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domingo, 3 de febrero de 2019

LA GRÚA TITÁN DEL MUELLE PALMERO

                              La importancia marítima de La Palma no deriva tanto de la calidad de su puerto sino, también, de la historia de su grúa Titán, que durante muchísimos años fue protagonista de una estampa popular en el devenir de la capital, que fue usual de forma generalizada y que se convirtió en un icono único en postales, mostrando la bahía palmera en transmitir distintas etapas del tiempo, añoranza y cambio en pro del progreso social hasta el presente halagüeño y prometedor de un futuro competitivo en el ámbito comercial y turístico de vanguardia.
                              Entre 1515 y 1519 se comenzó a construirse un muelle o malecón de piedra, pequeño en sus dimensiones y endeble en la estructura, debido, sobre todo en invierno, por las inclemencias oceánicas existentes, después de finalizarse el castillo de San Miguel, aprovechando los materiales sobrantes como la cal, cantos, etc. Hacia 1561 mereció tal nombre en Canarias, que perduró durante el siglo XVI.
                                A partir de 1797 se valoraron las obras que fueran necesarias para la mejora y adecentamiento de la instalación portuaria por el Concejo Insular, ya que fue, continuamente, desmanteladas por sucesivos contratiempos naturales y administrativos, continuando dichos problemas en 1803.
                                Hubo nuevos proyectos de ampliación del dique con novedosos deseos de convertirlo en entrada o salida de todos los productos de exportación e importación, necesitados de esperanza y confianza de los medios mercantiles a su alcance nacional e internacional. A partir de lo aludido es cuando se hace notar la adquisición e importancia para el desarrollo de la Isla.
                              Tal como sucedió en La Gomera, la visita real de Alfonso XIII, 3 de abril de 1906, a bordo del vapor Alfonso XII, que llevaba el nombre de su padre, sería decisiva para agilizar lo solicitado reiteradamente, ya que se utilizó una lancha y un entarimado de madera sustentado por dicha máquina elevadora. Con este hecho portentoso se observa la existencia de la misma desde muchos años atrás.
                              La curiosidad me hace relatar la confusión habida al llegar a nuestro enclave y siendo desembarcada se aclaró la duda por su destino a Palma de Mallorca, debido a semejantes labores de reconstrucción en tal archipiélago. El protagonismo suscitado sirvió de historia popular hasta los años ochenta, que por un temporal de fuerte oleaje cayó, durante la noche, al fondo de las frías aguas a un lado del último alargamiento del complejo portuario, sirviendo de morada perenne y a una profundidad sin perjuicio para las operaciones de atraque de cruceros de grandes calados.
                              Con relación al hecho anteriormente descrito las mareas de cuarto cuadrante, conocidas por “corredera”, es la principal razón de los continuados destrozos y de lo sucedido en la pérdida irreparable. Se trata de grandes olas producidas en la bocana, que recorren la línea de amarre y siguen hasta la playa con ímpetu y gran estruendo, resultando altamente peligrosas para las embarcaciones u otros.
                              No sé de donde pudo ser importada, quizás por la Sociedad Metropolitana de Construcción o procedente de la factoría inglesa Jessips&AApleby Brothers, refiriéndonos a las homólogas en Canarias.
                              Sus medidas eran las apropiadas para levantar y asentar en el sitio preciso prismas de cemento armado de enormes toneladas de peso y a una altura del lecho marino y de adecuada longitud de brazo para el avance de la obra de asentamiento.
                                  Es un patrimonio, aunque no se disfrute lamentablemente de ella, que supuso un paso adelante en la economía insular y regional, dándole la categoría merecida y ganada al paso del quehacer cotidiano.

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