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domingo, 23 de junio de 2013

EL CORPUS EN SANTA CRUZ DE LA PALMA

                              La ciudad celebró el pasado domingo, 2 de junio, el Corpus Christi de forma tradicional y religiosa. Salió a la calle en manifestación de fe el cortejo procesional, hermanadas las parroquias capitalinas de El Salvador y San Francisco, que fue un sentir más el amor a Jesús Sacramentado, presente en la Sagrada Forma y realmente expuesto en la custodia en medio de unas bellas andas de plata repujada, obra maestra de la orfebrería canaria.
                              Los niños y niñas de la Primera Comunión de ambas comunidades parroquiales le daban la nota de solemnidad al recorrido, modificado hace algunos años, y al son unísono de los acordes musicales. El aire oloroso por el vaporoso incienso manifestaba con gestos de satisfacción una jornada festiva transformada en vivencia con fotos para el álbum familiar.
                              Vestidos blancos llenaban la candidez de los protagonistas principales, que relucieron en el arcoíris de las ofrendas florales, alfombras, confeccionadas a los pies de los respectivos pórticos. Pregonaban el esfuerzo y buena voluntad de extender pequeñas obras en el suelo enlosado de las plazas y adoquines del estrecho acceso al ex real convento franciscano de la Inmaculada Concepción (1508) y, así, glorificar al Dios del Amor, al igual que los pétalos caídos desde las ventanas y balcones.
                              Descansamos en los verdaderos pilares de la historia cuando descubrimos nuestra identidad en el pasado y hacemos, entonces, inventario de lo heredado. Creer no es ser más ignorante que los demás, más bien al contrario, respondiendo al ser de cada uno de nosotros, insertándose armoniosamente en nuestra vida.
                              El cariño y respeto a lo nuestro es el mejor reflejo de los valores cívicos de este pueblo culto y el reto por lo adquirido de los antepasados, don de la sencillez del pan y el vino, signo de fraternidad en la espiga y uva. La víspera y ornamento de los templos se olfatea en los rostros de vecinos unidos por un sueño colectivo. La riqueza de Santa Cruz de La Palma se halla en los cristianos, que saben impulsar lo ancestral vertebrado en una estructura personal y social, capaces de generar una cultura de la solidaridad, impregnada, creyentes o no, de sensibilidad a lo novedoso y misterioso del momento.
                              Lo mismo que en otros lugares el ayer no fue igual, en la década de los cincuenta, según recuerdo, el Ejército rendía pleitesía al Paso eucarístico y el ambiente artístico era muy distinto, sumergiéndonos en una serie de enseres y costumbres, alegorías a las virtudes y referencias sacras. Las viejas ordenanzas de estar las vías barridas, regadas, tapizadas, enramadas y, no obstante, perfumadas nos diferencian en el tiempo y espacio.
                              El patrimonio de la conservación a la ilusión de algo, que trasciende más allá del carácter sagrado y participativo con materiales naturales cromáticos y literarios, se completa con la ingente labor de Juan Bautista Poggio Maldonado o Monteverde (1632-1707), máximo exponente de las Letras del Barroco en Canarias, con los autos sacramentales. José de Viera y Clavijo (1731-1813) lo llamó “el calderón canario”, por ser un fiel exponente del literato Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).

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