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domingo, 24 de marzo de 2019

EN MEMORIA DE LOS CABUQUEROS

                              Habiendo visto un video, que comentaba el homenaje celebrado recientemente en Barlovento a los últimos cabuqueros de La Palma, tengo el deseo de elogiar la admirable labor sacrificada y valiente de hombres comunes arriesgando sus vidas en pos de la agricultura. Su lucha titánica por conseguir el elemento hídrico, escaso y tan necesario para conseguir los propósitos perseguidos desde hacía algún tiempo pasado.
                              La urgencia de abrir camino a lo que después sería progreso hacia un futuro prometedor a nivel social, económico, político y cultural en el entorno asociativo, comarcal, municipal y familiar.
                              En memoria de los últimos surge el interés de ofrecer un reconocimiento, más que merecido, y asumir la precariedad de las herramientas utilizadas para perforar las entrañas de la tierra en busca del afloramiento del agua, aunque bastantes veces fue frustrado. Constituyó una parte de la historia escrita con sudor, esfuerzo y sangre, a veces sin premio, que lamentablemente más de una vez se lloró la muerte accidentada de alguno de ellos.
                              Las desgracias y enfermedades se sucedieron, sin pensar en ellas, en la década de los sesenta del siglo pasado (s. XX), cuando se trabajaba en las galerías, túneles subterráneos, en condiciones infrahumanas. Con una vagoneta se sacaba el escombro sustraído con pico, maza y una barra de acero, arrancado a base de pólvora, controlada por los explosivos o barrenos, en una atmósfera enrarecida por el humo de la lumbre de los quinqués alimentados por carburo. Las jornadas laborales en ese medio hostil se hacían eternas e insoportables.
                              Los corredores apuntalados o no, con más o menos metros de longitud, algunos sobrepasaban  un kilómetro, conocían el alumbramiento de la bolsa o acuífero alcanzado por su caudal en pipas. El paso siguiente era la venta y compra de las acciones en un mercado provechoso para el riego y otros menesteres.
                              Muchos buscavidas luchaban incasablemente, a pesar de las situaciones desagradables, una tras otra, en busca de la roca madre, que le diera la esperanza y suerte, observando la humedad en barrancos y laderas.
                              Así fue aquel entonces, agrios principios, que está en el recuerdo de muchos, siendo la isla de La Palma una excepción en el archipiélago por su naturaleza, estabilidad demográfica y sostenibilidad en el capítulo hidráulico, cuyos protagonistas se libraron de las dependencias de las lluvias y aljibe. 

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