, Felipe López Rodríguez (1909-1972), en la plaza del Tanquito y en las fiestas septembrinas del barrio, procesión de las veneradas imágenes de San Telmo y Nuestra Señora de La Luz, el estreno de la Loa a la Virgen (1966) con sus notas impulsadas al aire, níveo y silencioso, con el ímpetu inconfundible de sus cuerdas vocales. Prestó su colaboración siempre que se le pidió.
Nos dio, además, el placer de oír en directo y desde el balcón del maestro López, Felipe López Rodríguez (1909-1972), en la plaza del Tanquito y en las fiestas septembrinas del barrio, procesión de las veneradas imágenes de San Telmo y Nuestra Señora de La Luz, el estreno de la Loa a la Virgen (1966) con sus notas impulsadas al aire, níveo y silencioso, con el ímpetu inconfundible de sus cuerdas vocales. Prestó su colaboración siempre que se le pidió.
A las puertas de
la primavera voló su alma hacia la inmensa oscuridad de donde nunca más se
vuelve a la mortalidad, aunque la melodía y el timbre de su garganta se ha
albergado en nuestra memoria, como si fuera una obertura.
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