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domingo, 24 de octubre de 2021

SANTA CRUZ DE LA PALMA: RINCONES CON NOMBRE (XIII)

                         CALLE PÉREZ DE BRITO: Es continuación de O´Daly hacia el norte y comunica perpendicularmente con varias otras y plazas: la avenida El Puente, la plaza y calle de Vandale, la placeta de Borrero, Garachico, callejón de Reyes, Baltasar Martín, Jorge Montero, Castillo y Santa Catalina. Este tramo de la arteria principal de la ciudad, que comienza en la plaza de España y termina en su intersección con la homóloga Faustino Méndez Cabezola, debe su nombre a Anselmo Pérez de Brito (1728-1772), natural de la Villa de Garafía, licenciado en Leyes por la universidad de Sevilla y abogado del bando encabezado por Dionisio O´Daly (ca. 1737-1796) en el pleito seguido contra los regidores perpetuos del Concejo palmero, durante la causa, Pérez de Brito fue encarcelado, acusado de sedición, pero, poco más tarde, lograría la revocación de su sentencia condenatoria. Su fallecimiento le impidió ver cumplido su sueño de renovación del gobierno local, circunstancia que daría lugar a la celebración de las primeras elecciones municipales bienales de España, en enero de 1773.

                        Desde tiempo atrás se conocía por Real de Santiago y por General Mola. El primer rótulo lo llevó en referencia al apóstol Santiago el Mayor, hermano del otro elegido por Jesucristo, llamado Juan, para las labores evangélicas. Y, con el segundo, se dio tributo, en el régimen anterior, a un destacado militar en la contienda de la Guerra Civil (1936-1939).       

                   Los historiadores que han tratado el tema coinciden en calificar a la nobleza palmera de los siglos XVII y XVIII como la más reaccionaria de las islas, totalmente nefasta para el desarrollo insular, que intentaba llevar a cabo una naciente burguesía ligada a la actividad comercial y representada en gran medida por individuos procedentes y asentados en Santa Cruz de La Palma.

                              Como el Cid Campeador, Rodrigo Díaz de Vivar, que ganó su última batalla legal después de muerto y enterrado en la capilla de la Virgen del Rosario, templo de Santo Domingo de Guzmán, perteneciente al convento de San Miguel de Las Victorias. En honor de este luchador por la libertad y la democracia en La Palma, la ciudad capital dio su nombre a la vía en cuestión y el pueblo donde nació le dedicó otra. El garafiano fue el ciudadano más significativo de la historia insular en el XVIII.

            Al compás de los pasos procesionales y del olor a incienso, perfumando el aire nocturno y de las pisadas de cientos de cofrades, imprimen un toque de solemnidad en el momento, que avanzamos y nos recreamos con la bella fachada del Real Nuevo Club Náutico de La Palma. En su estado actual, la sede es fruto de las obras emprendidas en 1817 por José María Fierro Santa Cruz y Brito en la casa principal de su linaje familiar. Su frente responde al lenguaje del neoclasicismo académico: distribución en dos plantas y cinco calles verticales, simetría en los vanos y paño central de cantería rematado por un frontón triangular. Fundada en 1904 como sociedad deportiva dedicada a la caza, el tiro al pichón, la esgrima, los juegos de pelota y las excursiones náuticas. La casa fue primero arrendada y, en 1920, adquirida por su presidente, Francisco García Mamely. El edificio ha sido testigo de la visita del rey Alfonso XIII en 1906. El centenario ente ha desarrollado, durante su larga vida, una amplia actividad cultural: exposiciones, veladas literario-musicales, teatro, conciertos, presentaciones de libros, bailes de salón y tertulias. En su interior, además de la escalera imperial, destacan su biblioteca, con impresos del XVIII, XIX y XX, sobresaliendo los de autores canarios, la colección de publicaciones periódicas y la pinacoteca, integrada, entre otras firmas, por las de Manuel González Méndez, Bruno Brandt Pardo, Diego Crosa y Costa, Luis Fernández Casaseca, Manuel López Ruiz, Siro Manuel Lorenzo Salazar, Quico Concepción, Guido Koltscher y Marina Lorst.

                              Llegado a este punto del recorrido el broche lo ponemos con la fundación de la desaparecida ermita del Señor de La Caída por María Josefa Massieu y Monteverde (1670-1759), mujer piadosa y con grandes deseos de sufragar el desagravio, que sufrió su casa por mediación de una demente, cometiendo su inconsciente blasfemia, al paso del Nazareno por Semana Santa. Se construyó, habiendo obtenido licencia para tal fin, concedida en la villa de La Orotava, 20 de octubre de 1750, por el obispo de Canarias, Juan Francisco Guillén, y ratificada en Santa Cruz de Tenerife, el 4 de febrero del año siguiente, para fabricar contiguamente a su vivienda en la Real de Santiago, con el derecho de patronato.

