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domingo, 30 de noviembre de 2014

LOS GENUINOS MOLINOS DE VIENTO DE LA PALMA

Llano Negro. Garafía
                              Merecen una mención especial el patrimonio popular y las infraestructuras  industriales relacionadas con el grano, que aún perviven en muchos pueblos, constituyéndose como uno de sus elementos locales más preciados. Han prestado un notable servicio durante décadas y calmaron el hambre. Hoy, sin embargo, ofrecen un enorme valor etnográfico, paisajístico y turístico. No es menos importante la elaboración de una memoria descriptiva de cada inmueble con expresión de los datos necesarios para que justifiquen realizar un estudio individual y detallado de la situación y estado de conservación de los mismos.
                              Dar a conocer el funcionamiento y leyenda de los molinos de viento de La Palma te hacen retroceder en el tiempo, porque fueron sitios de tertulias, fiestas y de compromisos de matrimonios prometidos a la sombra de sus aspas. Algunos ya no existen y otros adornan el entorno de nuestros municipios como gigantes llenos de magia y leyenda de caballería medieval.
El Roque (1885). Puntagorda
                              Los aborígenes conocían el arte de moler, como la fuente de su alimentación, recolectando rizomas, semillas de helechos, para la producción de gofio y harina de la misma procedencia. Se dejaban secar al sol para, luego, pasarlos por la piedra y molerlos, girándola con la mano, poseyendo un alto nivel nutritivo. A causa de tal ingenio llegó el progreso y formó una cultura e historia viva de una isla.
                              Se conocían y se extendían por Europa hacia el XVII, empleando el mejor desarrollo de la energía eólica, alcanzando su apogeo en la centuria anterior, bajo la dirección de los ingenieros holandeses. ¿Cuándo se construyó el primero en la isla palmera? No se sabe. Los que tenemos documentados datan del siglo decimoséptimo. En un plano militar de Santa Cruz de La Palma de 1780 se puede apreciar varios fuera de la muralla y en las laderas próximas a la ciudad.
Santa Lucía. Puntallana
                              Al principio, sus veleros se fabricaban con telas, en los nuestros de pinsapo, que debido al deterioro ocasionado por los elementos meteorológicos se contrataban a los pescadores para reparar los daños por ser expertos en la consiguiente labor de reposición del velamen de sus respectivas embarcaciones.
                              Son de una concepción diferente y totalmente oriundos de otras islas del archipiélago y de la península. Sus piezas son de madera e, incluso, los engranajes. De los diez que quedan, sólo dos, han sido restaurados, Las Tricias (Garafía) y el de la Villa de Mazo, los demás se hallan en estado ruinoso. El único de viento-hidráulico está en buen estado y situado en el remozado Hotel Florida (s. XVII), Breña Alta. Nunca fueron de cuatro frentes en su fisonomía exterior, sino constaron de ocho, doce y dieciséis. Se instalaron en donde no habían cuencas de agua (Mazo, Garafía y Puntagorda) y eran zonas de viento.
Santo Domingo. Garafía
                              Los garafianos presumen de tener mayor número de ellos y de la obtención de cereales, propiedad del molinero o de los agricultores, y que llevaban en talegas para la molienda, pagando por el servicio. A veces, se concedían trueques, cuando la penuria era muy aguda, pagando con almendras, papas, cestos, canastas o favores gratuitos en beneficio del dueño de la molina.
                              Desde estas líneas homenajeamos a Isidoro ortega Sánchez (1843-1913), natural de Monte Pueblo, municipio mazuco, que ideó un modelo propio conocido como “sistema Ortega”, que se remonta a 1868 ubicado en la vivienda de su creador y hasta principio del XX se siguieron fabricando. Eran sencillos y aprovechaban los materiales de la zona como la tea. Estaban compuesto por la casa del propietario, casi siempre estaba semienterrada; la torre, que se elevaba seis o siete metros sobre la edificación anterior, orientada a la dirección de la fuerza motriz, y el rotor donde se insertan los brazos giratorios.
Los Ortega. Mazo
                              ¿Seremos capaces de salvar estas reliquias? Pienso que sí, por el bien de nuestro pasado. Aún, estamos oliendo el rico gofio, que, junto a la leche espumosa recién ordeñada, formó parte fundamental de nuestro desayuno durante decenas de años. Los objetivos marcados pueden ser en dar a conocer este modo de vida tan dispar y no alejado en el tiempo. Alertar de los peligros que acechan a semejantes joyas y despertar distintas sensibilidades con el fin de obtener recursos económicos para recuperarlos y protegerlos, ya que están en pésimas condiciones.   
                              Haremos uso del inventario publicado por el Diario de Avisos del domingo, 14 de septiembre de 2014, adjuntando el nombre, lugar y vestigios, y es fuente de Antonio Manuel Lorenzo Tena (1957):
Buenavista. Breña Alta
                              “Los Ortega (Mazo), bueno; Los Romero-La Sabina (Mazo), restos de la casa; Malpaís de Abajo (Mazo), una esquina de la casa; Tigalate (Mazo), piezas sueltas; Tirimaga o de Pérez Guerra (Mazo), estructura de la torre; Marcelino Yanes (Fuencaliente), no existe; Cuatro Caminos (Breña Alta), casa y torre; Santa Lucía o de Rosendo (Puntallana), torre y algunas aspas; Vicente Hernández de Capirote (Puntallana), restos de la casa; Granel (Puntallana), no existe; Cáceres (Barlovento), no existe; García-Las Toscas (Barlovento), restos de la casa; Gallegos (Barlovento), no existe; Llano Negro (Garafía), aceptable; Marcelino-Santo Domingo (Garafía), aceptable; Abajo o de los González (Garafía), restos de la casa; El Calvario (Garafía), aceptable; Las Tricias-Buracas (Garafía), restaurado; Bravo Carpintero (Garafía), restos de la casa; El Roque (Puntagorda), aceptable; Montaña de Miraflores de Lucero (Puntagorda), cimientos y restos de la casa y Camino de Los Morritos o de Relva Larga (Puntagorda), restaurado”.
                              Al concluir este trabajo del conjunto de bienes que conforma el legado, heredado de nuestros antepasados, supongo sea necesario una actuación rápida que garantice su pervivencia junto a la acción pedagógica a todos los niveles para explicar lo que significaron estos recursos en otro tiempo y la belleza encerrada en ellos.

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