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domingo, 7 de mayo de 2023

DESCRIPCIÓN Y ASENTAMIENTO DE LA ESCLAVITUD EN LA PALMA

          No quepa la menor duda, que hacemos una introducción muy compleja y diferente a otras veces en un asunto no menos complicado en una sociedad envuelta por intereses económicos de señorío y poder adquisitivo patrimonial y comercial. La esclavitud es la subordinación absoluta de una persona a otra, la negación de la libertad. Es una institución antigua como el hombre, conocida en las grandes civilizaciones del mundo de siempre, aunque en la órbita del Mediterráneo no se convertirá en fundamento monetario social hasta la cultura griega primero y la romana después. Los intelectuales o pensadores consideraron la esclavitud como el motivo económico, que posibilitaba al hombre libre el desarrollo pleno de su actividad política y cultural, para los primeros, y, para los segundos, se convirtió en conquistas, profusa fuente, que mantenía a la metrópoli.

                              Durante la Edad Media, la progresiva adscripción de los campesinos a la tierra hizo que la servidumbre sustituyera a la esclavitud. A pesar de ello, continuó vigente durante este periodo y en el siguiente, siendo práctica habitual en el Antiguo Régimen.

                              A comienzos del XVI la esclavitud, que se había convertido en una actividad marginal, reducida a lugares determinados, recuperó su vigor debido al descubrimiento del Nuevo Mundo, que supuso por una parte la reducción a la cautividad de los indígenas americanos y, por otra, la captura y esclavización masiva de negros africanos para llevar a cabo la explotación de las nuevas tierras. Portugal era la máxima potencia exportadora de tal materia prima a través de sus factorías de Guinea, Cabo Verde… Durante la Edad Moderna los europeos traficaban con humanos en toda la franja costera del África Occidental, desde Mauritania hasta el Congo.

        En este flujo contextual, Canarias no se queda atrás, más bien al contrario, se pone en contacto inmediato con el ámbito comercial de tal medio de compra-venta a la orden del día en los mercadillos insulares con proyección nacional e internacional, pues debido a su sistema de explotación económica y social, como a su posición geográfica, que la convirtió en puente hacia la Tierra Prometida. Una actividad conocida y padecida por los oriundos desde mucho antes de la conquista, que se acentuó mucho después.

                              Son destinados al trabajo doméstico, a la explotación de los ingenios azucareros y a las faenas agrícolas de cultivo del cereal. En alguna isla como Lanzarote, que durante el XVII la presencia de los mismos ascendía a una cuarta parte de la población, siendo probada su relevancia.

         El archipiélago, desde la primera mitad del referido siglo, experimenta un proceso de expansión y cambio. La razón de este incremento radica en que, especialmente, las islas de Tenerife, La Palma y Gran Canaria debido al auge del comercio se convierten en un centro mercantil de primer orden en el océano Atlántico. La causa de ello está en el paso por los puertos isleños de la flota de Nueva España, consistiendo en el abastecimiento de ella y en la exportación de distintos productos, entre los que destacaba el vino.

                              La característica más notable, que tiene lugar en estos años es, precisamente, el desarrollo de un mercado de importación de esclavos africanos y su exportación hacia otras latitudes como Europa y, sobre todo, América.

         Por lo que atañe a La Palma, aunque las noticias provenientes de documentación directa y de primera mano, son las aportadas por los protocolos notariales, tienen escasa relevancia en cuanto a ventas, donaciones o testamentos concernientes a los esclavos, lo que probablemente es debido a las deficientes condiciones de conservación, sin embargo, el número de comerciantes extranjeros y nacionales, que acaban por utilizar a la isla como sitio de intercambios y de reacondicionamiento de sus dineros, la convierten en uno de los puntos estratégicos importantes del entramado mercantil, llevado a cabo por los europeos en la expansión atlántica. La mayor parte de los esclavos en el contorno isleño proceden del vecino continente, aunque no se ha podido llegar a un conocimiento específico del origen de todos y cada uno de ellos.

  Los protocolos notariales constatan la presencia de bastantes esclavos de color moreno, sin aportar otra señal de identificación, que apena llegan a mostrar esa posible procedencia continental, entre ellos los hay de Angola, Viana (Portugal), mulatos… sin otras referencias, e incluso existe constancia de embarques. Algunos contratos y fletes indican la venta de un esclavo negro, o procedente de las Indias de Portugal… No obstante, en la primera mitad del XVII el suelo insular era un punto de adquisición y frecuentes intercambios de productos europeos con destino a África. Se realizaba una de las escalas imprescindibles del comercio intercontinental, por lo que se debe pensar que la mayoría de los afectados por cualquier circunstancia recalaba aquí, en territorio palmero, tendría su origen indicado.

                              Las operaciones mercantiles a las que intervienen los esclavos son múltiples y variadas. Podían ser comprados y por lo tanto vendidos, traspasados, donados, cedidos, legados…, bien al completo o en parte.

                              Lo normal era que las ventas se realizaran por medio de transacciones directas entre quien suministraba la mercancía y el comprador de la misma. En algunos casos, los esclavos son comprados y vendidos en La Palma entre sus propios vecinos, en otros casos intervienen terceras personas, en casi todas las ocasiones se trata de apoderados, que actúan de intermediarios.

                              Después de numerosos casos concretos dados en la isla, los navíos acompañantes de la flota de Nueva España eran fletados por sus propietarios, navieros, con ingentes productos entre los cuales se contabilizaban esclavos.

