Desde lo más
profundo de mi humilde pensamiento e intención de escribir algunas palabras, no
dichas por los demás a través de la
Prensa local por el sentido fallecimiento de Luis Cobiella Cuevas (1925-2013),
comienzo una sencilla crónica. Su memoria no desaparecerá fácilmente de nuestra
mente, habiendo sido un mito en el desafío perenne del pulso musical, marcando
sigilosamente una nueva etapa en la historia artística palmera y aportando renovados
aires a la Bajada de la Virgen. Eventos esenciales y tradicionales que
perpetúan un hito sin fronteras.
La resonancia de
sus dotes intelectuales y personales vibró en las cuerdas vocales de los ecos
reverberantes de su ingente sabiduría, que transfirió ansias de mejorar lo
presente y crear riqueza en sus contribuciones. El ahínco de afianzar los
pilares de una vocación, que se convierte en herramienta fundamental en casi
toda una vida, descubre la identidad de alguien convertida en auténtica
realidad con solo engrandecer lo heredado y transmitir novedosas sensaciones en
obras maestras o poemas sinfónicos.
La inspiración en
el mar circundante y dado al espejismo, esperó
que en el cristal de la brisa se dibujara el paraíso al que todos
tenemos derecho tocar y creyó en la esperanza y anhelo de recibir el premio
merecido de sus afanes, buscando en el recorrido de la escala del pentagrama
sonoras melodías, aluvión de horas
sumergidas en el poder de sugestión de la poesía, que se convierte en
virtud, pudiendo ser la síntesis y, al mismo tiempo, el arte de transformar lo
cotidiano en trascendente y de elevar a la categoría de espíritu el sentir
natural y humano.
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