                          Una vez finalizada las obras pertinentes a su alzado habitual a tales estructuras, ostentó en su fachada el escudo de la familia fundadora, que obtuvieron permiso para colocar asientos, recibir la paz, tribuna, abrir hueco de conexión a través del coro, ser enterrados y contó con el privilegio de recibir y guardar el Santísimo durante la octava del Corpus Christi.

                              La imagen del Señor de La Caída del escultor sevillano Benito de Hita y Castillo (1714-1784), presidía el altar mayor. El Viernes Santo tenía lugar el sermón de los Filósofos a la entrada procesional del Crucificado, realizándose durante el transcurso el homólogo de las tres horas o de las Siete Palabras, que empezó en 1780 en el recinto sacro de la cofradía de mareantes por mediación del presbítero Francisco de Paula Camillón y García de Aguilar, que era capellán de esta última.

                         El 19 de noviembre de 1804 un rayo derrumbó la espadaña hasta la altura de las campanas. Más tarde, pasado veintitrés años, durante la noche del 18 al 19 de diciembre de 1827, un voraz incendio la destruyó por el descuido de una sirvienta en el hogar de los propietarios, una vela encendida dentro de una alacena, ardieron cuatro más casas fronterizas a las dos calles paralelas al contorno.

                              Se pudo rescatar la valiosa efigie de La Caída, siendo venerada algún tiempo en la capilla privada de la Quinta Verde y, después, ubicada definitivamente en la iglesia del real convento franciscano de la Inmaculada Concepción, parroquia de San Francisco de Asís, el crucificado se halla en la Matriz de El Salvador y una cruz dorada, que está colgada en una de las paredes de la ermita de San Sebastián mártir.

                              En el centro de la plazoleta Vandale se erigió la escultura Lo Divino, con una placa en su cara delantera, que dice: “Lo Divino. 1947-1997. Alma y voz. LA NAVIDAD PALMERA”. Es obra en bronce del escultor local Francisco Concepción Rodríguez (1965) que rinde homenaje a las agrupaciones navideñas de cuerda y voz que, aún hoy, recorren de madrugada la ciudad durante los nueve días anteriores a la Pascua de Navidad.

                              Enfrente de dicha plaza nombrada hallamos la sociedad La Investigadora o Casino, fundada en 1885, tiene su sede en la centenaria casona construida al final de sus días por Nicolás Massieu Salgado y su esposa Clara Margarita de Sotomayor. La mansión, que cuenta con tres fachadas, se distribuye en la principal en cinco calles verticales, dos plantas y entresuelo. Entre sus elementos decorativos, se destacan los guardapolvos de los vanos de las ventanas de la segunda planta, coronados por bustos en mármol, el escudo de Massieu-Sotomayor, alojado en el remate del paño central, y las gárgolas antropomorfas de las esquinas. Adquirida en 1931 por dicho ente cultural. Su interior ha sido alterado en sucesivas reformas. Se ha distinguido por el programa de actividades lúdicas desarrolladas en sus instalaciones y por su empeño en la divulgación de la historia de la masonería en La Palma, corriente filantrópica, simbólica y filosófica que llegaría a contar varias logias en la isla durante el XIX y XX.

                               Llegamos a la placeta de Borrero y nos recreamos en lo recóndito del sitio, haciendo malabarismo con el pensamiento en un marco y ambiente de ocio, que invita a pasar un rato contemplando la belleza de los balcones y ventanas decorados con flores multicolores, asumiendo un sueño reparador de otra época, lleno de tipismo y melancolía descontrolada para seguir un poco más allá.

                              Cercano a un pretérito no muy lejano, un sencillo pupitre de bronce nos revela, con una simplicidad meridiana, lo acontecido en aquel lugar, ocupado por el edificio de los Juzgados de Justicia, estuvieron las Escuelas Reales de instrucción pública de primera enseñanza.

                              La memoria del prolijo escritor José Pérez Vidal (1907-1990), pionero en su trayectoria investigadora sobre la literatura tradicional del archipiélago, nos conforta ante su vivienda, nº 42, haciendo esquina a Tedote, con vista al mar, que tanto quiso. Fue impulsor de los estudios folclóricos en la isla de La Palma. Además, Pérez Vidal, fue el primer autor que reflexionó con la profundidad sobre la trayectoria de la historiografía etnográfica en Canarias.

                              Formado en las universidades de San Cristóbal de La Laguna y de Madrid, ocurre de manera irrefutable que representa una de las figuras más lúcidas del humanismo canario del XX. La variedad de campos que trató, la elevada minuciosidad de buena parte de sus apreciaciones, su calidad descriptiva y narrativa, el carácter inaugural de muchos de los asuntos que trabajó, su excelente y pulido estilo y, en general, su compromiso con el análisis integral del hombre en su medio cultural, han contribuido a colocar el conjunto de su producción en un puesto ciertamente preeminente en el ámbito de los estudios canarios de los últimos tiempos.

