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domingo, 24 de mayo de 2015

LOS CONVENTOS Y ÓRDENES RELIGIOSAS DE LA PALMA (2)

                              2.- Convento de San Miguel de las Victorias: Conocido por San Miguel de La Palma o de Santo Domingo es el tercero de la Orden de predicadores, dominicos, en Canarias y consta que se establecieron en la zona opuesta a la que habían ocupado anteriormente los franciscanos, en medio de los barrios de San Sebastián y San Telmo. En 1530 fue fundado por fray Domingo de Mendoza, evangelizador de América, en una ermita erigida en honor al Arcángel por el Adelantado Fernández de Lugo (1456-1525). Su situación en lo más alto y sobre el puerto irradiaba alegría y hermosas vistas con la mejor plaza, que lleva el nombre del Patrón, haciendo cuadra con el homólogo femenino de las monjas catalinas y con edificios colindantes.
                              Contaba con claustros altos y bajos y con una pila de cantería en medio de uno de ellos, según testimonio fidedigno, que corría agua todo el tiempo, y que más tarde la hubo en la plazuela exterior hasta la década de los años cuarenta. Tenía cuatro dormitorios y celdas acomodadas en buenas condiciones de habitabilidad, contando con treinta y seis religiosos. La huerta con un estanque siempre lleno para el riego de la misma, fue un favor concedido por el Cabildo.
                              Junto a la antigua construcción se hizo la entrada principal de la casa conventual, respetando el sagrado sitio como oratorio y en donde un religioso, que ahí rezaba diariamente, tuvo una visión de un Cristo crucificado, que plasmó en el muro, arropado por el anonimato, como un fresco con pinturas al temple, y que tomó el nombre del Señor de la Portería.
                              El templo con una ornamentación sensacional y detallista en su coreografía es de una nave en forma de cruz latina, completándose su planta a finales del XVI. Su portada, la parte más antigua, completada con el resto de la edificación por una escalinata forma el atrio con la configuración de un gran escenario, combina elementos gótico-renacentistas y mudéjares evidentes en la moldura, que a modo de alfiz encuadra el arco con capiteles repletos de temas del bestiario medieval: animales monstruosos, guerrero desnudo con media luna de perfil grotesco o máscara a modo de escudo, son claros mensajes apocalípticos y escatológicos en claves contra-reformistas y como monumento expiatorio. Se supone que sea obra de Hernando Luján, que talló los del arco toral de la Encarnación entre 1530 a 1532. Por la parte de afuera sobresalen nítidamente los volúmenes cúbicos de las capillas laterales, sacristía y camarín de la Virgen del Rosario hecho por el maestro Domingo Álvarez en 1698.
Fachada principal. 1930
                              En 1553 el conjunto histórico sufrió el incendio y saqueo de los piratas franceses calvinistas al mando de Pie de Palo con la misión de no dejar extender el catolicismo en el Nuevo Mundo. En la reconstrucción con las ayudas solicitadas a estamentos reales, insulares y de familias principales se consiguió con el celo de sus bienhechores un punto de perfección inigualable, como se ve en su fachada mirando al mar la torre del campanario, que se comenzó a levantar el 13 de mayo de 1701, y en ella se observan los famosos azulejos de Delft (Holanda), coro, sala capitular, librería y estudios de Filosofía y Teología, brillando en las artes y letras. 
                              Las palabras del viajero portugués Gaspar Frutuoso atestiguan que las capillas colaterales se rehicieron. La de La Soledad, contigua del Evangelio, fue costeada por Gonzalo de Carmona, mercader y almojarife de la Isla, y su sobrino Diego de Santa Cruz y la de Santo Tomás, al lado de la Epístola, se edificaba en 1554 y terminada en 1567 por patrocinio de Luis Van de Walle el Viejo, caballero flamenco, con privilegio de pasar directamente desde la calle al pequeño ajimez. Ambas se rematan con espléndidas techumbres mudéjares de la misma época. Posteriormente, se edificó abierta al recinto y con acceso independiente la conmemorativa a Lepanto, donde reposan los restos del insigne palmero Anselmo Pérez de Brito (1728-1772), cuyo retablo fue ejecutado por Andrés del Rosario y su hijo Lorenzo de Campos en 1660. No podemos olvidarnos de la de Media Naranja con el ornato de la cúpula y escudo, toisón del santo fundador, en el centro del almizate.
