Son variados tesoros patrimoniales de protección, hechos de
piedra o, sobre todo, de madera en Canarias y en cualquier parte del mundo.
Unos son grandes y otros pequeños, sus medidas son arbitrarias, desde menos de
un metro a un tamaño de grandes dimensiones, sus tamaños oscilan uno y dos
metros, con bellos adornos o simples piezas ancladas a la esquina del inmueble
que lo acoge, sin más, algunos rematados por una pequeña esfera o ‘bola’. Su
tipología es común, un fragmento de madera que toma forma de una columna
empotrada a la pared de la esquina. La curiosidad de observarlos constituye un
hándicap para formarse a su alrededor grupos de visitantes para sacarle fotos o
imágenes gráficas de vídeos cuando no pasan desapercibidos.
Santa Cruz de La Palma es ciudad silenciosa y cargada de
esos pequeños elementos singulares desconocidos que en la actualidad han
desaparecido muchos por circunstancias adversas, dejando huellas.
Uno está ubicado en la confluencia de las calles Doctor
Domingo González y Salazar, adosado al número 1 de la primera, justo
enfrente del popular molino de gofio de Chano. Este es sencillo, sin
decoraciones, pero es el más grande, de unos dos metros de longitud. Está en
una edificación de gran valor patrimonial, un buen ejemplo de arquitectura
doméstica canaria, la casa González García, construida a finales del XVIII,
donde en el XX residió el famoso médico Domingo González García, que da nombre
a su calle.
Bajando por la calle Tomás Zerolo, a la derecha, en
el número 18, un caserón del XVIII, se halla el mencionado guardaesquina
vandalizado, de menor tamaño y grosor que el resto, pero bien adornado y
elegante.
Y, al final, de esta misma calle del Agua, en la
esquina con la calle Viera, en la histórica Casa de Mesa, enfrente de la
iglesia de Santo Domingo, se conserva el quinto, de gran tamaño, sobre metro y
medio, aunque más tosco y sencillo, sin bola en el extremo superior,
seguramente por ser el más antiguo de todos. En este, al igual que el otro más
grande de la calle doctor Domingo González y el de la calle León,
se pueden apreciar los enormes clavos que los atraviesan y fijan a la pared.
Medito sobre los que no se conservan por nuevas
construcciones y uso de modernas edificaciones.
‘Así es el casco de la villa de La Orotava, como pueden ser
cualquier otro de las Canarias, un hermoso vergel de belleza sin par…, como nos
lo recuerda la letra de la pieza musical Islas Canarias, conjuntamente con los
Cantos Canarios de Teobaldo Power Lugo-Viña (1848-1884), compositor tinerfeño,
un noble joyero urbano que guarda en su interior multitud de pequeñas y grandes
joyas histórico-artísticas, muchas camufladas en la urbe moderna, como estos
curiosos guardaesquinas, que vale la pena descubrir, conocer y cuidar, como
patrimonio público que son de todos los canarios’.
A lo lejos luce sus torres la elegante y Santa Iglesia
Catedral Basílica de la Encarnación del Señor, conocida popularmente por ‘La
Manquita’. Situada enfrente de la plaza del Obispo. El templo es considerado
una de las joyas más valiosas a nivel nacional de estilo Gótico Tardío,
Renacentista y Barroco. Es un Bien de Interés Cultural Patrimonio Histórico
(BICPH), formando un conjunto con ‘La Alcazaba’ y el ‘Castillo de Gibralfaro,
poseyendo como telón de fondo la magnífica vista del puerto marítimo con su
entramado portuario comercial, de pasajeros, de cruceros, deportivo y pesquero.
La función principal de estos elementos reciclados de
construcciones antiguas era la de resguardar de los carruajes las esquinas de
los edificios, evitando que al chocar las ruedas produjeran daños.
Los guardacantones se colocaban a los lados de los paseos y
de los caminos delimitando la zona por donde debían circular los carros para no
se saliesen de ellas. Costumbre que se conservó hasta que se comenzó a
generalizarse el empleo de las aceras en las poblaciones modernas. En ocasiones
se formaban recintos con guardacantones enlazados por cadenas de hierro para
preservar algún edificio o monumento de la aproximación a ellos. En la ciudad
capital afortunadamente se conservan un buen número de estos, que pasamos a
reseñar con la única intención de que intenten localizarlos, si algún día,
visitáis la iluminada ciudad mediterránea de la Costa del Sol, paseando por las
estrechas callejuelas del Casco Histórico.
Tres estrellas de
seis puntas de las cuales una es de plata en el centro de la montaña y las
otras de oro, dispuestas simétricamente en el cielo, a la derecha e izquierda,
de las laderas de la montaña. La estrella inferior representa a los carmelitas
todavía en camino hacia la cima del Monte Carmelo, mientras las otras dos
estrellas superiores representan a los que han terminado su peregrinación y han
culminado la santa montaña. Se completa el escudo con la cruz en la cima del
monte.
La búsqueda del
siguiente nos llevará hasta la calle Andrés Pérez, concretamente
hasta la iglesia de la Aurora y Divina Providencia de las Reverendas Madres
Dominicas, que la construyeron en 1787.
En el otro
guardacantón que hace esquina con la calle Arco de la Cabeza, se representa el escudo dominico, escudo que acompaña siempre a la
figura de Santo Domingo de Guzmán y que es frecuente en los sellos de los
religiosos de la orden. Se representa un medallón en cuyo interior aparece una
cruz griega flordelisada. Esta vinculación del lirio procede de la familia de
su fundador, en las armas de la madre del santo predicador, también, aparece el
mismo signo: una cruz roja con remates de flor de ‘lis’. La cruz dominica
cuando aparece coloreada resalta los colores blanco y negro, propios del hábito
de los frailes.
La flor de ‘lis’ es
un símbolo de poder de soberanía, de honor, de lealtad y de pureza de cuerpo y
de alma. Es una señal usada por los Scout, la masonería, la alquimia y en
algunas religiones. La palabra ‘lis’ es de origen francés y significa lirio o
‘iris’. En heráldica representa una de las cuatro figuras populares,
conjuntamente con el águila, el león y la cruz.
Algunos estudiosos
afirman que la flor de ‘lis’ tuvo su origen en la flor de ‘loto’ de Egipto y
otros, sin embargo, sostienen que fue inspirado por la alabarda, un arma de
hierro con tres puntas, y otro posible origen es que sea una copia del diseño
impreso en las vetustas monedas asirias y musulmanas (Salvador
Jiménez. SUR HISTORIA).
Demos el broche final, por ahora, para poder comenzar un corto paseo, si algún día visitamos la MAGNÍFICA MÁLAGA, para conocer estas maravillosas piezas del acontecer malagueño. Ciudad bella, bulliciosa y digna de visitarla, conocerla hasta en los mínimos e insignificantes detalles, que decoran y jalonan la geografía del CENTRO HISTÓRICO de MÁLAGA.
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