El nombre de Hospital de Nuestra Señora de Los Dolores nos
traslada al memorial de dicha institución benéfico-sanitaria de tanto arraigo
social entre los habitantes de una población necesitada de medios de primera
necesidad, siendo inusual celebrar los 500º aniversario de su fundación, que
data del 30 de junio de 1514, y lugar de acogida de niños abandonados a sus
puertas, de ahí la Casa Cuna. Por ese entonces se padecía una escasez económica
pronunciada y expuesta a las dificultades surgidas de los inconvenientes
presentes en la época reseñada. Ha estado, siempre, al servicio de La Palma.
Estaba ubicado en donde se halla La Recova, peculiar
edificación de estilo colonial y sobre las ruinas calcinadas, incendio ocurrido
en 1827, del antiguo cementerio y jardines de un extinto convento de las Hermanas
Dominicas. A petición de los católicos reyes Fernando II de Aragón y V de
Castilla (1452-1516), Rey Católico, y por Juana I de Castilla (1479-1555),
Juana la Loca, hija del anterior y de Isabel I de Castilla, Reina Católica, se
emitió la bula de autorización por la Santa Sede a través del pp. León X,
Giovanni di Lorenzo de´ Medici (1475-1521).
Situado al borde del barranco y junto a la capilla del mismo,
denominado actualmente Teatro Chico Municipal. Fue adquirido por la sociedad
Terpsícore y Melpómene en 1866 y remodelado para el nuevo cometido, siendo
decorado su embocadura por el pintor madrileño Ubaldo Bordanova Moreno
(1866-1909) con alegorías del mundo teatral, musical y emblema de los nuevos
propietarios. La condición imperante consistió en colocar el escenario en el
punto contrario de lo que había sido presbiterio, que en su zona oculta, aún,
prevalece un arco apuntalado rojizo, que fue su entrada principal al templo por
el Paseo de Cuba, avenida de El Puente, por no ser nada decoroso en el mismo
sitio. Enfrente se guarda los restos del arco toral, hoy, acceso al recinto por
Díaz Pimienta, calle Cuna. En ella se hallaba la impresionante y sobrecogedora
efigie, que se ciñe al tipo iconográfico gótico del “Cristo de La Humildad y La
Paciencia”, la magnífica pieza del Señor de la Piedra Fría, conjuntamente con
un Cristo grande de bulto, Cristo de la Salud, venidas de Indias son las más
antiguas existentes en Canarias. Colocadas a ambos lados con la titular Ntra.
Sra. de la Piedad o de Los Dolores. La primera, imagen muy venerada por el
pueblo, sale en procesión la noche del Jueves Santo desde la iglesia de San
Francisco de Asís del ex Real Convento franciscano de la Inmaculada Concepción
(1508-2008), trasladada en 1830 y que custodiadas por las cofradías de Los
Dolores y de La Sangre se conoció por “El Gran Señor de La Palma”. Anónima y de
procedencia mejicana. Y, la segunda, se venera, a partir del siglo XIX, en la
parroquia de Los Remedios de Los Llanos de Aridane.
En diciembre de 1822, Manuel Díaz Hernández (1774-1863),
conocido por el cura Díaz, beneficiado de la Matriz de El Salvador, expuso ante
el pleno del ayuntamiento la necesidad de trasladar el centro hospitalario,
concedido por Real Orden de 14 de junio de 1842, al cenobio de Santa Águeda de
las monjas claras, alegando que en tales fechas se suprimiría a causa de la
desamortización, 28 del mismo mes de 1837 y por motivos de insalubre calidad y
estar en el centro de la ciudad, lindando con el cauce, cuyas corrientes habían puesto en peligro y consternación al vecindario, teniendo
cortada la afluencia de los alisios por la manifiesta orografía.
Fue una estructura monjil diseñada en el XVII de dos plantas
y, posteriormente, modificada para su continuada misión por el aludido
personaje, artista y polifacético, y por su íntimo amigo y colaborador,
sacerdote y arquitecto, José Joaquín Martín de Justa (1784-1842). En 1912 el
Cabildo inicia las negociaciones para su utilización con ámbito insular, que
consigue firmar la cesión en 1918. Transcurrido el tiempo, 1925, comienzan las
obras, tal como hoy las vemos, realizadas por el ilustre arquitecto Pelayo
López y Martín-Romero sobre la huerta del solar religioso. Desde entonces posee
patios amplios, con flores y plantas, salas grandes y ventiladas con techos
altos comunicadas excelentemente. A principio de la segunda mitad de la
centuria anterior, orientadas hacia el saliente o Este, se hicieron unas estancias de uso individual para atender a una demanda de imperiosa evolución. En definitiva,
pensado con una idea clara sobre la higiene, acogedor, dinámico y con formas idóneas
en cualquier época, contando con la coherencia sistematizada dentro de los
estamentos profesionales con un sentido riguroso de responsabilidad y tenaz
orgullo colectivo.
Se guarda la primitiva iglesia, integrada en el conjunto
armónico de sus funciones, que en su interior conserva un retablo mayor y otros
laterales, recientemente restaurados. El principal pertenece al barroco de la
Isla de dos cuerpos muy diferenciados y de distintos autores. El finalizado por Andrés del Rosario Pérez Noguera (1615-1693), entre 1679 y 1693, es más
sobresaliente en abundantes temas decorativos como ángeles tenantes, medias
figuras aladas, cabezas angélicas y cornucopias. Mientras, que el otro de Juan
Fernández Suárez (1643-1717), yerno y ayudante del anterior, está desprovisto
de ornamentación con formas más severas. Se pueden ver en sus hornacinas tallas
flamenca, sevillana, mejicana… Una de ella la Piedad traída de Amberes, mediado
del XVI; Santa Águeda, Sevilla, hacia 1574 y San José con el Niño, Méjico, en
1770. El facistol y la sillería ocupan el coro bajo. Labrados los asientos en
madera de viñátigo del XVII. En 1836 se componían de 44 sillas fijas con
distintivos en los brazos, volutas o estrellas inscritas en círculos.
Resumiendo el contenido de la conmemoración presente y por la
profesionalidad de la plantilla de trabajadores, con la labor callada y
constante, diremos lo acontecido hasta las adquisiciones por la Seguridad
Social (SS) y la creación del Hospital General de La Palma (HGLP), que cediendo
parte de los servicios se convirtió en geriátrico. Actividad que mayor
reconocimiento despierta en la ciudadanía.
Retrocediendo al pasado, como si se tratase de un microfilm,
recordamos a las Hijas de la Caridad de la Congregación de San Vicente de Paúl,
monjas del hospital, que en 1894 a petición del consistorio capitalino se
instalaron las cinco primeras hermanas Sor Bernardina, Dolores Coll,
Candelaria, Teresa y Dolores Martos, que fueron antecesoras de un total de 50
habidas en su trayectoria, y que abandonan su estancia, 21 de diciembre de
2009, tras 115 años de permanencia al frente de la superiora Benedicta Ajeno por
iniciativa propia y por falta de relevo generacional. Es digno agradecer su
centenaria labor de servicio en toda su magnitud de amor a los enfermos, casa
cuna, los militares, personas sin recursos y tuberculosos, recogidos en
pabellones abarrotados, porque era de naturaleza cívico-militar después de la
Guerra Civil.
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