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domingo, 20 de julio de 2014

500 AÑOS AL SERVICIO DE LOS PALMEROS

                          El nombre de Hospital de Nuestra Señora de Los Dolores nos traslada al memorial de dicha institución benéfico-sanitaria de tanto arraigo social entre los habitantes de una población necesitada de medios de primera necesidad, siendo inusual celebrar los 500º aniversario de su fundación, que data del 30 de junio de 1514, y lugar de acogida de niños abandonados a sus puertas, de ahí la Casa Cuna. Por ese entonces se padecía una escasez económica pronunciada y expuesta a las dificultades surgidas de los inconvenientes presentes en la época reseñada. Ha estado, siempre, al servicio de La Palma. 
         Estaba ubicado en donde se halla La Recova, peculiar edificación de estilo colonial y sobre las ruinas calcinadas, incendio ocurrido en 1827, del antiguo cementerio y jardines de un extinto convento de las Hermanas Dominicas. A petición de los católicos reyes Fernando II de Aragón y V de Castilla (1452-1516), Rey Católico, y por Juana I de Castilla (1479-1555), Juana la Loca, hija del anterior y de Isabel I de Castilla, Reina Católica, se emitió la bula de autorización por la Santa Sede a través del pp. León X, Giovanni di Lorenzo de´ Medici (1475-1521).
                   Situado al borde del barranco y junto a la capilla del mismo, denominado actualmente Teatro Chico Municipal. Fue adquirido por la sociedad Terpsícore y Melpómene en 1866 y remodelado para el nuevo cometido, siendo decorado su embocadura por el pintor madrileño Ubaldo Bordanova Moreno (1866-1909) con alegorías del mundo teatral, musical y emblema de los nuevos propietarios. La condición imperante consistió en colocar el escenario en el punto contrario de lo que había sido presbiterio, que en su zona oculta, aún, prevalece un arco apuntalado rojizo, que fue su entrada principal al templo por el Paseo de Cuba, avenida de El Puente, por no ser nada decoroso en el mismo sitio. Enfrente se guarda los restos del arco toral, hoy, acceso al recinto por Díaz Pimienta, calle Cuna. En ella se hallaba la impresionante y sobrecogedora efigie, que se ciñe al tipo iconográfico gótico del “Cristo de La Humildad y La Paciencia”, la magnífica pieza del Señor de la Piedra Fría, conjuntamente con un Cristo grande de bulto, Cristo de la Salud, venidas de Indias son las más antiguas existentes en Canarias. Colocadas a ambos lados con la titular Ntra. Sra. de la Piedad o de Los Dolores. La primera, imagen muy venerada por el pueblo, sale en procesión la noche del Jueves Santo desde la iglesia de San Francisco de Asís del ex Real Convento franciscano de la Inmaculada Concepción (1508-2008), trasladada en 1830 y que custodiadas por las cofradías de Los Dolores y de La Sangre se conoció por “El Gran Señor de La Palma”. Anónima y de procedencia mejicana. Y, la segunda, se venera, a partir del siglo XIX, en la parroquia de Los Remedios de Los Llanos de Aridane.
                              En diciembre de 1822, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), conocido por el cura Díaz, beneficiado de la Matriz de El Salvador, expuso ante el pleno del ayuntamiento la necesidad de trasladar el centro hospitalario, concedido por Real Orden de 14 de junio de 1842, al cenobio de Santa Águeda de las monjas claras, alegando que en tales fechas se suprimiría a causa de la desamortización, 28 del mismo mes de 1837 y por motivos de insalubre calidad y estar en el centro de la ciudad, lindando con el cauce, cuyas corrientes habían puesto en peligro y consternación al vecindario, teniendo cortada la afluencia de los alisios por la manifiesta orografía.
                              Fue una estructura monjil diseñada en el XVII de dos plantas y, posteriormente, modificada para su continuada misión por el aludido personaje, artista y polifacético, y por su íntimo amigo y colaborador, sacerdote y arquitecto, José Joaquín Martín de Justa (1784-1842). En 1912 el Cabildo inicia las negociaciones para su utilización con ámbito insular, que consigue firmar la cesión en 1918. Transcurrido el tiempo, 1925, comienzan las obras, tal como hoy las vemos, realizadas por el ilustre arquitecto Pelayo López y Martín-Romero sobre la huerta del solar religioso. Desde entonces posee patios amplios, con flores y plantas, salas grandes y ventiladas con techos altos comunicadas excelentemente. A principio de la segunda mitad de la centuria anterior, orientadas hacia el saliente o Este, se hicieron unas estancias de uso individual para atender a una demanda de imperiosa evolución. En definitiva, pensado con una idea clara sobre la higiene, acogedor, dinámico y con formas idóneas en cualquier época, contando con la coherencia sistematizada dentro de los estamentos profesionales con un sentido riguroso de responsabilidad y tenaz orgullo colectivo.
                              Se guarda la primitiva iglesia, integrada en el conjunto armónico de sus funciones, que en su interior conserva un retablo mayor y otros laterales, recientemente restaurados. El principal pertenece al barroco de la Isla de dos cuerpos muy diferenciados y de distintos autores. El finalizado por Andrés del Rosario Pérez Noguera (1615-1693), entre 1679 y 1693, es más sobresaliente en abundantes temas decorativos como ángeles tenantes, medias figuras aladas, cabezas angélicas y cornucopias. Mientras, que el otro de Juan Fernández Suárez (1643-1717), yerno y ayudante del anterior, está desprovisto de ornamentación con formas más severas. Se pueden ver en sus hornacinas tallas flamenca, sevillana, mejicana… Una de ella la Piedad traída de Amberes, mediado del XVI; Santa Águeda, Sevilla, hacia 1574 y San José con el Niño, Méjico, en 1770. El facistol y la sillería ocupan el coro bajo. Labrados los asientos en madera de viñátigo del XVII. En 1836 se componían de 44 sillas fijas con distintivos en los brazos, volutas o estrellas inscritas en círculos.
                              Resumiendo el contenido de la conmemoración presente y por la profesionalidad de la plantilla de trabajadores, con la labor callada y constante, diremos lo acontecido hasta las adquisiciones por la Seguridad Social (SS) y la creación del Hospital General de La Palma (HGLP), que cediendo parte de los servicios se convirtió en geriátrico. Actividad que mayor reconocimiento despierta en la ciudadanía.
                              Retrocediendo al pasado, como si se tratase de un microfilm, recordamos a las Hijas de la Caridad de la Congregación de San Vicente de Paúl, monjas del hospital, que en 1894 a petición del consistorio capitalino se instalaron las cinco primeras hermanas Sor Bernardina, Dolores Coll, Candelaria, Teresa y Dolores Martos, que fueron antecesoras de un total de 50 habidas en su trayectoria, y que abandonan su estancia, 21 de diciembre de 2009, tras 115 años de permanencia al frente de la superiora Benedicta Ajeno por iniciativa propia y por falta de relevo generacional. Es digno agradecer su centenaria labor de servicio en toda su magnitud de amor a los enfermos, casa cuna, los militares, personas sin recursos y tuberculosos, recogidos en pabellones abarrotados, porque era de naturaleza cívico-militar después de la Guerra Civil. 

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