                              Destacaron varios monjes regulares artistas, escultores y pintores, que decoraron casi exclusivamente con el púlpito, principio del XVIII y uno de los más bellos en el archipiélago, y el Altar Mayor, autoría de Juan Lorenzo de 1703 a 1705, de estilo barroco como la pieza anterior y con columnas pareadas. En su parte central se venera la talla inacabada en su parte posterior de San Miguel Triunfante de fray Marcos, ataviada como un guerrero romano y armado victorioso transmite cierto aire refinado y palaciego, recordando por su voluptuosidad a los ángeles dieciochescos del Barroco. Se guarda una colección de tablas atribuidas a Pierre Pourbus desmembradas de su marco original en 1703 y que son seis, restauradas por expertos especialistas. Las mismas se componen de San Miguel Arcángel, San Juan Bautista, La Genealogía de Jesús, Santos Dominicos y las grisallas de San Francisco y San Blas ubicadas, posiblemente, en el desaparecido entablado. Además, se conserva La Santa Cena de Ambrosius Francken (1544-1615). Por los blasones y otros motivos nobiliarios se dice habérsele convertido en un verdadero panteón de conquistadores y descubridores de las nuevas tierras.
                              Estuvo funcionando hasta el 27 de abril de 1836, pasándole lo sucedido a los hermanos de San Francisco de Asís, siendo los padres de ese entonces trasladados a La Laguna y Gran Canaria. Después de la desamortización se estableció en sus dependencias por particulares una fábrica de seda y el ayuntamiento, 24 de marzo de 1843, tomó posesión del inmueble y lo destinó para albergar La Milicia Nacional. Desde 1960 se halla el Instituto de Enseñanza Secundaria Alonso Pérez Díaz (1876-1941), primer centro público insular de Enseñanza Media creado en 1932.
                              3.- Convento de Nuestra Señora de la Piedad: Fue el segundo en La Palma y decimocuarto de la provincia de San Diego de Canarias por los franciscanos en la Villa de San Andrés, solicitado el 26 de abril de 1611 al amparo del Beneficiado parroquial y entidades públicas. Lleva el nombre de la bella imagen flamenca, titular del cenobio, aunque es conocido, también, por la Caridad. Su asentamiento se debe en una ermita de Montserrat, después demolida, erigida por los propietarios de los cañaverales e ingenio de azúcares en los heredamientos de Los Sauces, junto al muelle del Guindaste, al otro lado del barranco del Agua, situado al borde del camino real con dirección al Puerto de Espíndola.
                              En la jornada dominical, 20 de noviembre de 1611, comenzó su andadura y en 1614 se trasladaron a los terrenos cedidos por la familia Guisla Van de Walle con la condición de dar sepultura con derecho a sus descendientes, siendo los patrones titulares Pablo de Monteverde Van Dalle y su esposa María Salgado de Guisla y Diego de Guisla Van de Valle y Margarita Bellido.
                              La fundación contaba con dos plantas cuadradas con balconada y un muro, que protegía el solar compuesto de un templo y huerta. En él comenzaron ocho frailes para pasar a tener 14 durante el XVII y XVIII, pero entre esos dos siglos empezaron a mermar los componentes de comunidad. En el principio unos 12 religiosos se dedicaron a curar, alimentar e impartir clase a los más pobres de la localidad.
                              El retablo mayor de la iglesia estaba formado por dos cuerpos y tres calles con estípites y dorado. La imagen de la Señora del Norte, como se le llama hoy, estaba en la hornacina central del primero, acompañada por San Diego de Alcalá y San Francisco de Asís, que se hallan en la vecina parroquia, y, en el segundo, tres lienzos presidido por la Inmaculada Concepción  y los apóstoles San Pedro y San Andrés. Las otras esfinges están desaparecidas o en paradero desconocido como la de San Antonio de Padua, San Buenaventura, Nuestra Señora de los Ángeles de 1615, San Pedro de Alcántara, San Juan Bautista, ornamentos, objetos de culto, púlpito, pila de agua bendita de mármol blanco, aguamanil de piedra, cajonería con seis gavetas, fascitol con un crucifijo, órgano y sillería de viñátigo.
                              Las campanas se distribuyeron por distintos sitios, que tres formaban parte del campanario, portería y refectorio, de las que una fue a parar a una fortaleza y la mayor, en 1857, a Tijarafe, que posteriormente fue fundida con otras en Tenerife. La misma suerte tuvo la colgadura de tafetán con listas amarillas para la capilla principal del recinto de una nave, donada por Diego de Guisla y Castilla (1634-1718), servicio de altar y ajuar, entre otros objetos, copón, 3 cálices plateados, guión de terciopelo con galón de oro, ánfora para el óleo…
Iglesia parroquial de San Andrés 
                              En 1821 fue suprimido por primera vez, restableciéndose en 1827, para hacerlo definitivamente en 1835. Los últimos cuatro moradores no pudieron con el mantenimiento del mismo, que se declaró en ruina. En 1854 se clausuró por el desplome de su techumbre y estado calamitoso de la edificación, siendo los huesos  de los allí sepultados exhumados y llevados al viejo camposanto local. Su patrimonio artístico fue repartido y la Virgen llevada al contiguo caserío con el archivo documental, que fue dado en 1881 por falta de espacio a la Real Sociedad La Cosmológica de Santa Cruz de La Palma, y que al año siguiente trasladada procesionalmente en la tarde del domingo, 2 de septiembre, a la iglesia Nuestra Señora de Montserrat, derruida en 1960, se le construyó un digno expositor con los restos de madera del extinguido convento, tomando posesión de sus enseres, guardados en las dependencias sauceras desde 1843, compuesto por custodia de sol sobredorada, dos atriles americanos con incrustaciones de nácar y carey regalado en 1774 por el indiano José de Brito y los inventariados de plata como lámpara, corona dorada y esmaltes labrada en Ciudad Trujillo (Perú) en 1672 y cruz repujada. En la nueva estancia ocupa un lugar destacado, mimada por la atención, devoción y rezos de la feligresía.
