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domingo, 26 de agosto de 2018

LA LUNA ROJA

                              Parece más a un término mitológico o, incluso, apocalíptico que un fenómeno real. No lo creó el género literario, sino la astronomía. Fueron los estudiosos de la observación del firmamento los que bautizaron con esa expresión a un evento natural poco frecuente, que se dejó ver el viernes, 27 de julio, en lo alto de la bóveda celeste.
                              Varias son las motivaciones para sentirse atraído y dejarse seducir por un hecho como un eclipse total de luna. La atención se centró en ser de mayor duración en lo que va de siglo y el color de sangre del satélite y planeta, que aparecía a su lado, en un cielo oscuro con un horizonte cargado de nubes con aspecto fantasmagórico que no impidió la visión espectacular y nítida, al principio del mismo, esperada por muchos y que se comportó como una dama vergonzosa y sonrosada.
                              A mí me despertó un interés suscitado que me introdujo en pensamientos disipados por la situación privada en que me encontraba en ese momento frente al mar, contemplando a Marte, Júpiter con tres de sus lunas, Venus y Saturno alineados e inconfundibles por su ubicación astral.
                               El tinte rojo maravilloso surgió de pronto al paso de los rayos del sol por la atmósfera terrestre, que lo convierte sorprendentemente en ese tono tan particular y pudo tener la oportunidad de aprovechar esta circunstancia para hacer algunos análisis de distribución y localizar los aerosoles, que existen en el maltrecho espacio sideral.
                                Una conjunción del satélite, cuatro planetas y una estrella fue insólito jamás visto increíblemente único de contar por el hombre. Transcurría el vanidoso tiempo de una retirada con cortos intervalos, como si jugaran al escondite, predestinados se diluía lentamente en la atracción de la velada sin poderlo detener, ya que todo suceso posee una causa de proseguir hasta acabar.
                              ¿Señales de malos augurios? o ¿aprovechamiento mediático? Sé que las civilizaciones de todo el mundo han desarrollado distintas leyendas en torno a lo comentado anteriormente con matices a tener en cuenta, porque acumula muchas supersticiones relacionadas con las catástrofes, que se creen más frecuente, y desgracias inesperadas en el marco general de un ser con respecto a la fertilidad y la creencia de que una embarazada expuesta al influjo presencial tendrá un hijo maldito o con malformaciones. Además, se piensa que cortarse el pelo en ese intervalo circunstancial tendría mejor fortaleza.
                              No faltan sugerencias y anotaciones para quedarnos dubitativos y no sé si te apetece compartirlas conmigo, será una cuestión de principios y nada más, según las opiniones recabadas en distintos medios informáticos de comunicación o de otra índole nos dicen, que al mirarla nos hace perder la cordura y que un matrimonio celebrado bajo ella será duradero.
                              Era frecuente que los antiguos, entre ellos los griegos, se sometieran a numerosas interpretaciones, como si era atacada por dioses de la vieja mitología. Los incas y mayas evidenciaban sus ofrendas, los primeros por un jaguar y, los otros, una lucha en el Olimpo.
                              Siempre se propaga el fin, porque la Biblia se pronuncia a favor de las señales próximas y en los Hechos de los apóstoles dice: “El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes de que venga en gran y notable día del Señor” (H. 2. 20). También, en el Apocalipsis escrito está: “Hubo un gran terremoto y el sol se volvió negro, como un paño de saco de pelo, y la luna se volvió como sangre” (Ap. 6. 12).
                              En algunas islas británicas creen que si la señalas nueve veces se te cerrarán las puertas del paraíso y salvó la vida a Cristóbal Colón en su última expedición en 1504, ante unos nativos que empezaban a mostrarse poco cooperadores. Entonces, a su líder transmitió: “que el Dios de los cristianos mostraría su enojo con un signo enigmático y contundente, si permanecía con tal actitud poco convincente, de que el astro rey no saldría nunca”, ya que los navegantes estaban obligados a ser, en este caso el almirante, astrónomos para hallar la ruta correcta.
                               Para finalizar, en mi infancia se cantaba: “Luna, lunera/cascabelera/bajo la cama/tienes la cena”. Me estoy refiriendo a la letra de una hermosa nana o, simplemente, canción de cuna.
                              El entorno en la Tierra se vuelve más vulnerable a un nivel intangible y propicio para presencia de energías negativas.

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