Cuando se acaba el Curso Escolar, año tras año, los colegios
cierran sus puertas para guardar en su curriculum vitae una etapa más de su
quehacer educativo. No voy a relatar nada novedoso, pero sí interesante, por lo
singular que ha sido el motivo de celebrar un acto de final de curso, en una
escuela rural unitaria a media mañana por el mes de junio de 1998 y que yo
visitaba como profesor del CER de LAS BREÑAS (La Palma).
Lo normal de todos estos eventos es que son amenos, actuando
los alumnos, niñas y niños, constituyendo un magnífico escalafón final de la
labor escolar con unos educadores dignos de admiración y merecedores de un
sobresaliente. Este lo fue muy a
propósito por celebrarse el centenario del nacimiento de Federico García Lorca
(1898-1936) y en ese entonces se estaba haciendo. Pertenece a la Generación del
27, destacando como dramaturgo, teatro y poesía. Géneros que cultivó
abundantemente en su trayectoria de escritor.
No sé si García Lorca pensó alguna vez, tan siquiera en
sueños, que sus versos iban a tener una sentida y acertada acogida en boca de
pequeños recitadores de 6 a 8 años. Estando de espectador, compartiendo aquella
convivencia me sorprendió escuchar a la maestra decir que aquel recital era en
homenaje al aludido autor.
Cada uno de los alumnos y alumnas irían desgranando con
maestría poética el recital previsto, distintos fragmentos del nutrido
poemario. Duró el tiempo preciso, finalizando con unas cancioncillas populares,
para que fuera sencillo y que no cundiera el cansancio de los que allí estaban.
Los pequeños actores se columpiaban por la tersa piel de las
palabras como si estas fueran columpios en un parque mágico. Magistralmente
mostraban la diversidad de recursos expresivos al realizar su actuación,
dándole voz y movimiento lingüístico- literario a cada una de las estrofas.
Me mueve la certeza de que fue una experiencia que caló en lo
más hondo de esos diminutos corazones, aunque grandes en sentimientos
sumergidos en un mundo sin fantasía. Comprendí el sentido de la frase de
Richard Bach: “Las únicas cosas importantes son las que están hechas de alegría
y de Verdad”. Ese binomio, alegría y verdad, compone un entrelazado puzle con
el recital a la memoria de Lorca.
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