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domingo, 4 de septiembre de 2016

ANTIGUOS HORNOS DE LA CAL

San Andrés. Los Sauces
                              Aludir a nuestro pasado sería como pisar los talones del tiempo transcurrido sin dejar de dar un paso hacia delante. Lo hacemos con los antiguos hornos de la cal, que así marcan un antes y después de la historia insular con el ritmo de las tareas comerciales de nuestros puertos. Formaban parte del péndulo fiscalizador de la actividad marinera en los muelles al compás de un constante transigir de los pequeños barcos de madera, denominados de cabotajes. Traían la piedra caliza desde Fuerteventura y Lanzarote, las islas más orientales del archipiélago canario y ricas de tales rocas.
                              Con sus edificaciones en la cercanía del mar, no lejos de los desembarcaderos, fueron los artífices imprescindibles de una gran y floreciente industria en la fabricación de la cal. Su producción aumentaba la economía local y familiar, haciendo obtener altos índices de cotización en el bienestar del pueblo por un puesto de trabajo en el sector primario, que tan necesitado estuvo  y, entonces, fue sustituido por modernas corrientes de mejores usos vanguardistas.
                              En toda la geografía isleña se integraron totalmente en el paisaje que, hace muchos años, fueron desapareciendo paulatinamente por diversas causas como por la extensión de población, urbanización perentoria de terrenos de baldío y, por encima de todo, abandono de sus propietarios. Los pocos que se mantienen en pie, no muchos, algunos se han restaurado e incluido como bien inmueble artístico de interés turístico y patrimonial.
La LP-2. Breña Baja
                               Será interesante, no cabe la menor duda, realizar un inventario de los mismos y prestarle una mayor atención a su supervivencia. En Breña Baja, frente a los acuartelamientos de El Fuerte, San Andrés y Sauces y otros en ninguna parte por su desconocimiento, ya que al iniciarse la carretera de El Galión hubo uno de buena factura, junto al término de las escaleras de acceso al barrio de San Telmo.
                              Esos humeantes baluartes erguidos como Quijotes del medio imperante en su pleno rendimiento cuando faenaban, poseían una silueta cónica truncada por su vértice, por donde se cargaban de capas alternas de carbón y materia prima, y su base se apoyaba sobre un prisma de hormigón compuesto de la hornilla con unas parrillas, que descansaban sobre un puente de hierro y una puerta donde se prendía el fuego. Finalizado el proceso se enviaba el resultado al empleo en la construcción, enjalbear e impermeabilizar.

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