La importancia marítima de La Palma no deriva tanto de la
calidad de su puerto sino, también, de la historia de su grúa Titán, que
durante muchísimos años fue protagonista de una estampa popular en el devenir
de la capital, que fue usual de forma generalizada y que se convirtió en un
icono único en postales, mostrando la bahía palmera en transmitir distintas
etapas del tiempo, añoranza y cambio en pro del progreso social hasta el
presente halagüeño y prometedor de un futuro competitivo en el ámbito comercial
y turístico de vanguardia.
Entre 1515 y 1519 se comenzó a construirse un muelle o
malecón de piedra, pequeño en sus dimensiones y endeble en la estructura,
debido, sobre todo en invierno, por las inclemencias oceánicas existentes,
después de finalizarse el castillo de San Miguel, aprovechando los materiales
sobrantes como la cal, cantos, etc. Hacia 1561 mereció tal nombre en Canarias,
que perduró durante el siglo XVI.
A partir de 1797 se valoraron las obras que fueran necesarias
para la mejora y adecentamiento de la instalación portuaria por el Concejo
Insular, ya que fue, continuamente, desmanteladas por sucesivos contratiempos
naturales y administrativos, continuando dichos problemas en 1803.
Hubo nuevos proyectos de ampliación del dique con novedosos
deseos de convertirlo en entrada o salida de todos los productos de exportación
e importación, necesitados de esperanza y confianza de los medios mercantiles a
su alcance nacional e internacional. A partir de lo aludido es cuando se hace
notar la adquisición e importancia para el desarrollo de la Isla.
Tal como sucedió en La Gomera, la visita real de Alfonso
XIII, 3 de abril de 1906, a bordo del vapor Alfonso XII, que llevaba el nombre
de su padre, sería decisiva para agilizar lo solicitado reiteradamente, ya que
se utilizó una lancha y un entarimado de madera sustentado por dicha máquina
elevadora. Con este hecho portentoso se observa la existencia de la misma desde
muchos años atrás.
La curiosidad me hace relatar la confusión habida al llegar a
nuestro enclave y siendo desembarcada se aclaró la duda por su destino a Palma
de Mallorca, debido a semejantes labores de reconstrucción en tal archipiélago.
El protagonismo suscitado sirvió de historia popular hasta los años ochenta,
que por un temporal de fuerte oleaje cayó, durante la noche, al fondo de las
frías aguas a un lado del último alargamiento del complejo portuario, sirviendo
de morada perenne y a una profundidad sin perjuicio para las operaciones de
atraque de cruceros de grandes calados.
Con relación al hecho anteriormente descrito las mareas de
cuarto cuadrante, conocidas por “corredera”, es la principal razón de los
continuados destrozos y de lo sucedido en la pérdida irreparable. Se trata de
grandes olas producidas en la bocana, que recorren la línea de amarre y siguen
hasta la playa con ímpetu y gran estruendo, resultando altamente peligrosas
para las embarcaciones u otros.
No sé de donde pudo ser importada, quizás por la Sociedad
Metropolitana de Construcción o procedente de la factoría inglesa
Jessips&AApleby Brothers, refiriéndonos a las homólogas en Canarias.
Sus medidas eran las apropiadas para levantar y asentar en el
sitio preciso prismas de cemento armado de enormes toneladas de peso y a una
altura del lecho marino y de adecuada longitud de brazo para el avance de la
obra de asentamiento.
Es un patrimonio, aunque no se disfrute lamentablemente de
ella, que supuso un paso adelante en la economía insular y regional, dándole la
categoría merecida y ganada al paso del quehacer cotidiano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario