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domingo, 24 de mayo de 2020

SEMBLANZA DE UN POETA

Domingo Acosta (1884-1959)
                              Las vivencias de mis años de bachiller retornaron una vez más, para volver a rememorar aquellos acontecimientos de índole social, que sucedían en la isla y Domingo Acosta Guión (1884-1959), conocido por sus seudónimos “Gavroche”  y “Pobrecito hablador”, plasmaba poéticamente con certera picaresca humorística, satírica y con un inteligente estilo, como correspondía a un intelectual de su tiempo.
                              No llegué a conocerlo, por lo menos no me doy cuenta, pero sí los comentarios que se transmitían por todos los entes sociales, si de pólvora se tratara, de su persona y de su jocosa manifestación poética. Sin lugar a duda, pensé que se trataba de alguien muy arraigado al sentir popular y que había llegado muy hondo al pensamiento de los demás.
Edición de poemas
                              Leer en aquel entonces un poema de Acosta era un regocijo, que suscitaba un jolgorio para todos los gustos entre los tertulianos. Fue una fuente de inspiración rápida, con una facilidad constructiva increíble de versos. Con mi admiración a su persona diría: “La inspiración andante”.
                              En unos instantes, de pronto mi mente sustrajo de los recuerdos una anécdota. Sucedió con el nombramiento de un alto cargo político de Santa Cruz de La Palma, en los años finales de los 50. Por aquella época yo estudiaba en la academia de enseñanzas libres Pérez Galdós en la calle Pedro Poggio y no sé como circularon, de mano en mano, por el colegio unos folios, conteniendo un poema referente a tal acontecimiento, que su autor, el referido poeta, plasmó inmediatamente.
                              Es curioso que haya pasado 60 años desde su óbito, aún vive su memoria y sus versos despiertan interés y apasionamiento:

   Edén para soñar, nido de amores,
atalaya florida en mar azul;
isla de juventud, vergel de flores:
   ¡Benahoare, eres tú!...

                              La anterior estrofa nos descubre sus reales sueños y por qué dedicó su tiempo a sus paisanos y a los que eran, con la mordacidad de su estilo poético, llevado con certeza e inequívoca inteligencia, que le caracterizaba.
                              El amor a La Palma fue subrayado con énfasis y notabilidad por ser un auténtico creador de una labor específica y, desde luego, se revela en su obra, como excelente pintor de lo acontecido en su época.

   Esta cunita vacía,
nido de un ave que un día
por otro azul se perdió,
hoy me recuerda la mía,
los sueños sin fantasía,
y el beso y el arrorró.

Plaza con su nombre. Benahoare
                              En esas líneas y en otras nuestro personaje se aferra a la libertad, a ser libre y a los pensamientos. Posee una poesía donde se refleja su amor por las cosas y la guasa por las mismas.
                              Fue un hombre de pueblo, que sufrió, vivió y amó apasionadamente. Amó la poesía que vibra en su gente, en su isla, en el paisaje, en la ternura, en la belleza… Su nombre viajó por las venas ardientes de su tierra y se prendió para siempre. Su voz cantó a la naturaleza, al amor, a la soledad, a los sueños de la infancia, a la lucha por la supervivencia y por el desenfado.
                              Para dar al mundo todo esplendor, fuerza y luz, su canto seguía sin barreras. Murió con los ojos prendidos a la existencia que tanto quiso, mirando un cielo, por fin, sin límites.

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