  Los sencillos vecinos y pobladores americanos participaban en el negocio de la esclavitud. Algunos solían viajar a la metrópoli por muchas y diversas circunstancias y, al recalar los barcos en el puerto palmero, aprovechaban la estancia, comprando lo que querían o necesitaban. De este modo, la entrega de la mercancía se hacía al fiado. La razón podría estribar, por una parte, en la ausencia de dinero en metálico, al tratarse con toda probabilidad de un viaje de retorno, o, por otra, pudiera ser que el comprador prefiriera indagar la calidad de la compra durante su travesía antes de efectuar el pago.

                              Los tratantes profesionales encontraron en su estancia en La Palma un lugar idóneo para sus intercambios, lo que confirma como centro de reconversión de capitales procedentes de la trata.

       No son, sólo, los comerciantes extranjeros los que intervienen en la trata palmera, también, lo hacen los mercaderes isleños, que forman parte del entramado, promovido por el intercambio de esclavos y de vino. En estos casos son miembros distinguidos de la sociedad local como mercaderes en general, regidores, eclesiásticos, etc., quienes controlan la producción vitícola de la tierra, los cuales interceden en la compra de esclavos entre los portugueses.

                             El comportamiento de las élites de este pequeño suelo con respecto a la trata es, con toda probabilidad, el que marca la pauta de la misma. Incluso, miembros avecindados en otras islas utilizaban el solar palmero para otorgar poderes con la intención de que sus esclavos sean vendidos en otras áreas como en Sevilla, punto de partida de la flota.

                              Entre las variadas operaciones mercantiles, que conciernen a la trata, sobresale la utilización de los esclavos como bienes susceptibles de saldar deudas y embargos.

                              La compra de un esclavo y su posterior venta podría considerarse como una simple y mera especulación, aunque prohibida por las autoridades, era en ocasiones el fin por el cual se adquirían los mismos.

                              El precio no debía variar entre una venta y otra, ya que podría considerarse escandaloso. Algunos especuladores invertían, porque conocían las necesidades o preferencias de los posibles compradores, a quienes podrían satisfacer. En estos casos se podía hacer en monedas, vinos u otros esclavos.

    Los precios obtenidos en las ventas dependían de varios factores, que podían considerarse intrínsecos como son el origen, corpulencia, fertilidad, tachas, experiencia laboral, edad y sexo. Existían otros factores extrínsecos, pero no menos notables que los anteriores, que dependían de la necesidad, la preferencia del comprador, ocupación a la que se destinaba al sujeto y de la pertinencia del momento, en que ocurriera la transacción. En este sentido hay que tener en cuenta que muchas de las mismas se producían en fechas próximas a la partida de la flota de Indias, en los meses de junio y julio.

                              La mayoría de los esclavos comprados en la isla tienen como destino las labores domésticas, como apoyo a las tareas agrícolas, transportes y acarretos de cosechas y ganados. Las mujeres eran preferidas como acompañantes en la casa, quehaceres de cocina y lavado de ropa, limpieza del hogar y cambio de vestuario en todos los sentidos y procreadoras, aunque todos los afectados eran utilizados como inversión para ser vendidos en momentos puntuales, tal vez críticos, a los marinos o viajeros habidos por distintas maneras presentes. Con atención a los esclavos que viajaban a otro destino fuera de La Palma, el principal era hacia América, lo hacían a La Habana y Puerto Rico. Tenerife, Gran Canaria y Sevilla recibían algunos de ellos para ser, de esta última procedencia enunciada, reportados a otros puntos de Andalucía como Arjona (Jaén).

                              Por fin, hemos llegado al final de un asunto de ciertas implicaciones rutinarias, que nos enriquecen en el saber sacar conclusiones de comportamientos variopintos, para clarificar lo acaecido en una sociedad incipiente y tan transigente en perspectivas y necesidades de evolución momentánea y ocasional.

    El proceso por el cual se desarrolla la esclavitud en La Palma, en la primera mitad del XVII y que puede ser extrapolable a todo lo largo y ancho de la Edad Moderna, comienza en los albores de un siglo antes. Si bien, es cierto, que en un principio La isla había servido como plataforma de esclavos para otras islas de Canarias, Madeira y de algunas plazas peninsulares. Desde mediado de la centuria decimosexta, el entablado que muestra el mercado, así como las características generales del mismo, difiere levemente de estos prolegómenos de la etapa de conquista y repoblación, reconvirtiendo la isla en un sitio de asentamiento, aclimatación, domesticación y núcleo de reexportación de esclavos para otras latitudes, especialmente a tierras americanas.

                              Los portugueses juegan un papel fundamental en el comercio de esclavos palmeros, al menos desde mediados de la etapa últimamente mencionada. Los marinos y comerciantes lusitanos fueron intermediarios en el transporte, tanto comprados aquí como importados, que son enviados a la península ibérica, donde le esperaban otros comerciantes extranjeros o vecinos nacionales de los puertos andaluces, que hacían las veces de enlaces.

                              Los lusos no son, sólo, los protagonistas de este mano a mano, junto con el vino, sino el poseer un activo movimiento con el continente americano, en el que participaban las élites palmenses, pieza importante de la Carrera de Indias, que constituyó uno de los pilares sobresaliente de la próspera economía isleña durante el decimoséptimo.

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