                              4.- Convento de Santa Águeda: Tuvo su origen en una pequeña ermita dedicada a la mártir Santa Águeda en 1574, en medio de una pertinaz sequía, como patrona de Santa Cruz de La Palma y Abogada de las mies. Se fundó el primer monasterio femenino en la isla, tercero de su orden en el archipiélago. Las clarisas fueron sus moradoras, franciscanas e hijas de Santa Clara de Asís, entrando en clausura en 1603 hasta su definitiva exclaustración en 1837.
                              La comunidad llegó a tener más de 45 religiosas bajo la dirección y obediencia de los padres de San Francisco. La madre María de San Luis Vandeval Bellido, hija natural del licenciado Luis Vandeval Bellido, que fue mayordomo del monasterio, había sido elegida abadesa, 9 de agosto de 1676, por las demás de coro y velo negro, contribuyendo al máximo apogeo del cenobio en rentas, edificio y en número de componentes, según escribía el obispo Bartolomé García Jiménez (1618-1690) en ese año era el mayor, más numeroso y antiguo de los dos  existentes en la ciudad.
                              La iglesia conventual es desde 1840 capilla del actual Hospital de Nuestra Señora de los Dolores. La anterior regidora antes de finalizar su prelacía inició la mejora y ampliación del templo, viva imagen de las pretensiones de calidad y nobleza, hijas de los principales señores de la Isla.
                              La iglesia consta de una nave, paralela a la calle, y con dos puertas como todas las edificaciones monjiles. El Retablo Mayor, remata sin ático y con el semicírculo del entablamento, solución del barroco palmero, fue construido, entre 1679 y 1697, por Andrés del Rosario y su yerno Juan Fernández, por lo que las monjas firmaron un contrato ante el escribano Pedro de Escobar para ampliar y reedificar solar y coro, celebrando con más decencia los oficios divinos.
                              La sucesora en el cargo Margarita de San Esteban Pinto de Guisla (1632-1707), hermana del licenciado, clérigo presbítero, Juan Pinto de Guisla (1631-1695), visitador general de La Palma, hijos de una poderosa familia, poseedora de importantes mayorazgos, en su segunda regiduría se finalizó y doró la mencionada construcción, que consta de dos cuerpos, tres calles, banco y sotabanco, en cuyas cartelas hizo perpetuar su memoria y la de su familia. La disparidad entre ambos cuerpos es notoria.
                              En su interior hay varios retablos-hornacina de madera de la segunda mitad del siglo XVIII, sobrepuestos a antiguas capillas o nichos de cantería, cuyo patronato perteneció a distintas familias como Lorenzo de Cepeda, Sotomayor, Domenech y Massieu-Salgado. Algunos de ellos, junto a imágenes, proceden del antiguo centro benéfico sanitario. A destacar La Piedad, Amberes, mediados del XVI; Santa Águeda, Sevilla, hacia 1574; San José con el Niño, Méjico, hacia 1770… En el coro bajo existe un apostolado pintado sobre lienzo, facistol y sillería de  sobrio diseño y decoración, labrada en viñátigo en el XVII, que 1836 constaba de 44 sillas fijas, distinguiéndose dos tipos de asientos, según los sencillos motivos de los brazos, volutas o estrellas inscritas en círculos.
                              En diciembre de 1822, Manuel Díaz Hernández (1774-1863), beneficiado de la Parroquia Matriz de El Salvador, expuso ante el pleno del ayuntamiento la necesidad de trasladar el anterior centro hospitalario (La Recova), concedido por Real Orden de 14 de junio de 1842, a este referido solar alegando que en tales fechas se suprimiría a causa de la desamortización, acaecida el 28 del sexto mes de 1837, por motivos de insalubre calidad y estar en el centro poblacional, lindando con el cauce del barranco de Dolores, cuyas corrientes habían puesto en peligro y consternación al vecindario, además, teniendo cortada la afluencia de los alisios por la manifiesta orografía.
                              El Cabildo Insular inicia en 1912 las negociaciones de utilizarlo con ámbito insular, que consigue firmar la cesión en 1918. Llegando al 1925 dan comienzo las obras de remodelación en las huertas con el fin de adaptarlo a su nuevo cometido, tal como lo conocemos, por el arquitecto Pelayo López y Martín-Romero.

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