Habiendo visto un video, que comentaba el homenaje celebrado
recientemente en Barlovento a los últimos cabuqueros de La Palma, tengo el
deseo de elogiar la admirable labor sacrificada y valiente de hombres comunes
arriesgando sus vidas en pos de la agricultura. Su lucha titánica por conseguir
el elemento hídrico, escaso y tan necesario para conseguir los propósitos perseguidos
desde hacía algún tiempo pasado.
La urgencia de abrir camino a lo que después sería progreso
hacia un futuro prometedor a nivel social, económico, político y cultural en el
entorno asociativo, comarcal, municipal y familiar.
En memoria de los últimos surge el interés de ofrecer un
reconocimiento, más que merecido, y asumir la precariedad de las herramientas
utilizadas para perforar las entrañas de la tierra en busca del afloramiento
del agua, aunque bastantes veces fue frustrado. Constituyó una parte de la
historia escrita con sudor, esfuerzo y sangre, a veces sin premio, que
lamentablemente más de una vez se lloró la muerte accidentada de alguno de
ellos.
Las desgracias y enfermedades se sucedieron, sin pensar en
ellas, en la década de los sesenta del siglo pasado (s. XX), cuando se
trabajaba en las galerías, túneles subterráneos, en condiciones infrahumanas.
Con una vagoneta se sacaba el escombro sustraído con pico, maza y una barra de
acero, arrancado a base de pólvora, controlada por los explosivos o barrenos,
en una atmósfera enrarecida por el humo de la lumbre de los quinqués
alimentados por carburo. Las jornadas laborales en ese medio hostil se hacían
eternas e insoportables.
Los corredores apuntalados o no, con más o menos metros de
longitud, algunos sobrepasaban un
kilómetro, conocían el alumbramiento de la bolsa o acuífero alcanzado por su
caudal en pipas. El paso siguiente era la venta y compra de las acciones en un
mercado provechoso para el riego y otros menesteres.
Muchos buscavidas luchaban incasablemente, a pesar de las
situaciones desagradables, una tras otra, en busca de la roca madre, que le
diera la esperanza y suerte, observando la humedad en barrancos y laderas.
Así fue aquel entonces, agrios principios, que está en
el recuerdo de muchos, siendo la isla de La Palma una excepción en el
archipiélago por su naturaleza, estabilidad demográfica y sostenibilidad en el
capítulo hidráulico, cuyos protagonistas se libraron de las dependencias de las
lluvias y aljibe.
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