Hablar del pasado
es hacerlo con referencia a un objetivo definido y lo hago, a ciencia cierta y
sin añoranza, con orgullo y con el propósito de darlo a conocer. En la
Parroquia, como así se denominaba popularmente El Salvador por ser la única que
existía en el núcleo urbano, don Félix León del Sacramento Hernández Rodríguez
(1878-1963), simplemente don Félix, el párroco, fue el sacerdote que durante
treinta y cinco años rigió sus destinos y ejerció notable influencia en una
gran parte de la sociedad y de la juventud de Santa Cruz de La Palma.
Desde muy temprana
edad, yo merodeaba en torno a la vida comunitaria, ayudando a los cometidos de
monaguillo, al igual que los otros muchachos. Conviví alrededor del mundillo
religioso y puedo afirmar con rotundidad que, el viejo cura, era un santo
hombre entregado en corazón y alma, buen cristiano, verdadero samaritano,
consecuente al contexto evangélico dirigido a sus parroquianos.
No quepa la menor duda, me dejó la marca indeleble de la ejemplaridad y la total dedicación con sencilla humildad a los labores del confesionario, donde se afianzó su apostolado y pasaba interminables horas y días desde los primeros albores hasta el atardecer. Motivado por su pertinente sordera muchos pícaros se acercaban a él con el fin de pasar desapercibidos, si no totalmente, parcialmente al confesar sus faltas pecaminosas.
No quepa la menor duda, me dejó la marca indeleble de la ejemplaridad y la total dedicación con sencilla humildad a los labores del confesionario, donde se afianzó su apostolado y pasaba interminables horas y días desde los primeros albores hasta el atardecer. Motivado por su pertinente sordera muchos pícaros se acercaban a él con el fin de pasar desapercibidos, si no totalmente, parcialmente al confesar sus faltas pecaminosas.
Ese mismo espíritu
alentador de todo lo que facilitara el acercamiento a Jesucristo y a la
Eucaristía lo llevó a contribuir con decisiones impensables y a extender la fe
entre los jóvenes y demás fieles. Realizar la apertura de la Iglesia al mundo
como renovación doctrinal del nuevo creyente firme y convencido de unos ideales
comprometidos a creencias y formación religiosa.
Sala Capitular. El Salvador |
El Salvador. Detalle |
La Palma ha
marcado siempre una referencia en la aportación de vocaciones sacerdotales y
la del referido Hernández Rodríguez fue una muestra de ello. Nunca faltó
limosna y comida a los necesitados, según fuentes cercanas a su domicilio. Fue
principal promotor de muchas instituciones, que han perdurado.
“Quien quiera ser
el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9, 35).
Finalizo aplicando lo anterior en la vivencia del preclaro sacerdote, que dejó
una huella imborrable en muchas generaciones de palmeros.
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