Localizado en el sur de la isla bonita, Fuencaliente está
sostenido por unos cimientos llenos de historia y esperanza. Anécdotas de vida
que han hecho una fuente inagotable y lugar que se vislumbra hoy. Cada senda,
pino o pared, rincón o paraje ennegrecido por el color oscuro de cientos de
coladas incandescentes esconde un legado, que merece la pena ser citado a todo
aquel que desee acercarse a la localidad sureña.
El presente trabajo realiza un recorrido por lo relevante
del martirio de los 40 misioneros en misión apostólica, miembros de la Compañía
de Jesús, fundada por el vasco San Ignacio de Loyola (1491-1556), los santos
Mártires de Tazacorte, conocidos por los portugueses como los Mártires del
Brasil. Se adquieren conocimientos de los hechos ubicados en momentos
determinados con tensiones insospechadas, pero dignos pregones de entrega y de
amor para la gloria de Dios, llena de dureza. Hoy, coexisten varias historias
en esta tierra, que con esfuerzo y dedicación salen a la luz y ayudarán a las
generaciones venideras a conocer lo heredado de sus antepasados y sentirnos
implicados en sus raíces.
“[…] Al amanecer del miércoles, 15 de julio de 1570, el
corsario galo Jacques Sourie, a bordo del navío de guerra Le Prince, pudo
interceptar al galeón de los misioneros jesuitas, mayoría portugueses, cuando
este se aproximaba a la Punta de Fuencaliente, salinas o faro, aprovechando los
vientos favorables, que le venían del mar por la parte del naciente.
A los disparos de intimidación por parte de los piratas, les
siguen los intentos de abordaje. Mientras tanto, los otros navíos del pirata se
iban acercando al galeón Santiago. A la orden de Sourie, de los 5 barcos
franceses saltaron salvajemente sobre el galeón de origen portugués unos
marinos armados, ávidos de sangre y riquezas. Nada pudieron hacer los
tripulantes y los religiosos, porque iban sucumbiendo ante tal atroz ataque.
Acevedo alentaba como podía a los compañeros y compatriotas.
Un capitán calvinista lo hiere en la cabeza con una espada. A duras penas
seguía exhortando a los suyos a perdonar a los verdugos, mientras abrazaba con
fuerza el pequeño cuadro de la Virgen, obsequio de Su Santidad (SS.) el Papa
Pío V. Herido de muerte por 3 golpes de lanza, cayó al suelo sin vida.
Los malvados hugonotes lanzaron por la borda a los cuerpos,
algunos moribundos, hasta que los vieron hundirse en las profundas y azules
aguas del océano. Los martirizados fueron 2 sacerdotes, 7 alumnos del
Escolástico, 8 hermanos coadjutores y 23 novicios […]”.
Habiendo pasado 453 años de tal monstruosa atrocidad,
aparece un argumento convincente, un comentario desconocido o un simple
detalle, que aporte luz a nuestro desconocimiento de un hecho acaecido
vehemente, surge sin previo aviso en el instante en que se desvela una parte de
nuestra historia, que nos ayuda a comprender la realidad de algunos de los
capítulos más destacados de la misma.
“Próximo al faro se encuentra la Cueva del Fraile y según
los informantes, siendo muy pequeños los maestros de escuelas y otras personas
le relataban que en esta cueva estaban enterrado jesuitas a causa del martirio
habido en la cercanía, que recalaban en ella por mediación del flujo de las
mareas y corrientes imperantes”. Esa concavidad volcánica, según los narradores
fue sepultada por la erupción del Teneguía (1971). Se encuentra bajo toneladas
de material magmático en un espacio protegido por su interés medioambiental.
La posibilidad de que los cuerpos no se hundieran todos en
el océano, no se había recogido públicamente en ningún documento, no se tiene constancia,
de ahí proviene la sorpresa tanto del sacerdote portugués Joao Caniço, vice
postulador de la causa para la canonización de los beatos mártires de
Tazacorte, invitado especial al evento por parte del Cabildo Insular, como de
las personas que la escucharon, da sentido a lo transmitido. El acto de
reconocimiento de La Palma a los mártires, ayuda en esa causa, que dicho
invitado lidera desde el 2004, para que sean santos son necesarios milagros
auténticos, aunque en su opinión “los mártires no lo necesitan, porque su
martirio ya es una autenticidad de santidad” y que se demuestre que existe una
devoción perenne, no solo del pueblo, sino que los poderes públicos se
involucren como sucede en esta isla.
La costa de este litoral estaba y está llena de cuevas,
rutas y calas en las que la corriente arrastra hacia ellas lo transportado. Es
normal que algunos componentes del grupo mal heridos, sus cuerpos moribundos o
ya sin vida, eligieran a alguna de ellas a modo de sepultura. Teniendo en
cuenta, evidentemente, partimos de una suposición y por lo que se desconocen
cuantos serían.
En las proximidades del siniestro lugar y a pocos metros de profundidad, 15 o 20 metros, el domingo, 5 de noviembre de 2000, las 40 Cruces de Malpique recuerdan lo acontecido, despertando una labor encomiable, que transformaría la realidad socio-religiosa de La Palma desde el punto de vista devocional por su importancia.
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