                              Dentro de su trayectoria investigadora, la ruta canario-americana conforma una de sus notas más sobresalientes. José Pérez reivindicó la influencia que Canarias ejerció en América en parcelas diversas como la literatura oral, la lengua, las costumbres, la agricultura o ciertas corrientes de pensamientos. Compendio de otro de los asuntos más polémicos y oscuros, entonces, de las letras isleñas más internacional, la canariedad. Además, de la investigación humanística, su biografía contiene otras facetas, algunas poco conocidas, que ayudan a comprender ese sentido globalizador en su obra.

                              Un poco más allá nos conduce a la acera ancha, que nos da a conocer otra faceta de nuestra historia, en parte olvidada por el transcurso de los años y desconocida por la sucesión de generaciones posteriores a los hechos ocurridos. Empezamos por la Sociedad Deportiva Tenisca, que estuvo en el inmueble nº 48, desde su fundación el lunes, 25 de diciembre de 1922, hasta trasladarse a sus nuevas instalaciones sociales y deportivas de Mirca, seguida de la inauguración celebrada el miércoles, 15 de agosto de 2001, de su estadio Virgen de Las Nieves con un encuentro amistoso, enfrentándose a la Unión Deportiva Las Palmas. Y, por último, transcurridos nueve años, el viernes, 6 de agosto de 2010, se hizo lo mismo con el campo anexo.

           A continuación, el inmueble, nº 58, fue residencia, según consta en una lápida de mármol adosada a la fachada, de los insignes palmeros: Juan Pérez Díaz (1859-1908), médico de profesión y natural de la Villa de Mazo; Blas Pérez González (1898-1978), catedrático de Derecho Civil por la universidad de Madrid y su hermano Esteban (1902-1978), abogado, e hijos predilectos de este municipio y adoptivos de otros muchos. Preclaros hijos de Santa Cruz de La Palma. Hace más de cincuenta años, aproximadamente, fue la sede principal de la Delegación del Gobierno central a nivel insular.

                              Después de saber que en el nº 60 estuvo el Consulado de Cuba, giramos al lado contrario y observamos una moderna construcción, nº 53, en donde estuvo el domicilio de Leocrisia Pestana Fierro (1853-1926) que fue una mujer adelantada a su época, como lo era Manuel Díaz Hernández (1774-1863), con sus ideas y pensamientos muy distintos, cuando deberían decir, a mi juicio, que se estimaba o se consideraba libre e igual a los hombres, librepensadora. Suscito por criterios propios ser envidiable en su entorno palmero por su clase, talento y belleza. Proclamó con fuerza, la inspiración por hombres y mujeres en libertad de expresión, honrados y de buenas costumbres. Se trata de recuperar la figura rebelde, política y eclesial. Se describen sus estudios y el contexto histórico que vivió reflejando, desde el nacimiento hasta la muerte, inmersa en un medio burgués hostil.

              De los muchos apelativos atribuidos a su persona, destaco el de la dama de blanco o de negro, según qué color tuviese sus largos vestidos de cola. Recorría los aledaños de la hacienda, Quinta Verde, construida entre 1672 y 1690, junto al barranco de los Dolores, hoy es la avenida El Puente. Se decía de ella que escribía versos sobre los pétalos de las rosas, que con mimo cultivaba en sus frondosos y cuidados jardines, que adoraba e incluso les hablaba, que se deslizaban bajo las luces crudas del sol. Además, pasaba bastantes horas contemplando el alumbrado urbano y el mar.

                               Desde muy niña se convirtió en una asidua lectora con una pronta inclinación a la poesía. Su cultura era vasta, sus intenciones firmes y claras, siendo recordada como la más preclara ciudadana. Se le distingue como una inteligente escritora cuando contempla su existencia. Pudo ser misteriosa, pero se consideró identificada como un personaje de leyenda y de cuentos románticos en aquel paraje de ensueño.

                              Avanzamos un poco más y nos encontramos el edificio nº 61, que sustituye el caserón donde nació y pasó gran parte de su vida Faustino Méndez Cabezola (1836-1880), como singular y notable, atributos que le confiere el acervo cultural, habría que contemplarlo como “uno de los rayos luminosos de intelectualidad más destacados en el amanecer decimonónico palmero”.

                  Ahora que se cumple la efeméride del 185 aniversario de su nacimiento, tener el privilegio de presentar a un hombre tan insigne y valioso, e intentar esbozar en unas líneas, la breve y a la vez magnífica trayectoria político-social que le sitúa en un lugar destacado, creo con todo merecimiento, de nuestra historia reciente, por el talante liberal y espíritu progresista que prodigó con valentía en una edad de grandes dificultades, y poque representa a esa generación única e irrepetible, exponente de la denominada “revolución cultural palmera” que, de forma fecunda, se desarrolló en la segunda mitad del XIX.

                              Se distinguió desde muy joven por su capacidad, por el amor a su tierra y por su inquebrantable fe en las ideas modernas. Advirtió pronto la falta de tres factores fundamentales de la cultura isleña: una imprenta, un periódico y un colegio de enseñanza secundaria. Con gran esfuerzo y tesón, dedicó gran parte de su corta y pródiga vida, a conseguir sus propósitos. A sus gestiones se debe la llegada a su ciudad natal de la primera imprenta y la edición del primer periódico El Time en 1863.

               Su espléndida formación académica y abundante actividad intelectual, licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras por la universidad de Madrid, su reconocido talante literario y periodístico y su implicación en el panorama político de entonces, le llevaron a ocupar una cátedra en el Instituto de Canarias en 1869 y otra en la universidad de Oñate, Guipúzcoa. Cofundador del colegio Santa Catalina con los aires liberales de los años sesenta del decimonónico. La historia de la enseñanza secundaria palmera se escribe desde el recuerdo de ese acontecimiento, sucedido el martes, 27 de octubre de 1868.

                              Llegando a las cuatro esquinas damos un giro y observamos lo recorrido. En la vida, a menudo ocurre, y no nos damos cuenta. Los silencios son tan importantes como las palabras. Hay silencios que luego vuelven llenos de ganas de contar. Hay silencios que siempre serán silencio y casi los puedes tocar.

                              En las cuatro esquinas, cada lustro, la Patrona, la Virgen Nuestra Señora de Las Nieves, hace un giro para despedirse de la capital marinera y, luego, sube la calle Baltasar Martín de retorno a su santuario del monte, cada 5 de agosto, festividad de la Onomástica.

                              Llegando a este punto hacemos una perspectiva en general, como hicimos con la de O´Daly e inmediatamente memorizamos el ambiente mercantil que posee de forma bulliciosa y activa, con toda clase de comercios, que hemos captado durante el recorrido desde un extremo al otro.

                              En 1689 el barranco de Las Nieves se desbordó precipitadamente, arrasando con la cruz original de la conquista y con la primera ermita de Santa Catalina de Alejandría, que se hallaba en sus proximidades. Una vez ocurrido tan lamentable suceso, el madero fue colocado en el lugar actual, y en el mismo solar que ocupaba anteriormente fue edificada de nuevo, volviendo a ocurrir, 9 de octubre de 1793. El referido cauce fue encausado para evitar futuras avenidas del mismo. No existe fecha sobre su levantamiento, aunque probablemente pudo ser antes del XVI, pero sí un documento fechado en 1558 por Diego Beza.

            Las imágenes, entre ellas la titular, San José y San Amaro, que se pudieron recuperar, fueron protegidas en los respectivos templos de San José y Santa Águeda, respectivamente. Viendo, entonces, la necesidad de construir una tercera edificación más lejos, en la actualidad, finca nº 92, evitando futuros derrumbes, se bendijo el último recinto religioso el sábado, 22 de octubre de 1701, cerca del Real Castillo, cuya denominación la tomó de la misma, habiendo dado el apelativo al barrio y calle, la cual sirve de nexo a ambas construcciones.

                              Pasó por distintas dificultades de mantenimiento y propietarios, que causó un estado de ruina hasta que fue vendida. Hoy en día, se conserva el magnífico retablo barroco (ca. 1701-1711) con la sin par talla de la titular de los filósofos en un altar colateral en el recinto de San Sebastián.

                               En torno a 1860, se detectan algunas iniciativas orientadas a la reglamentación de los estudios de secundaria en La Palma y a la posibilidad de crear si no un instituto, al menos sí un colegio o academia que permitiera a los palmeros y palmeras continuar sus estudios en la isla. La convocatoria se hizo en dicha ermita el domingo, 27 de agosto de 1865, que fue concurrida y en donde se tomó la iniciativa, una vez aprobada la reglamentación consensada, de fundar el centro de enseñanza secundaria con el nombre de la advocación del pequeño solar. 

          FUENTES CONSULTADAS:

-Agenda cultural del excmo. ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma. / -El Bernegal. Blog. Domingo Cabrera Pérez. /      -Migajas caídas. Bibliografía de José Pérez Vidal. María Remedios González, Manuel Poggio Capote y Víctor J. Hernández Correa. Cartas Diferentes. Ediciones Isla de La Palma. 2012. / -Google Chrome. / -Otras fuentes de información de archivos propios. / -Conocimientos y vivencias personales.

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